Capítulo I
RITUAL DEL CATECUMENADO DISTRIBUIDO EN SUS GRADOS O ETAPAS
EL TIEMPO DE LA PURIFICACIÓN Y DE LA ILUMINACIÓN
Ritos propio de este periodo
RITUAL DEL CATECUMENADO DISTRIBUIDO EN SUS GRADOS O ETAPAS
EL TIEMPO DE LA PURIFICACIÓN Y DE LA ILUMINACIÓN
Ritos propio de este periodo
193. Donde puedan congregarse el Sábado Santo los elegidos, para disponerse con el recogimiento espiritual y la oración a recibir los sacramentos, pueden seguirse, según lo aconsejan las circunstancias, en todo o en parte los ritos siguientes.
I. RECITACIÓN DEL SÍMBOLO
194. Con este rito se prepara a los elegidos para la profesión bautismal de la fe y se les instruye sobre el deber de anunciar la palabra del Evangelio.
195. Si por alguna dificultad no se hubiera podido entregar el Símbolo a su debido tiempo (cf. nn. 183-187), se omitirá este rito de la recitación o emisión.
Lecturas y homilía
196. Para empezar se entona algún canto apropiado. Después se lee una de las lecturas siguientes, o bien otra apropiada:
EVANGELIO Mt 16, 13-18
Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo
╬ Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».
Jesús le respondió:
«Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora yo te digo: tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará».
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».
Jesús le respondió:
«Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora yo te digo: tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará».
Palabra del Señor.
(Solamente si se celebra unido al rito del «Effetá»).
EVANGELIO Mc 7, 31-37
«Effetá» (esto es: ábrete)
╬ Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano.
Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo:
«Effetá» (esto es, «ábrete»).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían:
«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
EVANGELIO Jn 6, 35. 63-71
¿A quién vamos a acudir? En tus palabras hay vida eterna.
╬ Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús al gentío:
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás.
El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».
Jesús le contestó:
«¿Acaso no os he escogido yo a vosotros, los Doce? Y uno de vosotros es un diablo».
Lo decía por Judas, el hijo de Simón Iscariote, pues este lo iba a entregar, uno de los Doce.
Palabra del Señor.
Y se hace una breve homilía.
197. Si se celebra unido al rito «Effetá», el celebrante comienza por lo que se dice en los nn. 200-202.
Oración para la recitación del Símbolo
198. Con las manos extendidas ante el pecho, el celebrante dice la oración siguiente:
Oremos.
Te rogamos, Señor,
que concedas a nuestros elegidos,
que han recibido la fórmula que resume
el designio de tu caridad
y los misterios de la vida de Cristo,
que sea una misma la fe que confiesan los labios
y profesa el corazón,
y así cumplan con las obras tu voluntad.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Recitación del Símbolo
199. A continuación los elegidos recitan el Símbolo:
Creo en Dios,
Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna. Amén.
Si en la entrega del Símbolo se hubiese empleado el Símbolo Niceno-Constantinopolitano, éste se recitará en esta ceremonia (cf. n. 186).
II. RITO DEL "EFFETÁ"
200. Con este rito, en virtud del propio simbolismo, se inculca la necesidad de la gracia, para que se pueda escuchar la Palabra de Dios con provecho sobrenatural para la salvación.
Lectura
201. Después de un canto apropiado se lee Mc 7, 31-37, que el celebrante explica brevemente.
EVANGELIO Mc 7, 31-37
«Effetá» (esto es: ábrete)
╬ Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano.
Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo:
«Effetá» (esto es, «ábrete»).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían:
«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Rito del "Effetá"
202. Entonces el celebrante toca con el pulgar los oídos derecho e izquierdo de cada uno de los elegidos, y la boca, sobre los labios cerrados, mientras dice:
Effetá, que significa: ábrete,
para que profeses la fe que has escuchado,
para alabanza y gloria de Dios.
Pero si los elegidos fueran muy numerosos, solamente se dice la fórmula íntegra al primero, y a los demás sólo se les dirá:
Effetá, que significa: ábrete.
III. ELECCIÓN DEL NOMBRE CRISTIANO
203. En este momento se puede imponer el nuevo nombre (si no se hubiera dado antes según la norma del n. 88), ya sea un nombre cristiano, ya un nombre según el uso civil de la región, con tal de que pueda asumir sentido cristiano. A veces, si las circunstancias lo permiten y los elegidos son pocos, bastará que se le explique al elegido la significación cristiana del nombre recibido anteriormente de sus propios padres.
Lecturas
204. Después de un canto apropiado, si lo aconsejan las circunstancias, se puede tener una lectura, que el celebrante glosará brevemente, por ejemplo:
Gn 17, 1-8: Te llamarás Abrahán.
Cuando Abrán tenía noventa y nueve años, se le apareció el Señor y le dijo:
«Yo soy Dios todopoderoso, camina en mi presencia y sé perfecto. Yo concertaré una alianza contigo: te haré crecer sin medida».
Abrán cayó rostro en tierra y Dios le habló así:
«Por mi parte, esta es mi alianza contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos. Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos. Te haré fecundo sobremanera: sacaré pueblos de ti, y reyes nacerán de ti.
Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como alianza perpetua. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré su Dios».
Abrán cayó rostro en tierra y Dios le habló así:
«Por mi parte, esta es mi alianza contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos. Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos. Te haré fecundo sobremanera: sacaré pueblos de ti, y reyes nacerán de ti.
Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como alianza perpetua. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré su Dios».
Palabra de Dios.
Mira, vengo pronto. Mantén lo que tienes, para que nadie se lleve tu corona.
Al vencedor le haré columna en el templo de mi Dios y nunca más saldrá fuera; escribiré sobre él el nombre de mi Dios, el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la que desciende del cielo de junto a mi Dios, y mi nombre nuevo.
El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Palabra de Dios.
- Mt 16, 13-18: Tú eres Pedro.
En aquel tiempo Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
- Is 62, 1-5: Te pondrán un nombre nuevo.
Lectura del libro del profeta Isaías.
Por amor a Sión no callaré,
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que rompa la aurora de su justicia,
y su salvación llamee como antorcha.
Los pueblos verán tu justicia,
Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes tu gloria;
te pondrán un nombre nuevo,
pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la mano del Señor
Serás corona fúlgida en la mano del Señor
y diadema real en la palma de tu Dios.
Ya no te llamarán «Abandonada»,
Ya no te llamarán «Abandonada»,
ni a tu tierra «Devastada»;
a ti te llamarán «Mi predilecta»,
y a tu tierra «Desposada»,
porque el Señor te prefiere a ti,
y tu tierra tendrá un esposo.
Como un joven se desposa con una doncella,
Como un joven se desposa con una doncella,
así te desposan tus constructores.
Como se regocija el marido con su esposa,
se regocija tu Dios contigo.
Palabra de Dios.
- Ap 3, 11-13: Grabaré en él mi nombre nuevo.
Lectura del libro del Apocalipsis
Mira, vengo pronto. Mantén lo que tienes, para que nadie se lleve tu corona.
Al vencedor le haré columna en el templo de mi Dios y nunca más saldrá fuera; escribiré sobre él el nombre de mi Dios, el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la que desciende del cielo de junto a mi Dios, y mi nombre nuevo.
El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Palabra de Dios.
- Mt 16, 13-18: Tú eres Pedro.
╬ Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».
Jesús le respondió:
«Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora yo te digo: tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará».
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».
Jesús le respondió:
«Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora yo te digo: tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará».
Palabra del Señor.
- Jn 1, 40-42: Te llamarás Cefas.
╬ Lectura del santo Evangelio según san Juan.
En aquel tiempo Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
«Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)».
42 Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:
42 Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:
«Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro)».
Palabra del Señor.
Elección del nombre
Palabra del Señor.
Elección del nombre
205. El celebrante interroga a cada elegido acerca del nombre que haya escogido cada uno. Después, si es oportuno (cf. n. 203), dice:
N., en adelante te llamarás N.
El elegido:
Amén (u otra respuesta apropiada).
Si se juzga oportuno, se explica la significación cristiana del nombre recibido de los propios padres.
IV. UNCIÓN CON EL ÓLEO DE LOS CATECÚMENOS
206. La unción con el óleo de los catecúmenos, si a juicio de la conferencia episcopal ha de conservarse, y por falta de tiempo no se puede celebrar en la misma Vigilia pascual, se puede conferir el Sábado Santo durante el día. Se puede administrar, o separadamente, o también juntamente con la recitación del Símbolo, o antes de ésta, como su preparación, o bien después, como su ratificación.
207. Empléese el óleo bendecido por el obispo en la misa crismal. Por razones pastorales lo puede bendecir un sacerdote, diciendo la oración siguiente:
Señor Dios, fuerza y defensa de tu pueblo,
que has hecho del aceite un símbolo de vigor,
dígnate bendecir + este óleo;
y concede tu fortaleza
a los catecúmenos que han de ser ungidos en él,
para que, al aumentar en ellos
el conocimiento de las realidades divinas
y la valentía en el combate de la fe,
vivan más hondamente el Evangelio de Cristo,
emprendan animosos la tarea cristiana,
y, admitidos entre tus hijos de adopción,
gocen de la alegría de sentirse renacidos
y de formar parte de la Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Después el celebrante, vuelto a los elegidos, dice:
Para que el poder de Cristo Salvador os fortalezca,
os ungimos con este óleo de salvación
en el nombre del mismo Jesucristo, Señor nuestro,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Los elegidos:
Amén.
Cada uno de los elegidos es ungido con el óleo de los catecúmenos en el pecho, o en ambas manos, o también en otras partes del cuerpo, si parece oportuno. Si fueran muy numerosos los elegidos, puede llamarse a varios ministros.
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