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viernes, 16 de septiembre de 2016

El tiempo del Catecumenado y sus ritos; exorcismos menores y bendiciones (RICA).

Ritual de la Iniciación cristiana de adultos, 6-enero-1972 (ed. CEE 2022)

Capítulo I
RITUAL DEL CATECUMENADO DISTRIBUIDO EN SUS GRADOS O ETAPAS

EL TIEMPO DEL CATECUMENADO Y SUS RITOS

98. El catecumenado, es decir, la disciplina o instrucción pastoral de los catecúmenos, se alargará cuanto sea necesario para que madure su conversión y su fe, y, si fuere preciso, por varios años. Porque, con la formación de la vida cristiana en su integridad y con el adiestramiento debidamente prolongado, los catecúmenos son iniciados convenientemente en los misterios de la salvación y en la práctica de las costumbres evangélicas y en los sagrados ritos, celebrados sucesivamente a sus debidos tiempos, y así son introducidos en la vida de la fe, de la liturgia y de la caridad del pueblo de Dios.

En casos peculiares, atendida la preparación espiritual de los candidatos, a juicio del ordinario del lugar, puede abreviarse el tiempo del catecumenado; más aún, en circunstancias totalmente singulares, se puede hacer de una sola vez, o sea, en una sesión (cf. n. 240).

99. Dentro de este tiempo transmítanse a los catecúmenos las debidas instrucciones, con las que al mismo tiempo que se les va mostrando toda la doctrina católica, sean iluminados por la fe, dirijan su corazón a Dios, se promueva su participación en el misterio litúrgico, se impulse su actividad apostólica y toda su vida se nutra según el espíritu de Cristo.

100. Ténganse las celebraciones de la Palabra de Dios, acomodadas al tiempo litúrgico, que sirvan lo mismo para la formación de los catecúmenos que para las necesidades espirituales de los fieles (cf. nn. 106-108).

101. Los exorcismos primeros o menores, ordenados de modo deprecatorio y positivo, muestren ante los ojos de los catecúmenos la verdadera condición de la vida espiritual, la lucha entre la carne y el espíritu, la importancia de la renuncia para conseguir las bienaventuranzas del reino de Dios, y la necesidad constante del divino auxilio (cf. nn. 109-118).

102. Las bendiciones, con las que se muestra la caridad de Dios y la solicitud de la Iglesia, ofrézcanse también a los catecúmenos, para que, mientras todavía carecen de la gracia de los sacramentos, reciban al menos de la Iglesia ánimo, gozo y paz en la prosecución de su esfuerzo y de su camino (cf. nn. 119-124).

103. Durante los años que dura el catecumenado a partir del primer grado catequético, los pasos de un grado a otro, por los que van ascendiendo progresivamente los catecúmenos, pueden simbolizarse o significarse a veces con algunos ritos. Según lo aconsejen las circunstancias, se pueden adelantar la «traditio» o entrega del Símbolo, y también de la oración dominical, y el rito «Effetá», para los cuales, tal vez, falte tiempo si se deja todo para la última etapa (nn. 125-126). Según la utilidad y el deseo local, se puede organizar con tiempo la unción con el óleo de los catecúmenos (cf. nn. 127-132).

104. Durante este tiempo los catecúmenos preocúpense de buscar los padrinos que les han de presentar a la Iglesia en el día de la «elección» (cf. Praenotanda generales de la Iniciación cristiana, nn. 8-10 y Praenotanda n. 43).

105. A veces, durante el año, para algunas celebraciones del catecumenado, y para el rito de la transición (cf. nn. 125-132), convóquese de toda la comunidad a los que tienen alguna relación especial con la iniciación de los catecúmenos, a saber, presbíteros, diáconos, catequistas, padrinos de catecumenado, padrinos (propiamente dichos), amigos y familiares.


CELEBRACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS

106. Para la utilidad de los catecúmenos prepárense peculiares celebraciones de la Palabra de Dios, procurando en primer lugar los fines siguientes:
a) que la doctrina recibida penetre en las almas, por ejemplo, la ética propia del Nuevo Testamento, el perdón de las injurias y de las ofensas, el sentido del pecado y de la penitencia, la misión de los cristianos en el mundo, etc.;
b) que enseñen a saborear los diversos métodos y aspectos de la oración;
c) que explanen a los catecúmenos los símbolos, gestos y tiempos del misterio litúrgico;
d) que les vayan introduciendo gradualmente en los actos de culto de la comunidad total.

107. Para la santificación del domingo, ya desde el tiempo del catecumenado, ha de procurarse lo siguiente:
a) las celebraciones, recordadas en el n. 106 y propias para los catecúmenos, háganse asiduamente los domingos y acostúmbreselos a participar activa y conscientemente en ellas;
b) ábraseles poco a poco a los catecúmenos la primera parte de la celebración de la misa dominical, pero cuidando, en cuanto sea posible, de despedirles después de la liturgia de la Palabra, y añádase una súplica por ellos en la oración universal.

108. Las celebraciones de la Palabra de Dios pueden hacerse después de la catequesis, comprendiendo los exorcismos menores; también pueden concluir con las bendiciones, como se dice después (cf. nn. 110 y 119).


EXORCISMOS MENORES

109. Los exorcismos menores son celebrados por el sacerdote o por el diácono, o también por un catequista digno y apto, designado por el obispo para este ministerio. Cualquiera de éstos, extiende las manos sobre los catecúmenos, que estarán inclinados o arrodillados, y pronuncia alguna de las oraciones de los nn. 113-118.

110. En la iglesia, o en una capilla o en los locales del catecumenado, se hacen durante la celebración de la palabra; también, si el caso lo aconsejara, al principio o al fin de la reunión para la catequesis; finalmente, por necesidades peculiares, en privado para cada catecúmeno.

111. Ya antes del catecumenado, en el tiempo de la evangelización, pueden hacerse los exorcismos menores para el bien espiritual de los «simpatizantes» («fautores»).

112. Nada impide que las fórmulas asignadas para los exorcismos menores puedan repetirse en diversas circunstancias.

Oraciones del exorcismo

113. Oremos.

Oh Dios omnipotente y eterno,
que por tu Hijo Unigénito
nos prometiste el Espíritu Santo,
te rogamos humildemente
por estos catecúmenos, que se ofrecen a ti:
aparta de ellos todo espíritu maligno
y toda acción errónea y pecaminosa,
para que merezcan ser templos del Espíritu santo.
Confirma nuestras palabras, llenas de fe,
y haz que no sean vanas,
sino llenas del poder y de la gracia
con que tu Unigénito libró al mundo del mal.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


R. Amén.

114. Oremos.

Señor Dios nuestro,
por quien se nos descubre la vida verdadera,
se anula la corrupción,
se fortalece la fe,
se despierta la esperanza
y se inculca la caridad,
te rogamos en el nombre de tu Hijo,
nuestro Señor Jesucristo,
y por la virtud del Espíritu Santo,
que alejes de estos siervos tuyos
la incredulidad y la duda,
[el culto de los ídolos y la magia,
los encantamientos y el espiritismo],
el ansia de dinero y los halagos de las pasiones,
las enemistades y las discordias
y cualquier forma de maldad.
Y puesto que les has llamado
para que sean santos y sin pecado
en tu presencia,
renueva en ellos el espíritu de fe y de piedad,
de paciencia y de esperanza,
de moderación y de pureza,
de caridad y de paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


R. Amén.

115. Oremos.

Señor Dios Todopoderoso,
que creaste el hombre a tu imagen y semejanza
en la santidad y en la justicia,
y que, sin abandonar al pecador,
sabiamente preparaste su salvación
por la encarnación de tu Hijo,
salva a estos siervos tuyos
y líbralos con tu poder de todos los males
y de la esclavitud del enemigo;
arranca de ellos el espíritu de la mentira,
de la codicia y de la maldad.
Recíbelos en tu reino,
ábreles los ojos a tu Evangelio,
para que, como hijos de la luz,
sean miembros de tu santa Iglesia,
den testimonio de la verdad
y practiquen, según tus mandamientos,
las obras de misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


R. Amén.

116. Oremos.

Señor Jesucristo,
que en el sermón de la montaña
quisiste apartar del pecado a tus discípulos
y revelar las bienaventuranzas del reino de los cielos,
haz que estos siervos tuyos,
que oyen la palabra del Evangelio,
se conserven inmunes del espíritu de codicia y avaricia,
de sensualidad y de soberbia.
Como fieles discípulos tuyos,
se consideren dichosos,
cuando sean pobres y hambrientos,
misericordiosos y limpios de corazón;
trabajen por la paz
y soporten con alegría las persecuciones,
para que se hagan partícipes de tu reino,
y así consigan la misericordia prometida,
y experimenten el gozo de ver a Dios en los cielos.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.


R. Amén.

117. Oremos.

Dios Padre,
creador y salvador de todos los hombres
que has llamado a estos catecúmenos
a quienes creaste por amor
y acogiste con misericordia;
tú, que sondeas sus corazones,
míralos hoy en espera de tu Hijo;
consérvalos con tu providencia
y realiza en ellos
tu amoroso designio de salvación;
para que, unidos firmemente a Cristo,
sean contados entre sus discípulos
aquí en la tierra
y puedan alegrarse de ser reconocidos
por él en el cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


R. Amén.

118. Oremos.

Oh Dios, que escrutas las intenciones
y recompensas las obras,
mira benigno los trabajos
y el aprovechamiento de tus siervos.
Asegura sus pasos,
auméntales la fe,
acepta su penitencia,
y, descubriendo abiertamente tu justicia y tu bondad,
concédeles que merezcan participar
de tus sacramentos en la tierra,
y gozar de tu compañía eterna en el cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.


R. Amén.

Otras oraciones de exorcismo en el n. 373.


LAS BENDICIONES DE LOS CATECÚMENOS

119.
Las bendiciones indicadas en el n. 102 pueden ser dadas por un sacerdote o por un diácono, o también por un catequista (cf. n. 48), los cuales, extendiendo las manos sobre los catecúmenos, pronuncian algunas de las oraciones siguientes (nn. 121-124). Acabada la oración, los catecúmenos, si cómodamente puede hacerse, se acercan al celebrante, que impone la mano a cada uno. Después se retiran.

Las bendiciones, de ordinario, se confieren principalmente al fin de la celebración de la Palabra de Dios, también, si parece, al fin de la reunión catequética; finalmente, por necesidades peculiares, se puede dar en privado a cada catecúmeno.

120. Ya antes del catecumenado, en el tiempo de la evangelización, se puede bendecir, del mismo modo, a los «simpatizantes» para su bien espiritual.

121Oremos.

Concede, Señor, a nuestros catecúmenos
que, iniciados en los santos misterios,
queden renovados en la fuente del bautismo
y sean contados entre los miembros de tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

122. Oremos.

Oh Dios, que por tus santos profetas
exhortaste a los que se acercan a ti:
«¡Lavaos y purificaos!»,
y dispusiste por medio de Cristo
la regeneración espiritual;
mira ahora a estos siervos tuyos,
que se disponen con diligencia al bautismo:
bendíceles, y, fiel a tus promesas,
prepáralos y santifícalos,
para que, bien dispuestos a recibir tus dones,
merezcan la adopción de hijos
y la entrada en la comunión de la Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


R. Amén.

123. Oremos.

Señor, Dios omnipotente, mira a tus siervos,
que están instruyéndose en el Evangelio de Cristo:
haz que te conozcan y te amen
para que de todo corazón
y con ánimo gozoso
cumplan siempre tu voluntad.
Dígnate guiarlos en su marcha hacia ti;
agrégalos a tu Iglesia,
para que participen de tus misterios
en esta vida y en la eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


R. Amén.

124. Oremos.

Oh Dios, que
por la venida de tu Hijo Unigénito Jesucristo,
libraste providencialmente al mundo del error,
escúchanos y da a tus catecúmenos
inteligencia, perfección,
firmeza en la fe
y conocimiento seguro de la verdad,
para que progresen día a día en toda virtud,
reciban en el momento oportuno la regeneración
para el perdón de los pecados
y glorifiquen tu nombre con nosotros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


R. Amén.

Otras oraciones para la bendición en el n. 374.


RITOS DURANTE EL TIEMPO DEL CATECUMENADO

125.
Las «entregas» que, ya para diversificar el período del catecumenado, ya por razón de Ia brevedad del período de «purificación e iluminación», pueden anticiparse, celébrense solamente cuando parezcan maduros los catecúmenos; en caso contrario, no se tengan.

126. La ceremonia hágase del modo descrito más abajo: la «entrega del Símbolo», en los nn. 183-187; la «entrega de la Oración dominical», en los nn. 188-192. Hecha la «entrega» la ceremonia puede concluir con el rito «Effetá» (cf. nn. 200-202), a no ser que durante el «rito de la transición» se entregue el Símbolo (cf. nn. 194-199), que comienza con el rito «Effetá». En estos casos cuídese que en las fórmulas no se use la palabra «elegido»; dígase sencillamente «catecúmeno».

127. Si parece oportuno que los catecúmenos sean favorecidos con la primera unción, adminístrela un sacerdote o un diácono.

128. La unción, que se confiere al final de la celebración de la Palabra de Dios, se da a todos los catecúmenos. Por razones peculiares se puede conferir a cada uno en privado. Además, en casos razonables, se puede ungir varias veces a los catecúmenos.

129. En este rito se emplea el óleo de los catecúmenos, bendecido por el obispo en la misa crismal o, por razones pastorales, por el sacerdote inmediatamente antes de la unción [1].

[1] Cf. Ordo benedicendi Oleum catechumenorum et infirmorum et conficiendi Chrisma. Prenotanda, n. 7. Typis Polyglotis Vaticanis, 1971, p. 8.

Rito de la unción

130. Si se usa el óleo bendecido antes por el obispo según Ia costumbre, el celebrante diga primero alguna de las fórmulas de los exorcismos menores (nn. 113-118). 

Después dirá:

Para que el poder de Cristo Salvador os fortalezca,
os ungimos con este óleo de salvación
en el nombre del mismo Jesucristo, Señor nuestro,
que vive y reina por los siglos de los siglos.


Los catecúmenos:

Amén.

Cada uno de los catecúmenos es ungido con el óleo de los catecúmenos en el pecho, o en ambas manos, o también en otras partes del cuerpo, si parece oportuno. Si fueran muy numerosos los catecúmenos, puede llamarse a varios ministros.

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131. Pero si el óleo ha de ser bendecido por el sacerdote, entonces él mismo lo bendice, diciendo esta oración:

Señor Dios, fuerza y defensa de tu pueblo,
que has hecho del aceite un símbolo de vigor,
dígnate bendecir + este óleo;
y concede tu fortaleza
a los catecúmenos que han de ser ungidos con él,
para que, al aumentar en ellos
el conocimiento de las realidades divinas
y la valentía en el combate de la fe,
vivan más hondamente el Evangelio de Cristo,
emprendan animosos la tarea cristiana,
y, admitidos entre tus hijos de adopción,
gocen de la alegría de sentirse renacidos
y de formar parte de la Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

132. Después el celebrante, vuelto a los catecúmenos, dice:

Para que el poder de Cristo Salvador os fortalezca,
os ungimos con este óleo de salvación
en el nombre del mismo Jesucristo, Señor nuestro,
que vive y reina por los siglos de los siglos.

Catecúmenos:

Amén.

Cada uno de los catecúmenos es ungido con el óleo de los catecúmenos en el pecho, o en ambas manos, o también en otras partes del cuerpo, si parece oportuno. Si fueran muy numerosos los catecúmenos puede llamarse a varios ministros.
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