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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

sábado, 20 de marzo de 2021

Sábado 24 abril 2021, san Fidel de Sigmaringa, presbítero y mártir, memoria libre.

En la memoria:
24 de abril
San Fidel de Sigmaringa, presbítero y mártir

Oración colecta propia, y el resto del sábado de Pascua.

Monición de entrada
Conmemoramos al presbítero y mártir san Fidel de Sigmaringa (Alemania), ciudad donde nació el año 1578. Siendo abogado, decidió entrar en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, donde llevó una vida de austeridad, penitencia y oración. Destacó por su capacidad de diálogo y su caridad exquisita en el trato con los calvinistas de Suiza, cristianos separados de Roma. Murió asesinado, víctima de la incomprensión y del odio en el año 1622.

Oración colecta
Oh, Dios, que, en la propagación de la fe, has honrado con la palma del martirio a san Fidel de Sigmaringa, abrasado en tu amor, concédenos, por su intercesión, que, arraigados en la caridad, merezcamos experimentar con él el poder de la resurrección de Cristo. Él, que vive y reina contigo.
Deus, qui beátum Fidélem, amóre tuo succénsum, in fídei propagatióne martyrii palma decoráre dignátus es, ipso interveniénte, concéde, ut, in caritáte fundáti, cum illo resurrectiónis Christi virtútem cognóscere mereámur. Qui tecum.

viernes, 19 de marzo de 2021

Viernes 23 abril 2021, san Jorge, mártir, memoria libre o san Adalberto, obispo y mártir, memoria libre.

En la memoria de san Jorge:
23 de abril
San Jorge, mártir

Oración colecta propia. El resto del común de mártires: II. Durante el Tiempo Pascual; B. Para un mártir.

Antífona de entrada Cf. 4 Esdr 2, 35
Una luz perpetua brillará para tus santos, Señor, y vivirán para siempre. Aleluya.
Lux perpétua lucébit Sanctis tuis, Dómine, et aetérnitas témporum, allelúia.
O bien:
Este es el hombre que no fue abandonado por Dios en el día de la prueba; fue coronado porque permaneció fiel a los mandatos del Señor. Aleluya.
Hic est vir, qui non est derelíctus a Deo in die certáminis; modo coronátur, quia fidéliter vicit in mandátis Dómini, allelúia.

Monición de entrada
Hacemos memoria en esta celebración de san Jorge, mártir, cuyo combate por la fe tuvo lugar en el siglo IV en la región de Palestina, actual Israel. Su martirio es celebrado desde muy antiguo por todas las Iglesias, desde Oriente hasta Occidente.

Oración colecta
Oh, Dios, proclamando tu poder te rogamos humildemente que, así como san Jorge imitó la pasión del Señor, socorra con prontitud nuestra fragilidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Magnificántes, Dómine, poténtiam tuam, súpplices exorámus, ut, sicut beátus Geórgius domínicae fuit passiónis imitátor, ita sit fragilitátis nostrae promptus adiútor. Per Dóminum.

En la memoria de san Adalberto:
23 de abril
San Adalberto, obispo y mártir

Oración colecta propia. El resto del común de mártires: II. Durante el Tiempo Pascual; B. Para un mártir.

Antífona de entrada Cf. 4 Esdr 2, 35
Una luz perpetua brillará para tus santos, Señor, y vivirán para siempre. Aleluya.
Lux perpétua lucébit Sanctis tuis, Dómine, et aetérnitas témporum, allelúia.
O bien:
Este es el hombre que no fue abandonado por Dios en el día de la prueba; fue coronado porque permaneció fiel a los mandatos del Señor. Aleluya.
Hic est vir, qui non est derelíctus a Deo in die certáminis; modo coronátur, quia fidéliter vicit in mandátis Dómini, allelúia.

Monición de entrada
Conmemoramos en esta celebración a san Adalberto, obispo de Praga y mártir, que en el siglo X, soportó dificultades en bien de aquella Iglesia. En su labor de evangelización de los pueblos paganos, llevó a cabo muchos viajes, pero ante el poco fruto obtenido se dirigió a Roma, donde se hizo monje. Vuelto al fin a Polonia, e intentando atraer a la fe a los prusianos, fue asesinado en el año 997.

Oración colecta
Oh, Dios, que concediste la corona del martirio a san Adalberto, obispo, encendido en el celo por la salvación de las almas, concédenos, por su intercesión, que nunca falte a los pastores la obediencia de su grey ni a la grey la asistencia de los pastores. Por nuestro señor Jesucristo.
Deus, qui beátum Adalbértum epíscopum zelo animárum succénsum martyrio coronásti, eius interveniénte suffrágio concéde, ut nec pastóribus obodiéntia gregis nec gregi desit cura pastórum. Per Dóminum.

miércoles, 17 de marzo de 2021

Miércoles 21 abril 2021, san Anselmo, obispo y doctor de la Iglesia, memoria libre.

TEXTOS MISA

En la memoria:
21 de abril
San Anselmo, obispo y Doctor de la Iglesia

Oración colecta propia. El resto de la feria de Pascua.

Monición de entrada
Conmemoramos en esta celebración a san Anselmo, obispo y doctor de la Iglesia, originario de Aosta, donde nació el año 1033. Fue monje y abad del monasterio de Bec, en Normandía. Es prototipo del creyente que busca entender su fe para dar razón de ella. Fue obispo de Canterbury, en Inglaterra, donde luchó por la libertad de la Iglesia, y por ello sufrió dificultades y destierros. Murió el año 1109.

Oración colecta
Oh, Dios, que has concedido al obispo san Anselmo investigar y enseñar las profundidades de tu sabiduría, haz que el don de la fe ayude de tal modo a nuestro entendimiento, que aquello que nos mandas creer tenga un dulce sabor en nuestro corazón. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui beáto Ansélmo epíscopo dedísti alta sapiéntiae tuae quaerere et docére, fac ita fidem tuam intelléctui nostro subveníre, ut cordi dulce sápiant quae nobis credénda mandásti. Per Dóminum.

martes, 16 de marzo de 2021

Martes 20 abril 2021, Martes de la III semana de Pascua, feria.

TEXTOS MISA

Martes de la III Semana de Pascua

Antífona de entrada Cf. Ap 19, 5; 12, 10
Alabad a nuestro Dios todos los que lo teméis, pequeños y grandes, porque ha establecido la salvación y el poder y la potestad de su Cristo. Aleluya.
Laudem dícite Deo nostro, omnes qui timétis Deum, pusílli et magni, quia facta est salus, et virtus, et potéstas Christi eius, allelúia.

Oración colecta
Oh, Dios, que abres la puerta de tu reino a los que han renacido del agua y del Espíritu, acrecienta en tus siervos la gracia que les has dado, para que, limpios de sus pecados, no se vean, por tu bondad, privados de tus promesas. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui renátis ex aqua et Spíritu Sancto caeléstis regni pandis intróitum, auge super fámulos tuos grátiam quam dedísti, ut, qui ab ómnibus sunt purgáti peccátis, nullis privéntur tua pietáte promíssis. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Martes de la III semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 7, 51-8, 1a
Señor Jesús, recibe mi espíritu
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, dijo Esteban al pueblo y a los ancianos y escribas:
«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado; recibisteis la ley por mediación de ángeles y no la habéis observado». 
Oyendo sus palabras se recomían en sus corazones y rechinaban los dientes de rabia. 
Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijando la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo:
«Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios».
Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos dejaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación:
«Señor Jesús, recibe mi espíritu».
Luego, cayendo de rodillas y clamando con voz potente, dijo:
«Señor, no les tengas en cuenta este pecado».
Y, con estas palabras, murió.
Saulo aprobaba su ejecución.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 30. 3cd-4. 6 y 7b y 8a. 17 y 21ab (R.: 6a)
R. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
In manus tuas, Dómine, comméndo spíritum meum.
O bien: Aleluya.

V. Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame.
R. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
In manus tuas, Dómine, comméndo spíritum meum.

V. A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.
Yo confío en el Señor.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
R. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
In manus tuas, Dómine, comméndo spíritum meum.

V. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas.
R. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
In manus tuas, Dómine, comméndo spíritum meum.

Aleluya Jn 6, 35ab
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy el pan de vida –dice el Señor–; el que viene a mí no tendrá hambre. R.
Ego sum panis vitæ, dicit Dóminus; qui venit ad me non esúriet.

EVANGELIO Jn 6, 30-35
No fue Moisés, sino que es mi Padre el que da el verdadero pan del cielo
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús:
«¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”».
Jesús les replicó:
«En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron:
«Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó:
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Homilía  en Macedonia 7,-mayo-2019
Hermanos: Hoy el Señor Resucitado sigue caminando entre nosotros, allí donde acontece y se juega la vida cotidiana. Conoce nuestras hambres y nos vuelve a decir: «El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (Jn 6, 35). Animémonos unos a otros a ponernos de pie y a experimentar la abundancia de su amor, dejemos que sacie nuestra hambre y sed en el sacramento del altar y en el sacramento del hermano.

Oración de los fieles
En la eucaristía. Jesucristo intercede por nosotros ante el Padre. Apoyados en su mediación, oremos con confianza.
- Por la Iglesia, enviada de Cristo al mundo, para que anuncie el reino de Dios, que es paz, alegría y vida. Roguemos al Señor.
- Por todos los diáconos de la Iglesia, para que el Espíritu Santo los colme de sabiduría y valentía para anunciar la Buena Noticia. Oremos.
- Por los poderosos de este mundo, para que no opongan resistencia al Espíritu de la verdad. Oremos.
- Por los países pobres, para que reciban la ayuda necesaria de los países ricos. Oremos.
- Por todos nosotros, para que recibamos con fe el pan vivo bajado del cielo. Oremos.
Acoge, Padre, las peticiones que tu Iglesia te presenta por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante, y a quien diste motivo de tanto gozo concédele disfrutar de la alegría eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súscipe múnera, Dómine, quaesumus, exsultántis Ecclésiae, et, cui causam tanti gáudii praestitísti, perpétuae fructum concéde laetítiae. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL III
CRISTO VIVO E INTERCESOR PERPETUO EN FAVOR NUESTRO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él no cesa de ofrecerse por nosotros, intercediendo continuamente ante ti; inmolado, ya no vuelve a morir; sacrificado, vive para siempre.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus.
Qui se pro nobis offérre non désinit, nosque apud te perénni advocatióne deféndit; qui immolátus iam non móritur, sed semper vivit occísus. Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión Rom 6, 8
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Aleluya.
Si mórtui sumus cum Christo, crédimus quia simul étiam vivémus cum Christo, allelúia.

Oración después de la comunión
Mira, Señor, con bondad a tu pueblo y, ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele llegar a la incorruptible resurrección de la carne que habrá de ser glorificada. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Pópulum tuum, quaesumus, Dómine, intuére benígnus, et, quem aetérnis dignátus es renováre mystériis, ad incorruptíbilem glorificándae carnis resurrectiónem perveníre concéde. Per Christum.

lunes, 15 de marzo de 2021

Lunes 19 abril 2021, Lunes de la III semana de Pascua, feria.

TEXTOS MISA

Lunes de la III Semana de Pascua.

Antífona de entrada
Ha resucitado el Buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su rebaño. Aleluya.
Surréxit pastor bonus, qui ánimam suam pósuit pro óvibus suis, et pro grege suo mori dignátus est, allelúia.

Oración colecta
Te pedimos, Dios todopoderoso, que, despojándonos del hombre viejo con sus inclinaciones, vivamos en la obediencia de aquel a quien nos has incorporado por los sacramentos pascuales. Por nuestro Señor Jesucristo.
Concéde, quaesumus, omnípotens Deus, ut, véterem cum suis ratiónibus hóminem deponéntes, illíus conversatióne vivámus, ad cuius nos substántiam paschálibus remédiis transtulísti. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Lunes de la III Semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 6, 8-15
No lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.
Entonces indujeron a unos que asegurasen:
«Le hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios».
Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y, viniendo de improviso, lo agarraron y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían:
«Este individuo no para de hablar contra el Lugar Santo y la Ley, pues le hemos oído decir que ese Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés».
Todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron su mirada en él y su rostro les pareció el de un ángel.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 118, 23-24. 26-27. 29-30 (R.: 1b)
R. Dichoso el que camina en la ley del Señor.
Beáti qui ámbulant in lege Dómine.
O bien: Aleluya.

V. Aunque los nobles se sienten a murmurar de mí,
tu siervo medita tus decretos;
tus preceptos son mi delicia,
tus enseñanzas son mis consejeros.
R. Dichoso el que camina en la ley del Señor.
Beáti qui ámbulant in lege Dómine.

V. Te expliqué mi camino, y me escuchaste:
enséñame tus mandamientos;
instrúyeme en el camino de tus mandatos,
y meditaré tus maravillas.
R. Dichoso el que camina en la ley del Señor.
Beáti qui ámbulant in lege Dómine.

V. Apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu ley;
escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos.
R. Dichoso el que camina en la ley del Señor.
Beáti qui ámbulant in lege Dómine.

Aleluya Mt 4, 4b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. R.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.

EVANGELIO Jn 6, 22-29
Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el que perdura para la vida eterna
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron:
«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió Jesús:
«La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ángelus 5-agosto-2018
la multitud quiere saber de Jesús qué acciones debe hacer para contentar a Dios. Pero Jesús da una respuesta inesperada: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado» (Jn 6, 29). Estas palabras están dirigidas, hoy, también a nosotros: la obra de Dios no consisten tanto en el «hacer» cosas, sino en el «creer» en Aquel que Él ha mandado. Esto significa que la fe en Jesús nos permite cumplir las obras de Dios. Si nos dejamos implicar en esta relación de amor y de confianza con Jesús, seremos capaces de realizar buenas obras que perfumen a Evangelio, por el bien y las necesidades de los hermanos.
El Señor nos invita a no olvidar que, si es necesario preocuparse por el pan, todavía más importante es cultivar la relación con Él, reforzar nuestra fe en Él que es el «pan de la vida», venido para saciar nuestra hambre de verdad, nuestra hambre de justicia, nuestra hambre de amor.

Oración de los fieles
Jesucristo es el pan bajado del cielo. Él intercede por nosotros ante el Padre.
- Por la Iglesia, para que sus miembros den en todo momento testimonio de su fe. Roguemos al Señor.
- Por los diáconos de la Iglesia, para que, como san Esteban, sean colmados de la sabiduría y de la gracia del Espíritu Santo. Roguemos al Señor.
- Por los catequistas, que preparan a los niños que recibirán la comunión por vez primera, para que perseveren fielmente en su importante tarea. Roguemos al Señor.
- Por los aquí reunidos, para que se fortalezca nuestra fe recibiendo frecuentemente el pan de la eucaristía. Roguemos al Señor.
Concédenos, Padre santo, descubrir y valorar el don de tu Hijo en la eucaristía. Él, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Suban hasta ti, Señor, nuestras súplicas con la ofrenda del sacrificio, para que, purificados por tu bondad, nos preparemos para el sacramento de tu inmenso amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Ascéndant ad te, Dómine, preces nostrae cum oblatiónibus hostiárum, ut, tua dignatióne mundáti, sacraméntis magnae pietátis aptémur. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL III
CRISTO VIVO E INTERCESOR PERPETUO EN FAVOR NUESTRO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él no cesa de ofrecerse por nosotros, intercediendo continuamente ante ti; inmolado, ya no vuelve a morir; sacrificado, vive para siempre.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus.
Qui se pro nobis offérre non désinit, nosque apud te perénni advocatióne deféndit; qui immolátus iam non móritur, sed semper vivit occísus. Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión Jn 14, 27
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo, dice el Señor. Aleluya.
Pacem relínquo vobis, pacem meam do vobis; non quómodo mundus dat, ego do vobis, dicit Dóminus, allelúia.

Oración después de la comunión
Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has renovado para la vida eterna, multiplica en nosotros los frutos del Misterio pascual e infunde en nuestros corazones la fortaleza del alimento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Omnípotens sempitérne Deus, qui ad aetérnam vitam in Christi resurrectióne nos réparas, fructus in nobis paschális multíplica sacraménti, et fortitúdinem cibi salutáris nostris infúnde pectóribus. Per Christum.

domingo, 14 de marzo de 2021

Domingo 18 abril 2021, III Domingo de Pascua, Lecturas ciclo B.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del III Domingo de Pascua, ciclo B (Lec. I B).

PRIMERA LECTURA Hch 3, 13-15.17-19
Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles.

En aquellos días, Pedro dijo al pueblo:
«El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 4, 2. 4. 7. 9 (R.: cf. 7b)
R.
Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro.
Leva in signum super nos lumen vultus tui, Dómine.
O bien: Aleluya.

V. Escúchame cuando te invoco, Dios de mi justicia;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración.
R. Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro.
Leva in signum super nos lumen vultus tui, Dómine.

V. Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?»
R. Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro.
Leva in signum super nos lumen vultus tui, Dómine.

V.
En paz me acuesto y en seguida me duermo,
porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo.
R. Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro.
Leva in signum super nos lumen vultus tui, Dómine.

SEGUNDA LECTURA 1 Jn 2, 1-5
Él es víctima de propiciación por nuestros pecados y también por los del mundo entero

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.

Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis.
Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.
Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos.
Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.
Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Aleluya Cf. Lc 24, 32
R.
Aleluya, aleluya aleluya.
V. Señor Jesús, explícanos las Escrituras; haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas. R.
Dómine Iesu, áperi nobis Scriptúras; fac cor nostrum ardens dum lóqueris nobis.

EVANGELIO Lc 24, 35-48
Así está escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo:
«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

PAPA FRANCISCO
Homilía del Santo Padre en la parroquia romana de san Pablo de la Cruz.
Domingo, 15 de abril de 2018
Los discípulos sabían que Jesús había resucitado, porque lo había dicho María Magdalena por la mañana; después Pedro lo había visto, después los discípulos que habían vuelto de Emaús habían contado el encuentro con Jesús resucitado. Lo sabían: ha resucitado y vive. Pero esa verdad no había entrado en el corazón. Esa verdad, sí, la sabían, pero dudaban. Preferían tener esa verdad en la mente, quizá. Es menos peligroso tener una verdad en la mente que tenerla en el corazón. Es menos peligroso.
Estaban todos reunidos y apareció el Señor (Lc 24, 35-48). Y ellos desde antes se asustaron y creían que era un espíritu. Pero Jesús mismo les dijo: «¡No, mirad, tocadme. Ved las llagas. Un espíritu no tiene cuerpo. Mirad, soy yo!». ¿Pero por qué no creían? ¿Por qué dudaban? Hay una palabra en el Evangelio que nos da la explicación: «Pero ya que por la alegría no creían todavía y estaban llenos de estupor…». Por la alegría no podían creer. ¡Era mucha esa alegría! ¡Si esto es verdad, es una alegría inmensa! «Ah, yo no creo. No puedo». No podían creer que hubiera tanta alegría; la alegría que lleva a Cristo.
Nos pasa también a nosotros cuando nos dan una buena noticia. Antes de acogerla en el corazón decimos: «¿Pero es verdad? ¿Pero cómo lo sabes? ¿Dónde lo has escuchado?». Lo hacemos para estar seguros, porque si esto es verdad, es una alegría grande. Esto nos sucede a nosotros en lo pequeño, ¡imaginad a los discípulos! Era tanta la alegría que era mejor decir: «No, yo no lo creo». ¡Pero estaba allí! Sí, pero no podían. No podían aceptar; no podían dejar pasar en el corazón esa verdad que veían. Y al final, obviamente, creyeron. Y esta es la «renovada juventud» que nos dona el Señor. En la oración Colecta lo hemos hablado: la «renovada juventud». Nosotros estamos acostumbrados a envejecer con el pecado… El pecado envejece el corazón, siempre. Te hace un corazón duro, viejo, cansado. El pecado cansa el corazón y perdemos un poco la fe en Cristo Resucitado: «No, no creo… Sería mucha alegría esto… Sí, sí, está vivo, pero está en el Cielo por sus cosas…». Pero ¡sus cosas soy yo! ¡Cada uno de nosotros! Pero esta unión no somos capaces de hacerla.
El apóstol Juan, en la segunda lectura, dice: «Si alguno ha pecado tenemos un abogado ante el Padre». No tengáis miedo, Él perdona. Él nos renueva. El pecado nos envejece, pero Jesús, resucitado, vivo, nos renueva. Esta es la fuerza de Jesús resucitado. Cuando nosotros nos acercamos al sacramento de la penitencia es para ser renovados, para rejuvenecer. Y esto lo hace Jesucristo. Es Jesús resucitado quien hoy está en medio de nosotros: estará aquí sobre el altar; está en la Palabra… Y sobre el altar estará así: ¡resucitado! Es Cristo que quiere defendernos, el abogado, cuando nosotros hemos pecado, para rejuvenecernos.
Hermanos y hermanas, pidamos la gracia de creer que Cristo está vivo, ¡ha resucitado! Esta es nuestra fe, y si nosotros creemos esto, las demás cosas son secundarias. Esta es nuestra vida, esta es nuestra verdadera juventud. La victoria de Cristo sobre la muerte, la victoria de Cristo sobre el pecado. Cristo está vivo. «Sí, sí, ahora recibiré la comunión…». Pero cuando tú recibes la Comunión, ¿estás seguro de que Cristo está vivo ahí, ha resucitado? «Sí, es un poco de pan bendecido…». No, ¡es Jesús! Cristo está vivo, ha resucitado en medio de nosotros y si nosotros no creemos esto, no seremos nunca buenos cristianos, no podremos serlo.
«Pero ya que por la alegría no creían todavía y estaban llenos de estupor». Pidamos al Señor la gracia de que la alegría no nos impida creer, la gracia de tocar a Jesús resucitado: tocarlo en el encuentro mediante la oración; en el encuentro mediante los sacramentos; en el encuentro con su perdón que es la renovada juventud de la Iglesia; en el encuentro con los enfermos, cuando vamos a visitarles, con los presos, con los que están más necesitados, con los niños, con los ancianos. Si nosotros sentimos las ganas de hacer algo bueno, es Jesús resucitado quien nos empuja a esto. Y siempre la alegría, la alegría que nos hace jóvenes.
Pidamos la gracia de ser una comunidad alegre, porque cada uno de nosotros está seguro, tiene fe, ha encontrado a Jesús resucitado.
REGINA COELI, Plaza de San Pedro, Domingo, 15 de abril de 2018
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el centro de este tercer domingo de Pascua está la experiencia del Resucitado hecha por sus discípulos, todos juntos. Eso se evidencia especialmente en el Evangelio que nos introduce de nuevo otra vez en el Cenáculo, donde Jesús se manifiesta a los apóstoles, dirigiéndoles este saludo: «La paz con vosotros» (Lucas, 24, 36). Es el saludo del Cristo Resucitado, que nos da la paz: «La paz con vosotros». Se trata tanto de la paz interior, como de la paz que se establece en las relaciones entre las personas. El episodio contado por el evangelista Lucas insiste mucho en el realismo de la Resurrección. Jesús no es un fantasma. De hecho, no se trata de una aparición del alma de Jesús, sino de su presencia real con el cuerpo resucitado.
Jesús se da cuenta de que los apóstoles están desconcertados al verlo porque la realidad de la Resurrección es inconcebible para ellos. Creen que están viendo un espíritu pero Jesús resucitado no es un espíritu, es un hombre con cuerpo y alma. Por eso, para convencerlos, les dice: «Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo» (v. 39). Y puesto que esto parece no servir para vencer la incredulidad de los discípulos, el Evangelio dice también una cosa interesante: era tanta la alegría que tenían dentro que esta alegría no podían creerla: «¡No puede ser! ¡No puede ser así! ¡Tanta alegría no es posible!». Y Jesús, para convercerles, les dice: «¿Tenéis aquí algo de comer?» (v. 41). Ellos le ofrecen un pez asado; Jesús lo toma y lo come frente a ellos, para convencerles.
La insistencia de Jesús en la realidad de su Resurrección ilumina la perspectiva cristiana sobre el cuerpo: el cuerpo no es un obstáculo o una prisión del alma. El cuerpo está creado por Dios y el hombre no está completo sino es una unión de cuerpo y alma. Jesús, que venció a la muerte y resucitó en cuerpo y alma, nos hace entender que debemos tener una idea positiva de nuestro cuerpo. Este puede convertirse en una ocasión o en un instrumento de pecado, pero el pecado no está provocado por el cuerpo, sino por nuestra debilidad moral. El cuerpo es un regalo maravilloso de Dios, destinado, en unión con el alma, a expresar plenamente la imagen y semejanza de Él. Por lo tanto, estamos llamados a tener un gran respeto y cuidado de nuestro cuerpo y el de los demás. Cada ofensa o herida o violencia al cuerpo de nuestro prójimo, es un ultraje a Dios creador. Mi pensamiento va, en particular para los niños, las mujeres, los ancianos maltratados en el cuerpo.
En la carne de estas personas encontramos el cuerpo de Cristo. Cristo herido, burlado, calumniado, humillado, flagelado, crucificado... Jesús nos ha enseñado el amor. Un amor que, en su Resurrección demostró ser más poderoso que el pecado y que la muerte, y quiere salvar a todos aquellos que experimentan en su propio cuerpo las esclavitudes de nuestros tiempos. En un mundo donde prevalece la prepotencia contra los más débiles y el materialismo que sofoca el espíritu, el Evangelio de hoy nos llama a ser personas capaces de mirar profundamente, llenas de asombro y gran alegría por haber encontrado al Señor resucitado. Nos llama a ser personas que saben recoger y valorar la novedad de vida que Él siembra en la historia, para orientarla hacia los cielos nuevos y la tierra nueva. Que nos sostenga en este camino la Virgen María, a cuya materna intercesión nos encomendamos con confianza.
REGINA COELI, Plaza de San Pedro, Domingo 19 de abril de 2015
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
En las lecturas bíblicas de la liturgia de hoy resuena dos veces la palabra «testigos». La primera vez es en los labios de Pedro: él, después de la curación del paralítico ante la puerta del templo de Jerusalén, exclama: «Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello» (Hch 3, 15). La segunda vez, en los labios de Jesús resucitado: Él, la tarde de Pascua, abre la mente de los discípulos al misterio de su muerte y resurrección y les dice: «Vosotros sois testigos de esto» (Lc 24, 48). Los apóstoles, que vieron con los propios ojos al Cristo resucitado, no podían callar su extraordinaria experiencia. Él se había mostrado a ellos para que la verdad de su resurrección llegara a todos mediante su testimonio. Y la Iglesia tiene la tarea de prolongar en el tiempo esta misión; cada bautizado está llamado a dar testimonio, con las palabras y con la vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros. Todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de que Jesús está vivo.
Podemos preguntarnos: pero, ¿quién es el testigo? El testigo es uno que ha visto, que recuerda y cuenta. Ver, recordar y contar son los tres verbos que describen la identidad y la misión. El testigo es uno que ha visto, con ojo objetivo, ha visto una realidad, pero no con ojo indiferente; ha visto y se ha dejado involucrar por el acontecimiento. Por eso recuerda, no sólo porque sabe reconstruir de modo preciso los hechos sucedidos, sino también porque esos hechos le han hablado y él ha captado el sentido profundo. Entonces el testigo cuenta, no de manera fría y distante sino como uno que se ha dejado cuestionar y desde aquel día ha cambiado de vida. El testigo es uno que ha cambiado de vida.
El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un acontecimiento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han tenido una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su continua conversión en la Penitencia. Gracias a este camino, siempre guiado por la Palabra de Dios, cada cristiano puede transformarse en testigo de Jesús resucitado. Y su testimonio es mucho más creíble cuando más transparenta un modo de vivir evangélico, gozoso, valiente, humilde, pacífico, misericordioso. En cambio, si el cristiano se deja llevar por las comodidades, las vanidades, el egoísmo, si se convierte en sordo y ciego ante la petición de «resurrección» de tantos hermanos, ¿cómo podrá comunicar a Jesús vivo, como podrá comunicar la potencia liberadora de Jesús vivo y su ternura infinita?
Que María, nuestra Madre, nos sostenga con su intercesión para que podamos convertirnos, con nuestros límites, pero con la gracia de la fe, en testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que nos encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz.

Del Papa Benedicto XVI
REGINA CAELI, Domingo 22 de abril de 2012
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, tercer domingo de Pascua, encontramos en el Evangelio según san Lucas a Jesús resucitado que se presenta en medio de los discípulos (cf. Lc 24, 36), los cuales, incrédulos y aterrorizados, creían ver un espíritu (cf. Lc 24, 37). Romano Guardini escribe: «El Señor ha cambiado. Ya no vive como antes. Su existencia ... no es comprensible. Sin embargo, es corpórea, incluye... todo lo que vivió; el destino que atravesó, su pasión y su muerte. Todo es realidad. Aunque haya cambiado, sigue siendo una realidad tangible» (Il Signore. Meditazioni sulla persona e la vita di N.S. Gesù Cristo, Milán 1949, p. 433). Dado que la resurrección no borra los signos de la crucifixión, Jesús muestra sus manos y sus pies a los Apóstoles. Y para convencerlos les pide algo de comer. Así los discípulos «le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos» (Lc 24, 42-43). San Gregorio Magno comenta que «el pez asado al fuego no significa otra cosa que la pasión de Jesús, Mediador entre Dios y los hombres. De hecho, él se dignó esconderse en las aguas de la raza humana, aceptó ser atrapado por el lazo de nuestra muerte y fue como colocado en el fuego por los dolores sufridos en el tiempo de la pasión» (Hom. in Evang XXIV, 5: ccl 141, Turnhout, 1999, p. 201).
Gracias a estos signos muy realistas, los discípulos superan la duda inicial y se abren al don de la fe; y esta fe les permite entender lo que había sido escrito sobre Cristo «en la ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos» (Lc 24, 44). En efecto, leemos que Jesús «les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras y les dijo: "Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados... Vosotros sois testigos"» (Lc 24, 45-48). El Salvador nos asegura su presencia real entre nosotros a través de la Palabra y de la Eucaristía. Por eso, como los discípulos de Emaús, que reconocieron a Jesús al partir el pan (cf. Lc 24, 35), así también nosotros encontramos al Señor en la celebración eucarística. Al respecto, santo Tomás de Aquino explica que «es necesario reconocer, de acuerdo con la fe católica, que Cristo todo está presente en este sacramento... porque la divinidad jamás abandonó el cuerpo que había asumido» (S. Th. III, q. 76, a. 1).
Queridos amigos, en el tiempo pascual la Iglesia suele administrar la primera Comunión a los niños. Por lo tanto, exhorto a los párrocos, a los padres y a los catequistas a preparar bien esta fiesta de la fe, con gran fervor, pero también con sobriedad. «Este día queda grabado en la memoria, con razón, como el primer momento en que... se percibe la importancia del encuentro personal con Jesús» (Exhort. ap. postsin. Sacramentum caritatis, 19). Que la Madre de Dios nos ayude a escuchar con atención la Palabra del Señor y a participar dignamente en la mesa del sacrificio eucarístico, para convertirnos en testigos de la nueva humanidad.
REGINA CAELI, III Domingo de Pascua 30 de abril de 2006
En el tiempo pascual la liturgia nos ofrece múltiples estímulos para fortalecer nuestra fe en Cristo resucitado. En este III domingo de Pascua, por ejemplo, san Lucas narra cómo los dos discípulos de Emaús, después de haberlo reconocido "al partir el pan", fueron llenos de alegría a Jerusalén para informar a los demás de lo que les había sucedido. Y precisamente mientras estaban hablando, el Señor mismo se apareció mostrando las manos y los pies con los signos de la pasión. Luego, ante el asombro y la incredulidad de los Apóstoles, Jesús les pidió pescado asado y lo comió delante de ellos (cf. Lc 24, 35-43). 
En este y en otros relatos se capta una invitación repetida a vencer la incredulidad y a creer en la resurrección de Cristo, porque sus discípulos están llamados a ser testigos precisamente de este acontecimiento extraordinario. La resurrección de Cristo es el dato central del cristianismo, verdad fundamental que es preciso reafirmar con vigor en todos los tiempos, puesto que negarla, como de diversos modos se ha intentado hacer y se sigue haciendo, o transformarla en un acontecimiento puramente espiritual, significa desvirtuar nuestra misma fe. "Si no resucitó Cristo -afirma san Pablo-, es vana nuestra predicación, es vana también vuestra fe" (1Co 15, 14). 
En los días que siguieron a la resurrección del Señor, los Apóstoles permanecieron reunidos, confortados por la presencia de María, y después de la Ascensión perseveraron, juntamente con ella, en oración a la espera de Pentecostés. La Virgen fue para ellos madre y maestra, papel que sigue desempeñando con respecto a los cristianos de todos los tiempos. Cada año, en el tiempo pascual, revivimos más intensamente esta experiencia y, tal vez precisamente por esto, la tradición popular ha consagrado a María el mes de mayo, que normalmente cae entre Pascua y Pentecostés. Por tanto, este mes, que comenzamos mañana, nos ayuda a redescubrir la función materna que ella desempeña en nuestra vida, a fin de que seamos siempre discípulos dóciles y testigos valientes del Señor resucitado. 
A María le encomendamos las necesidades de la Iglesia y del mundo entero, especialmente en este momento lleno de sombras. Invocando también la intercesión de san José, a quien mañana recordaremos de modo particular con el pensamiento proyectado al mundo del trabajo, nos dirigimos a ella con la oración del Regina caeli, plegaria que nos hace gustar la alegría confortadora de la presencia de Cristo resucitado.

DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Ciclo B. Tercer domingo de Pascua
La Eucaristía y la experiencia de los discípulos en Emaús
1346
La liturgia de la Eucaristía se desarrolla conforme a una estructura fundamental que se ha conservado a través de los siglos hasta nosotros. Comprende dos grandes momentos que forman una unidad básica:
- La reunión, la liturgia de la Palabra, con las lecturas, la homilía y la oración universal;
- la liturgia eucarística, con la presentación del pan y del vino, la acción de gracias consecratoria y la comunión.
Liturgia de la Palabra y Liturgia eucarística constituyen juntas "un solo acto de culto" (SC 56); en efecto, la mesa preparada para nosotros en la Eucaristía es a la vez la de la Palabra de Dios y la del Cuerpo del Señor (cf. DV 21).
1347 He aquí el mismo dinamismo del banquete pascual de Jesús resucitado con sus discípulos: en el camino les explicaba las Escrituras, luego, sentándose a la mesa con ellos, "tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio" (cf Lc 24, 13-35).
Los Apóstoles y los discípulos dan testimonio de la Resurrección
642
Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los Apóstoles -y a Pedro en particular- en la construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y, para la mayoría, viviendo entre ellos todavía. Estos "testigos de la Resurrección de Cristo" (cf. Hch 1, 22) son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente de más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez, además de Santiago y de todos los apóstoles (cf. 1Co 15, 4-8).
643 Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por él de antemano(cf. Lc 22, 31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que los discípulos (por lo menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, los evangelios nos presentan a los discípulos abatidos ("la cara sombría": Lc 24, 17) y asustados (cf. Jn 20, 19). Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y "sus palabras les parecían como desatinos" (Lc 24, 11; cf. Mc 16, 11. 13). Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resucitado" (Mc 16, 14).
644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24, 38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24, 39). "No acaban de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados" (Lc 24, 41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda (cf. Jn 20, 24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por Mateo, "algunos sin embargo dudaron" (Mt 28, 17). Por esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un "producto" de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació - bajo la acción de la gracia divina - de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.
857 La Iglesia es apostólica porque está fundada sobre los apóstoles, y esto en un triple sentido:
- Fue y permanece edificada sobre "el fundamento de los apóstoles" (Ef 2, 20; Hch 21, 14), testigos escogidos y enviados en misión por el mismo Cristo (cf Mt 28, 16-20; Hch 1, 8; 1Co 9, 1; 1Co 15, 7-8; Ga 1, l; etc.).
- Guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza (cf Hch 2, 42), el buen depósito, las sanas palabras oídas a los apóstoles (cf 2Tm 1, 13-14).
- Sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los apóstoles hasta la vuelta de Cristo gracias a aquellos que les suceden en su ministerio pastoral: el colegio de los obispos, "a los que asisten los presbíteros juntamente con el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia" (AG 5):
Porque no abandonas nunca a tu rebaño, sino que, por medio de los santos pastores, lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guía la palabra de aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar el Evangelio (MR, Prefacio de los apóstoles).
995 Ser testigo de Cristo es ser "testigo de su Resurrección" (Hch 1, 22; cf. Hch 4, 33), "haber comido y bebido con El después de su Resurrección de entre los muertos" (Hch 10, 41). La esperanza cristiana en la resurrección está totalmente marcada por los encuentros con Cristo resucitado. Nosotros resucitaremos como El, con El, por El.
996 Desde el principio, la fe cristiana en la resurrección ha encontrado incomprensiones y oposiciones (cf. Hch 17, 32; 1Co 15, 12-13). "En ningún punto la fe cristiana encue ntra más contradicción que en la resurrección de la carne" (San Agustín, psal. 88, 2, 5). Se acepta muy comúnmente que, después de la muerte, la vida de la persona humana continúa de una forma espiritual. Pero ¿cómo creer que este cuerpo tan manifiestamente mortal pueda resucitar a la vida eterna?
Cristo, la llave para interpretar las Escrituras
102
A través de todas las palabras de la Sagrada Escritura, Dios dice sólo una palabra, su Verbo único, en quien él se dice en plenitud (cf. Hb 1, 1-3):
Recordad que es una misma Palabra de Dios la que se extiende en todas las escrituras, que es un mismo Verbo que resuena en la boca de todos los escritores sagrados, el que, siendo al comienzo Dios junto a Dios, no necesita sílabas porque no está sometido al tiempo (S. Agustín, Psal. 103, 4, 1).
"Muerto por nuestros pecados según las Escrituras"
601
Este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (Is 53, 11;cf. Hch 3, 14) había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado (cf. Is 53, 11-12; Jn 8, 34-36). S. Pablo profesa en una confesión de fe que dice haber "recibido" (1Co 15, 3) que "Cristo ha muerto por nuestros pecados según las Escrituras" (ibidem: cf. también Hch 3, 18; Hch 7, 52; Hch 13, 29; Hch 26, 22-23). La muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (cf. Is 53, 7-8 y Hch 8, 32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (cf. Mt 20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 25-27), luego a los propios apóstoles (cf. Lc 24, 44-45).
En el centro de la catequesis: Cristo
426
"En el centro de la catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de Nazaret, Unigénito del Padre, que ha sufrido y ha muerto por nosotros y que ahora, resucitado, vive para siempre con nosotros… Catequizar es … descubrir en la Persona de Cristo el designio eterno de Dios… Se trata de procurar comprender el significado de los gestos y de las palabras de Cristo, los signos realizados por El mismo" (CT 5). El fin de la catequesis: "conducir a la comunión con Jesucristo: sólo El puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad". (ibid.).
427 "En la catequesis lo que se enseña es a Cristo, el Verbo encarnado e Hijo de Dios y todo lo demás en referencia a El; el único que enseña es Cristo, y cualquier otro lo hace en la medida en que es portavoz suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su boca… Todo catequista debería poder aplicarse a sí mismo la misteriosa palabra de Jesús: 'Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado' (Jn 7, 16)" (ibid. , 6)
428 El que está llamado a "enseñar a Cristo" debe por tanto, ante todo, buscar esta "ganancia sublime que es el conocimiento de Cristo"; es necesario "aceptar perder todas las cosas … para ganar a Cristo, y ser hallado en él" y "conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos" (Flp 3, 8-11).
429 De este conocimiento amoroso de Cristo es de donde brota el deseo de anunciarlo, de "evangelizar", y de llevar a otros al "sí" de la fe en Jesucristo. Y al mismo tiempo se hace sentir la necesidad de conocer siempre mejor esta fe. Con este fin, siguiendo el orden del Símbolo de la fe, presentaremos en primer lugar los principales títulos de Jesús: Cristo, Hijo de Dios, Señor (Artículo 2). El Símbolo confiesa a continuación los principales misterios de la vida de Cristo: los de su encarnación (Artículo 3), los de su Pascua (Artículos 4 y 5), y, por último, los de su glorificación (Artículos 6 y 7).
2763 Toda la Escritura (la Ley, los Profetas, y los Salmos) se cumplen en Cristo (cf Lc 24, 44). El evangelio es esta "Buena Nueva". Su primer anuncio está resumido por San Mateo en el Sermón de la Montaña (cf. Mt 5-7). Pues bien, la oración del Padre Nuestro está en el centro de este anuncio. En este contexto se aclara cada una de las peticiones de la oración que nos dio el Señor:
"La oración dominical es la más perfecta de las oraciones… En ella, no sólo pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino además según el orden en que conviene desearlo. De modo que esta oración no sólo nos enseña a pedir, sino que también forma toda nuestra afectividad" (Santo Tomás de A., s. th. 2-2. 83, 9).
Cristo, nuestro abogado en el cielo
519
Toda la riqueza de Cristo "es para todo hombre y constituye el bien de cada uno" (RH 11). Cristo no vivió su vida para sí mismo, sino para nosotros, desde su Encarnación "por nosotros los hombres y por nuestra salvación" hasta su muerte "por nuestros pecados" (1Co 15, 3) y en su Resurrección para nuestra justificación (Rm 4, 25). Todavía ahora, es "nuestro abogado cerca del Padre" (1Jn 2, 1), "estando siempre vivo para interceder en nuestro favor" (Hb 7, 25). Con todo lo que vivió y sufrió por nosotros de una vez por todas, permanece presente para siempre "ante el acatamiento de Dios en favor nuestro" (Hb 9, 24).
662 "Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí"(Jn 12, 32). La elevación en la Cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo. Es su comienzo. Jesucristo, el único Sacerdote de la Alianza nueva y eterna, no "penetró en un Santuario hecho por mano de hombre, … sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro" (Hb 9, 24). En el cielo, Cristo ejerce permanentemente su sacerdocio. "De ahí que pueda salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor"(Hb 7, 25). Como "Sumo Sacerdote de los bienes futuros"(Hb 9, 11), es el centro y el oficiante principal de la liturgia que honra al Padre en los cielos (cf. Ap 4, 6-11).
1137 El Apocalipsis de S. Juan, leído en la liturgia de la Iglesia, nos revela primeramente que "un trono estaba erigido en el cielo y Uno sentado en el trono" (Ap 4, 2): "el Señor Dios" (Is 6, 1; cf Ez 1, 26-28). Luego revela al Cordero, "inmolado y de pie" (Ap 5, 6; cf Jn 1, 29): Cristo crucificado y resucitado, el único Sumo Sacerdote del santuario verdadero (cf Hb 4, 14-15; Hb 10, 19-21; etc), el mismo "que ofrece y que es ofrecido, que da y que es dado" (Liturgia de San Juan Crisóstomo, Anáfora). Y por último, revela "el río de Vida que brota del trono de Dios y del Cordero" (Ap 22, 1), uno de los más bellos símbolos del Espíritu Santo (cf Jn 4, 10-14; Ap 21, 6).


Monición al Credo
Se dice CredoPuede introducirse con la siguiente monición.
Al recitar el Credo, proclamemos con gozo el Misterio pascual, que es el núcleo de nuestra fe.

Oración de los fieles
Año B

Oremos a Dios Padre, por Jesucristo, su Hijo, vida nuestra.
- Por la Iglesia, que sufre, que lucha, que espera, para que aparezca en ella la vid nueva de Jesús resucitado. Roguemos al Señor.
- Por los que se encuentran en camino y todavía no han llegado a la fe, para que descubran al Señor Jesús caminando junto a ellos, compartiendo su mismo pan, y sus corazones se llenen de alegría. Roguemos al Señor.
- Por nosotros reunidos aquí en el nombre de Cristo, comensales suyos, para que encienda nuestro corazón con su Palabra y nos haga comprender el sentido actual que tienen su muerte y su resurrección en nuestra vida. Roguemos al Señor.
Haz brillar sobre nosotros, Señor, el resplandor de tu rostro, tú, que resucitaste a tu Hijo de entre los muertos. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.

viernes, 12 de marzo de 2021

Viernes 16 abril 2021, Viernes de la II semana de Pascua, feria.

TEXTOS MISA

Viernes de la II Semana de Pascua.

Antífona de entrada Ap 5, 9-10
Señor, con tu sangre has adquirido para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes. Aleluya.
Redemísti nos, Dómine, in sánguine tuo, ex omni tribu, et lingua, et pópulo, et natióne, et fecísti nos Deo nostro regnum et sacerdótes, allelúia.

Oración colecta
Oh, Dios, esperanza y luz de las almas sinceras, te pedimos humildemente que concedas a nuestros corazones realizar una plegaria digna de ti y que siempre te glorifiquemos con la ofrenda de nuestras alabanzas. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, spes et lumen sincérum méntium, da córdibus nostris, te súpplices deprecámur, et dignam tibi oratiónem persólvere, et te semper praeconiórum múnere collaudáre. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Viernes de la II semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 5, 34-42
Salieron contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en el Sanedrín, mandó que sacaran fuera un momento a los apóstoles y dijo:
«Israelitas, pensad bien lo que vais a hacer con esos hombres. Hace algún tiempo se levantó Teudas, dándoselas de hombre importante, y se le juntaron unos cuatrocientos hombres. Fue ejecutado, se dispersaron todos sus secuaces y todo acabó en nada. Más tarde, en los días del censo, surgió Judas el Galileo, arrastrando detrás de sí gente del pueblo; también pereció, y se disgregaron todos sus secuaces.
En el caso presente, os digo: no os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se disolverá; pero, si es cosa de Dios, no lograréis destruirlos, y os expondríais a luchar contra Dios».
Le dieron la razón y, habiendo llamado a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús, y los soltaron. Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre. Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando la buena noticia acerca del Mesías Jesús.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 26, 1bcde. 4. 13-14 (R.: cf. 4ac)
R. Una cosa pido al Señor: habitar en su casa.
Unum pétii a Dómino: ut inhábitem in domo Dómini.

V. El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
R. Una cosa pido al Señor: habitar en su casa.
Unum pétii a Dómino: ut inhábitem in domo Dómini.

V. Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
R. Una cosa pido al Señor: habitar en su casa.
Unum pétii a Dómino: ut inhábitem in domo Dómini.

V. Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
R. Una cosa pido al Señor: habitar en su casa.
Unum pétii a Dómino: ut inhábitem in domo Dómini.

Aleluya Mt 4, 4b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. R.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.

EVANGELIO Jn 6, 1-15
Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Homilía en santa Marta
Al final la gente está entusiasmada y Jesús, "sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo”. Se distanció del triunfalismo. No se dejó engañar por ese triunfalismo: era libre. Como en el desierto, cuando rechaza las tentaciones de satanás porque era libre, y su libertad era seguir la voluntad del Padre. ¡Y acabará en la cruz! Es el ejemplo de libertad más grande: Jesús, que siguió la voluntad del Padre para curar nuestra filiación. Pensemos hoy en mi libertad, en nuestra libertad. (...) ¿Mi libertad es cristiana? ¿Soy libre? ¿O soy esclavo de mis pasiones, de mis ambiciones, de tantas cosas, de las riquezas, de la moda? Parece una broma, pero ¡cuánta gente es esclava de la moda! Pensemos en nuestra libertad, en este mundo que es un poco esquizoide, esquizofrénico, ¿no? Grita: "Libertad, libertad, libertad”, pero es más esclavo, esclavo, esclavo. Pensemos en esa libertad que Dios, en Jesús, nos da.

Oración de los fieles
Oremos al Padre, por la mediación de su Hijo Jesucristo, que vive para siempre, intercediendo por nosotros.
- Por la Iglesia, para que anuncie con valentía en todo el mundo la Palabra de Dios. Roguemos al Señor.
- Por los gobernantes, para que abran sus ojos a la verdad y no se
opongan a ella. Roguemos al Señor.
- Por los que se preparan a recibir por primera vez la comunión eucarística, para que las comunidades cristianas los ayuden a ser conscientes del paso importante que van a dar. Roguemos al Señor.
- Por los que pasan hambre, para que reciban el alimento necesario, fruto de la solidaridad de todos. Roguemos al Señor.
Te pedimos, Padre, que, participando en la eucaristía, memorial de la Pascua de Jesucristo, seamos dignos de participar un día en el banquete del reino glorioso. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Acoge, Señor, con bondad las ofrendas de tu familia, para que, bajo tu protección, no pierda los dones ya recibidos y alcance los eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oblatiónes famíliae tuae, quaesumus, Dómine, súscipe miserátus, ut, sub tuae protectiónis auxílio, et colláta non perdant, et ad aetérna dona pervéniant. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL II
LA NUEVA VIDA EN CRISTO
49. Este prefacio se dice durante el tiempo pascual.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Por él, los hijos de la luz amanecen a la vida eterna, y se abren a los fieles las puertas del reino de los cielos; porque en la muerte de Cristo nuestra muerte ha sido vencida, y en su gloriosa resurrección hemos resucitado todos.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus. Per quem in aetérnam vitam fílii lucis oriúntur, et regni caeléstis átria fidélibus reserántur.
Quia mors nostra est eius morte redémpta, et in eius resurrectióne vita ómnium resurréxit.
Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión Cf. Rom 4, 25
Cristo nuestro Señor fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Aleluya.
Tráditus est Christus Dóminus noster propter delícta nostra, et resurréxit propter iustificatiónem nostram, allelúia.

Oración después de la comunión
Guarda, Señor, con tu amor constante a los que has salvado, para que los redimidos por la pasión de tu Hijo se alegren con su resurrección. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Contínua, quaesumus, Dómine, quos salvásti pietáte custódi, ut, qui Fílii tui passióne sunt redémpti, eius resurrectióne laeténtur. Qui vivit et regnat in saecula saeculórum.

martes, 9 de marzo de 2021

Martes 13 abril 2021, Martes de la II semana de Pascua, feria o san Martín, papa y mártir, memoria libre o san Hermenegildo, mártir, memoria libre.

TEXTOS MISA

Martes de la II Semana de Pascua.

Antífona de entrada Ap 19, 7. 6
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias, porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
Gaudeámus et exsultémus et demus glóriam Deo, quóniam regnávit Dóminus Deus noster omnípotens, allelúia.

Oración colecta
Haznos capaces, Dios todopoderoso, de anunciar el poder de Cristo resucitado para que poseamos en plenitud los dones visibles que hemos recibido como prenda de los futuros. Por nuestro Señor Jesucristo.
Fac nos, quaesumus, omnípotens Deus, Dómini resurgéntis praedicáre virtútem, ut, cuius múneris pignus accépimus, manifésta dona comprehéndere valeámus. Per Dóminum.

En la conmemoración de san Martín I:
13 de abril
San Martín, Papa y mártir

Oración colecta propia. El resto de la feria de Pascua.

Monición de entrada
Conmemoramos a san Martín I, papa y mártir, nacido en Umbría, Italia. Por condenar la herejía fue expulsado de la sede de Roma por orden del emperador de Constantinopla. que consideraba que la división de pareceres atentaba contra la unidad del imperio. Fue encarcelado y torturado hasta su destierro definitivo en Crimea, donde murió en el año 656. Por lo mucho que tuvo que sufrir en defensa de la fe, el papa Martín fue pronto venerado como mártir.

Oración colecta
Dios todopoderoso, que concediste a san Martín, papa y mártir, no temer las amenazas ni dejarse vencer por los tormentos, concédenos soportar las adversidades del mundo con invencible fortaleza de espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo.
Da nobis, quaesumus, omnípotens Deus, advérsa mundi invícta mentis constántia toleráre, qui beátum Martínum papam et mártyrem nec minis terréri nec ponis passus es superári. Per Dóminum.

En la conmemoración de san Hermenegildo:
13 de abril
San Hermenegildo, mártir

Oración colecta propia. El resto de la feria de Pascua.

Monición de entrada
Conmemoramos a san Hermenegildo, mártir, hijo de Leovigildo, rey arriano de los visigodos. Se convirtió a la fe católica por mediación de san Leandro, arzobispo de Sevilla. Recluido en la cárcel por disposición del rey, el día de la fiesta de Pascua, se negó a recibir la comunión de manos de un obispo arriano. Por ello fue degollado por mandato de su propio padre, en Tarragona, el año 586.

Oración colecta
Oh, Dios, que suscitaste en tu Iglesia a san Hermenegildo, mártir, como valiente defensor de la fe, concede a cuantos veneramos hoy la memoria de su martirio, la unidad en la confesión de tu nombre y la perseverancia en tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Martes de la II semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 4, 32-37
Un solo corazón y una sola alma
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía,
pues lo poseían todo en común.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado. Entre ellos no había necesitados, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba.
José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé, que significa hijo de la consolación, que era levita y natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 92, 1ab. 1c-2. 5 (R.: 1a)
R. El Señor reina, vestido de majestad.
Dóminus regnávit, decórem indútus est.
O bien: Aleluya.

V. El Señor reina, vestido de majestad;
el Señor, vestido y ceñido de poder.
R. El Señor reina, vestido de majestad.
Dóminus regnávit, decórem indútus est.

V. Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
R. El Señor reina, vestido de majestad.
Dóminus regnávit, decórem indútus est.

V. Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.
R. El Señor reina, vestido de majestad.
Dóminus regnávit, decórem indútus est.

Aleluya Jn 3, 14b-15
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. R.
Exaltári opórtet Fílium hóminis, ut omnis qui credit in eum hábeat vitam ætérnam.

EVANGELIO Jn 3, 7b-15
Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».
Nicodemo le preguntó:
«¿Cómo puede suceder eso?».
Le contestó Jesús:
«¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Homilía en santa Marta 30-abril-2019
Pidamos al Señor que nos dé esa conciencia de que no se puede ser cristiano sin caminar con el Espíritu Santo, sin actuar con el Espíritu Santo, sin dejar que el Espíritu Santo sea el protagonista de nuestra vida. Así pues, hay que preguntarse qué lugar ocupa en nuestra vida, porque -repito- no puedes caminar por una vida cristiana sin el Espíritu Santo. Hay que pedir al Señor la gracia de entender este mensaje: ¡nuestro compañero de camino es el Espíritu Santo!

Oración de los fieles
Por Jesucristo, el Señor, hemos renacido del agua y del Espíritu. Presentemos confiados, por su mediación, nuestras súplicas al Padre.
- Por todos los cristianos, para que den testimonio de la fe en los diversos ambientes en que viven. Roguemos al Señor.
- Por los adultos que han recibido el bautismo en la noche de Pascua, para que sepan dar razón de su esperanza. Roguemos al Señor.
- Por los que poseen bienes temporales, para que sepan compartirlos generosamente con los más necesitados. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, para que la participación en la eucaristía nos lleve siempre a una fraterna comunión y caridad. Roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor, y concede a tu Iglesia tener un mismo sentir y pensar, en comunión contigo. Por nuestro Señor Jesucristo, que vive contigo por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Concédenos, Señor, alegrarnos siempre por estos misterios pascuales y que la actualización continua de tu obra redentora sea para nosotros fuente de gozo incesante. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Concéde, quaesumus, Dómine, semper nos per haec mystéria paschália gratulári, ut contínua nostrae reparatiónis operátio perpétuae nobis fiat causa laetítiae. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL II
LA NUEVA VIDA EN CRISTO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Por él, los hijos de la luz amanecen a la vida eterna, y se abren a los fieles las puertas del reino de los cielos; porque en la muerte de Cristo nuestra muerte ha sido vencida, y en su gloriosa resurrección hemos resucitado todos.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus. Per quem in aetérnam vitam fílii lucis oriúntur, et regni caeléstis átria fidélibus reserántur.
Quia mors nostra est eius morte redémpta, et in eius resurrectióne vita ómnium resurréxit.
Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión Cf. Lc 24, 46. 26
Era necesario que el Mesías padeciera y resucitara de entre los muertos, para así entrar en su gloria. Aleluya.
Opórtuit pati Christum, et resúrgere a mórtuis, et ita intráre in glóriam suam, allelúia.

Oración después de la comunión
Escucha, Señor, nuestras oraciones para que el santo intercambio de nuestra redención nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Exáudi, Dómine, preces nostras, ut redemptiónis nostrae sacrosáncta commércia et vitae nobis cónferant praeséntis auxílium et gáudia sempitérna concílient. Per Christum.