Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

viernes, 16 de abril de 2021

Viernes 21 mayo 2021, Viernes de la VII semana de Pascua, feria.

TEXTOS MISA

Viernes de la VII Semana de Pascua.

Antífona de entrada Ap 1, 5-6
Cristo nos amó y nos ha lavado nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre. Aleluya.
Diléxit nos Christus, et lavit nos a peccátis nostris in sánguine suo, et fecit nos regnum et sacerdótes Deo et Patri suo, allelúia.

Oración colecta
Oh, Dios, que, por la glorificación de Cristo y la luz del Espíritu Santo, nos has abierto el acceso a la vida eterna, haz que la participación en tanta gracia nos mueva a dedicamos con mayor empeño a tu servicio y a vivir con mayor plenitud las riquezas de la fe. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui nobis aeternitátis áditum glorificatióne Christi tui et Sancti Spíritus illuminatióne reserásti, concéde, quaesumus, ut, tanti doni párticeps, devótio nostra profíciat, et ad fídei transferámur augméntum. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Viernes de la VII semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 25, 13-21
De un tal Jesús, ya muerto, que Pablo sostiene que está vivo

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, el rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea para cumplimentar a Festo. Como se quedaron allí bastantes días, Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole:
«Tengo aquí un hombre a quien Félix ha dejado preso y contra el cual, cuando fui a Jerusalén, presentaron acusación los sumos sacerdotes y los ancianos judíos, pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana entregar a un hombre arbitrariamente; primero, el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para que tenga ocasión de defenderse de la acusación. Vinieron conmigo, y yo, sin dar largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este hombre.
Pero, cuando los acusadores comparecieron, no presentaron ninguna acusación de las maldades que yo suponía; se trataba solo de ciertas discusiones acerca de su propia religión y de un tal Jesús, ya muerto, que Pablo sostiene que está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a Jerusalén a que lo juzgase allí de esto. Pero, como Pablo ha apelado, pidiendo que lo deje en la cárcel para que decida el Augusto, he dado orden de que se le custodie hasta que pueda remitirlo al César».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 102, 1bc-2. 11-12. 19-20ab (R.: 19a)
R. 
El Señor puso en el cielo su trono.
Dóminus in cælo parávit sedem suam.

V. Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.
R. El Señor puso en el cielo su trono.
Dóminus in cælo parávit sedem suam.

V. Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que le temen;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
R. El Señor puso en el cielo su trono.
Dóminus in cælo parávit sedem suam.

V. El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes.
R. El Señor puso en el cielo su trono.
Dóminus in cælo parávit sedem suam.

Aleluya Jn 14, 26
R.
 Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El Espíritu Santo será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. R.
Spíritus Sanctus vos docébit ómnia; súggeret vobis ómnia quæcúmque díxero vobis.

EVANGELIO Jn 21, 15-19
Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, le dice a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le contestó:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
«Apacienta mis corderos».
Por segunda vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».
Él le contesta:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Él le dice:
«Pastorea mis ovejas».
Por tercera vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó:
«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
«Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras».
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió:
«Sígueme».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios 267
Jesucristo interroga a Pedro, por tres veces, como si quisiera darle una repetida posibilidad de reparar la triple negación. Pedro ya ha aprendido, escarmentado en su propia miseria: está hondamente convencido de que sobran aquellos temerarios alardes, consciente de su debilidad. Por eso, pone todo en manos de Cristo. Señor, tú sabes que te amo. Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo (Jn 21, 15-17). Y ¿qué responde Cristo? Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas (Jn 21, 15-17). No las tuyas, no las vuestras: ¡las mías! Porque El ha creado al hombre, El lo ha redimido, El ha comprado cada alma, una a una, al precio -lo repito- de su Sangre.
Cuando los donatistas, en el siglo V, organizaban sus ataques contra los católicos, defendían la imposibilidad de que el obispo de Hipona, Agustín, profesase la verdad, porque había sido un gran pecador. Y San Agustín sugería, a sus hermanos en la fe, cómo habían de replicar: Agustín es obispo en la Iglesia Católica; él lleva su carga, de la que ha de dar cuenta a Dios. Lo conocí entre los buenos. Si es malo, él lo sabe; si es bueno, ni siquiera en él he depositado mi esperanza. Porque lo primero que he aprendido en la Iglesia Católica es a no poner mi esperanza en un hombre (S. Agustín, Enarrationes in Psalmos, 36, 3, 20 (PL 36, 395).
No hacemos nuestro apostolado. En ese caso, ¿qué podríamos decir? Hacemos -porque Dios lo quiere, porque así nos lo ha mandado: id por todo el mundo y predicad el Evangelio (Mc 16, 15)- el apostolado de Cristo. Los errores son nuestros; los frutos, del Señor.

Oración de los fieles
Jesucristo, intercede por nosotros ante el Padre, para que derrame sobre su Iglesia y sobre el mundo al Espíritu Santo consolador. Oremos pues, en su nombre, diciendo:
R. Te lo pedimos, Señor.
- Para que envíe al Espíritu sobre el papa, sucesor de Pedro, y sobre todos los pastores de la Iglesia. Oremos.
- Para que envíe sobre todos los hombres su Espíritu de fortaleza y paciencia, de fidelidad y constancia, de alegría y esperanza. Oremos.
- Para que ilumine con la luz del Espíritu las mentes de los gobernantes y mueva sus corazones en la búsqueda sincera del bien. Oremos.
- Para que todos nosotros estemos abiertos a recibir al Espíritu y a ser en el mundo testigos de la resurrección de Cristo. Oremos.
Te lo pedimos, Padre, en nombre y por intercesión de tu Hijo, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Mira, Señor, con misericordia, las ofrendas de tu pueblo y, para que sean aceptables a ti, haz que la venida del Espíritu Santo purifique nuestras almas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Hóstias pópuli tui, quaesumus, Dómine, miserátus inténde, et, ut tibi reddántur accéptae, consciéntias nostras Sancti Spíritus emúndet advéntus. Per Christum.

PREFACIO I DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE LA ASCENSIÓN
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Jesús, el Señor, el rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte, ha ascendido, ante el asombro de los ángeles, a lo más alto de los cielos, como Mediador entre Dios y los hombres, como Juez del mundo y Señor del universo.
No se ha ido para desentenderse de nuestra pobreza, sino que nos precede el primero como cabeza nuestra, para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Quia Dóminus Iesus, Rex glóriae, peccáti triumphátor et mortis, mirántibus Angelis, ascéndit (hódie) summa caelórum, Mediátor Dei et hóminum, Iudex mundi Dominúsque virtútum; non ut a nostra humilitáte discéderet, sed ut illuc confiderémus, sua membra, nos súbsequi quo ipse, caput nostrum principiúmque, praecéssit.
Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA III.

Antífona de comunión Cf. Jn 16, 13

Cuando venga el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena -dice el Señor-. Aleluya.
Cum vénerit Spíritus veritátis, docébit vos omnem veritátem, dicit Dóminus, allelúia.

Oración después de la comunión
Oh, Dios, tus sacramentos nos purifican y alimentan; concédenos que la participación inmerecida en ellos nos obtenga la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Deus, cuius mystériis mundámur et páscimur, tríbue, quaesumus, ut eórum nobis indúlta reféctio vitam cónferat sempitérnam. Per Christum.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No publico comentarios anónimos.