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jueves, 18 de julio de 2019

Exequias: diversos textos y lecturas para casos especiales.

Exequias y difuntos
Ritual de Exequias. Extracto (2017)

CAPÍTULO V. TEXTOS DIVERSOS EN CASOS ESPECIALES

1.- En una muerte repentina

Monición introductoria
Hermanos: Hoy nos convoca un hecho desconcertante, aunque no infrecuente. La muerte inesperada de N. En realidad, la muerte resulta siempre dolorosa y nos sume en la angustia y en la conciencia de nuestra limitación. En momentos como el presente, acudimos a la fe para encontrar fortaleza y esperanza. Interroguemos, sí, a la fe, pero desde una actitud atenta a la revelación de Dios a través de su Palabra todopoderosa, y confiando también en la oración de la Iglesia.
[La Eucaristía que vamos a celebrar nos pone en contacto con el amor de Dios manifestado en la muerte y resurrección de su Hijo Jesucristo, causa de salvación para todos los hombres.] [Dispongámonos a participar dignamente en ella.]

Oración de los fieles
Celebrante:
Con el corazón apenado por la muerte de N., pero confiando en la misericordia de Dios, nuestro Padre, oremos con fe.
Lector:
Para que libre de todo mal y admita en su presencia a nuestro hermano (nuestra hermana) N., que ha sido arrebatado (arrebatada) por la muerte de forma tan inesperada. Roguemos al Señor.
Para que ayude a sus familiares y amigos y los consuele con su gracia. Roguemos al Señor.
Para que la Iglesia, en esta y en otras circunstancias de dolor, anuncie eficazmente la victoria de Cristo sobre la muerte. Roguemos al Señor.
Para que todos los que nos hemos reunido para dar el último adiós a N. sepamos construir una sociedad más humana y fraterna. Roguemos al Señor.
Para que Dios purifique a los fieles difuntos con su misericordia y los revista de gloria y de inmortalidad. Roguemos al Señor.
Celebrante:
Ten misericordia, Dios nuestro,
de tu siervo (sierva) N., y a nosotros concédenos
mantener siempre viva la esperanza.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Invitación para el último adiós
Antes de separarnos [para conducir el cuerpo de N. al lugar de su reposo definitivo], oremos con fe y esperanza, confiando nuevamente en las manos de Dios a nuestro hermano (nuestra hermana).
Hemos venido a esta celebración hondamente afectados. Salgamos de ella fortalecidos por la palabra del Señor: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré». Pero no olvidemos tampoco su invitación a estar preparados, porque no sabemos el día ni la hora.
La aspersión con el agua bendita que vamos a realizar, en señal de respeto hacia estos restos mortales, significa que nuestro hermano (nuestra hermana) fue incorporado (incorporada) a la Iglesia por medio del bautismo. La Iglesia ora por él (ella) y lo (la) despide con afecto y con dolor.


3.- En una muerte por accidente

Monición introductoria
Hermanos: La vida humana es un bien tan precioso que, cuando alguien la pierde de forma violenta por accidente [de tráfico; de trabajo], todos nos sentimos afectados. La muerte de N. [feligrés (feligresa) de esta parroquia; vuestro convecino (vuestra convecina); vuestro compañero (vuestra compañera) de trabajo], os ha reunido en esta iglesia. Para unos, esto es un acto de solidaridad con el difunto (la difunta) y con su familia; para otros, los creyentes, es también un momento de oración y de fe en un Dios que es Padre capaz de dar no solo la vida terrena, sino también la vida que no acaba. Nuestro destino es vivir, y vivir felices en el reino eterno de Dios.
[Que esta Eucaristía, celebración de la muerte redentora de Jesucristo, ayude a nuestro hermano (nuestra hermana) N. a alcanzar la vida eterna —premiando sus obras buenas y la entrega a su trabajo—.]
[Al comenzar esta celebración, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros corazones, para que se acreciente nuestra comunión con él y con los hermanos.]

Oración de los fieles
Celebrante:
Oremos a Dios, el único que puede responder a nuestra angustia con la promesa y la realidad de la vida eterna.
Lector:
Por nuestro hermano (nuestra hermana) N., cuya vida ha quedado truncada por un accidente [de carretera; laboral], para que Dios lo (la) acoja en sus brazos de Padre. Roguemos al Señor.
Por los familiares [la esposa (el esposo), los hijos] y los amigos de N., para que encuentren fortaleza en su fe y motivos para seguir luchando. Roguemos al Señor.
Por todos los que mueren de manera violenta [en la carretera; en el lugar de trabajo], para que alcancen la felicidad y la paz que en esta vida no pudieron encontrar. Roguemos al Señor.
Por nuestra sociedad, para que no haga de la vida una frivolidad o una carrera de obstáculos, en la que imperen el placer y el egoísmo. Roguemos al Señor.
Por todos nosotros, para que pongamos nuestra voluntad en los valores que permanecen y llevemos a la práctica la solidaridad cristiana. Roguemos al Señor.
Celebrante:
Escucha, oh, Padre, las oraciones de tu iglesia;
tú eres compasivo y justo;
ayúdanos a superar la adversidad
y a vivir guiados por la fe
y sostenidos por la esperanza.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Invitación para el último adiós
Antes de despedirnos, serenado nuestro espíritu por la Palabra de Dios y la participación [en la Eucaristía y] en la oración de la Iglesia, realicemos un postrero acto de homenaje a los restos mortales de N.
Recordemos la promesa del Señor: «Que todo el que cree en el Hijo tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día», (o bien, en caso de accidente de trabajo: «El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna»).
Rociaremos con agua bendita este cuerpo, en memoria del bautismo que incorporó a nuestro hermano (nuestra hermana) a la comunidad de salvación [y lo incensaremos en señal de respeto]. La Iglesia ora de nuevo por él (ella), para confiarlo a la misericordia del Padre.


4.- En una muerte por homicidio o por presunto suicidio

Monición introductoria
Hermanos: Estamos reunidos para encomendar al amor infinito de Dios, nuestro Padre, a N., cuya muerte nos ha llenado de dolor a todos. Al mismo tiempo, deseamos consolar a una familia y a unos amigos que sufren particularmente. A nosotros no nos es dado juzgar a nadie: solo Dios conoce el fondo de las personas, y solo él sabe lo que se encierra en el corazón humano. Por eso, su justicia está envuelta siempre en la misericordia. En estos momentos, dirigimos nuestra mirada a Cristo, muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación. Creemos en él y confiamos en él.
[Escucharemos su palabra y renovaremos el gesto supremo de su entrega a la muerte para salvarnos, esperando que su sacrificio beneficie, en cuanto sea necesario, a nuestro hermano (nuestra hermana) N., y sea fuente de perdón también para quienes puedan haber causado su muerte.]
[Humildes y penitentes, reconozcámonos pecadores e invoquemos la misericordia divina.]

Oración de los fieles
Celebrante:
Unidos a todos los que sufren por la muerte de N. [en las circunstancias en que se ha producido], acerquémonos al Señor de la misericordia, para encontrar luz en la oscuridad y fe en nuestra duda.
Lector:
Por nuestro hermano (nuestra hermana) N., por quien Jesús, nuestro Salvador, entregó su vida, para que alcance el perdón y la misericordia del Padre. Roguemos al Señor.
Por sus familiares y amigos, desconcertados ante esta muerte, para que vivan apoyados en Jesús, manso y humilde de corazón, y encuentren en él el consuelo prometido. Roguemos al Señor.
Por todos los que han muerto en circunstancias extrañas, para que el Dios que sondea los corazones y conoce la responsabilidad de cada uno sea para ellos compasivo y misericordioso. Roguemos al Señor.
— [Por quien haya podido tener alguna responsabilidad directa en la muerte de N., para que reconsidere su acción y se integre, convertido y reconciliado, en la comunidad cristiana. Roguemos al Señor.]
Por nuestra sociedad, que se hace competitiva y violenta, para que recupere la jerarquía de los valores morales y defienda eficazmente el sagrado derecho a la vida que tiene todo ser humano. Roguemos al Señor.
Por todos nosotros y por los que ansían un mundo más fraterno, para que superemos con el amor cualquier conflicto o enfrentamiento. Roguemos al Señor.
Celebrante:
Escucha, Señor, nuestra oración
y ten piedad de N.,
que fue hecho hijo tuyo (hecha hija tuya)
por el bautismo;
acepta el bien que hizo en su vida
y perdona sus culpas o debilidades.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Invitación para el último adiós
La bondad de Dios está por encima de los hombres, su justicia se traduce en misericordia para los que acuden a él. «Señor, escucha mi oración; tú, que eres fiel, atiende a mi súplica. No llames ajuicio a tu siervo, pues ningún hombre es inocente frente a ti».
Al despedir a N., para dar sepultura a sus restos mortales, rociándolos con el agua del bautismo, que un día recibió para ser hijo de Dios y heredar la vida eterna, oremos de nuevo por él (ella) confinándolo también a la intercesión de la Santísima Virgen María y de todos los santos.


CAPÍTULO VI. ESQUEMAS DE LECTURAS POR TEMAS Y CIRCUNSTANCIAS

5.- En una muerte que deja un gran vacío

Monición
La fe que nos reúne ante esta muerte nos ofrece el consuelo de saber que el mismo Hijo de Dios sufrió, para salvarnos, la muerte más desgarradora (Ev.). De él viene la salvación para todos aquellos que la esperan y están unidos a él por al sacramento del bautismo (1ª lect. A.T. y N.T.). Desde lo más profundo de nuestro dolor, esperemos en la palabra del Señor (salmo).

Lam 3, 17-26: Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
O bien:
Rom 6, 3-9: Nuestra existencia está unida a él.
Sal 129. R. Espero en el Señor, espero en su palabra.
Jn 19, 17-18. 25-39: Inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

PRIMERA LECTURA (Opción 1)
Leccionario V, pág. 476.
VI   Lam 3, 17-26
Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor
Lectura del libro de las Lamentaciones.

He perdido la paz,
me he olvidado de la dicha;
me dije: «Ha sucumbido mi esplendor
y mi esperanza en el Señor».
Recordar mi aflicción y mi vida errante
es ajenjo y veneno;
no dejo de pensar en ello,
estoy desolado;
hay algo que traigo a la memoria,
por eso esperaré:
Que no se agota la bondad del Señor,
no se acaba su misericordia;
se renuevan cada mañana,
¡que grande es tu fidelidad!;
me digo: «Mi lote es el Señor,
por eso esperaré en él!».
El Señor es bueno para quien espera en él,
para quien lo busca;
es bueno esperar en silencio
la salvación del Señor.

Palabra de Dios.

PRIMERA LECTURA (Opción 2)
Leccionario V, pág. 492.
III (forma larga)   Rom 6, 3-9
Andemos en una vida nueva
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
¿Sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con el en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado, y, de este modo, nosotros dejáramos de servir al pecado; porque quien muere ha quedado libre del pecado.
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre él.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Leccionario V, págs. 482-489.
IX   Sal 129, 1b-2. 3-4. 5-6. 7. 8 (R.: 1b; cf. 5)

R. Espero en el Señor, espero en su palabra.

V. Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi suplica. R.

V. Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quien podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R.

V. Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora. R.

V. Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa. R.

V. Y el redimirá a Israel
de todos sus delitos. R.

VII   Jn 11, 25a. 26
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy la resurrección y la vida —dice el Señor—;
el que cree en mi no morirá para siempre. R.

EVANGELIO
Leccionario V, págs. 527-528.
XIX   Jn 19, 17-18. 25-39
Inclinando la cabeza, entrego el espíritu
+ Lectura del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, cargando Jesús mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo».
Luego, dijo al discípulo:
«Ahí tienes a tu madre».
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido a su término, para que se cumpliera la Escritura, dijo:
«Tengo sed».
Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
«Está cumplido».
E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran.
Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis.
Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán que traspasaron».
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.
Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe.

Palabra del Señor.

7.- En una muerte por accidente

Monición
La muerte, en determinadas circunstancias, resulta especialmente provocadora. A pesar de ello, el creyente intenta sobreponerse porque espera alzarse sobre el polvo el día de la resurrección (1ª lect.). El mismo Jesús experimentó todo el desgarramiento de una muerte violenta en la soledad de la cruz (Ev.). A veces, no nos queda otra cosa que gritar al Señor, para que nos escu­che (salmo).

Job 19, 1. 23-27b: Yo sé que mi redentor vive.
Sal 142. R. Señor, escucha mi oración.
Lc 23, 44-49: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

PRIMERA LECTURA
Leccionario V, pág. 472.
II   Job 19, 1. 23-27b
Yo sé que mi redentor vive
Lectura del libro de Job.

Job respondió diciendo:
«¡Ojalá se escribieran mis palabras!
¡Ojalá se grabaran en cobre,
con cincel de hierro y con plomo
se escribieran para siempre en la roca!
Yo se que mi redentor vive
y que al fin se alzará sobre el polvo:
después que me arranquen la piel,
ya sin carne, veré a Dios.
Yo mismo lo veré, y no otro;
mis propios ojos lo verán».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Leccionario V, págs. 482-489.
X   Sal 142, 1b-2. 5-6. 7ab y 8ab. 10 (R.: 1b)

R. Señor, escucha mi oración.

V. Señor, escucha mi oración;
tu, que eres fiel, atiende a mi suplica;
tu, que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti. R.

V. Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca. R.

V. Escúchame en seguida, Señor,
que me falta el aliento.
En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti. R.

V. Enséñame a cumplir tu ley,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana. R.

IV   Cf. Jn 6, 39
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Ésta es la voluntad de mi Padre —dice el Señor—:
que no pierda nada de lo que me dio,
sino que lo resucite en el ultimo día. R.

EVANGELIO
Lc 23, 44-49
Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
+ Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».
Y, dicho esto, expiró.
El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios, diciendo: «Realmente, este hombre era justo».
Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.

Palabra del Señor.

8.- En una muerte por homicidio o atentado

Monición
Envueltos en un mar de preguntas y de sentimientos contradictorios, nos disponemos a escuchar la palabra divina. Esta palabra contiene una llamada a la esperanza en la resurrección futura de los que han muerto (1ª Iect. A.T.); una invitación a alejar de nosotros el odio, que es una forma de homicidio (1ª lect. N.T.); y la proclamación de la inocencia del Hijo de Dios que, para redimirnos, aceptó la muerte en la cruz (Ev.).

Dan 12, 1-3: Los que duermen en el polvo de la tierra despertarán.
O bien:
1 Jn 3, 14-16: El que no ama permanece en la muerte.
Sal 142. R. Señor, escucha mi oración.
Lc 23, 44-49: Realmente, este hombre era justo.

PRIMERA LECTURA (Opción 1)
Leccionario V, pág. 477.
VII   Dan 12, 1-3
Los que duermen en el polvo de la tierra despertaran
Lectura de la profecía de Daniel.

En aquellos días, yo, Daniel, estaba cumpliendo un luto y escuché esta palabra del Señor:
«Por aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que se ocupa de los hijos de tu pueblo; serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora.
Entonces se salvará tu pueblo: todos los que se encuentran inscritos en el libro.
Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida eterna, otros para vergüenza e ignominia perpetua.
Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad».

Palabra de Dios.

PRIMERA LECTURA (Opción 2)
Leccionario V, pág. 503.
XV   1 Jn 3, 14-16
Hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.

Queridos hermanos:
Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte.
El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva permanentemente en sí vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Leccionario V, págs. 482-489.
X   Sal 142, 1b-2. 5-6. 7ab y 8ab. 10 (R.: 1b)

R. Señor, escucha mi oración.

V. Señor, escucha mi oración;
tu, que eres fiel, atiende a mi suplica;
tu, que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti. R.

V. Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca. R.

V. Escúchame en seguida, Señor,
que me falta el aliento.
En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti. R.

V. Enséñame a cumplir tu ley,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana. R.

IV   Cf. Jn 6, 39
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Ésta es la voluntad de mi Padre —dice el Señor—:
que no pierda nada de lo que me dio,
sino que lo resucite en el ultimo día. R.

EVANGELIO
Lc 23, 44-49
Realmente, este hombre era justo
+ Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».
Y, dicho esto, expiró.
El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios, diciendo: «Realmente, este hombre era justo».
Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.

Palabra del Señor.

9.- En una muerte por presunto suicidio

Monición
Desconcertados y doloridos por esta muerte, quizás nosotros también interpelamos al Señor como un día hizo Marta a Jesús (Ev.). Pero la muerte está ligada a nuestra condición pecadora que se resiste a desaparecer (1ª lect. Rom 5). Jesús nos responde: «Si crees, verás la gloria de Dios», es decir, verás que el destino final es la vida y la resurrección (Ev. y 1ª lect. Rom 14). Quizás, en estos momentos, no podamos hacer otra cosa que llamar al Señor desde lo más profundo de nuestra pena (salmo).

Rom 5, 17-21: Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.
O bien:
Rom 14, 7-9. 10b-12: Ya vivamos ya muramos, somos del Señor.
Sal 129. R. Desde lo hondo a ti grito, Señor.
Jn 11, 32-38. 40: Si crees verás la gloria de Dios.

PRIMERA LECTURA (Opción 1)
Leccionario V, pág. 491.
II   Rom 5, 17-21
Donde abundó el pecado, sobreabundó fue la gracia
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
Si por el delito de uno solo la muerte inauguró su reinado a través de uno solo, con cuánta más razón los que reciben a raudales el don gratuito de la justificación reinarán en la vida gracias a uno solo, Jesucristo.
En resumen, lo mismo que por un solo delito resultó condena para todos, así también por un acto de justicia resultó justificación y vida para todos.
Pues, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos.
Ahora bien, la ley ha intervenido para que abundara el delito; pero, donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, para que, lo mismo que reinó el pecado a través de la muerte, así también reinara la gracia por la justicia para la vida eterna,por Jesucristo, nuestro Señor.

Palabra de Dios.

PRIMERA LECTURA (Opción 2)
Leccionario V, pág. 495.
VI   Rom 14, 7-9. 10b-12
Ya vivamos ya muramos, somos del Señor
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos-

Hermanos:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor.
Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos.
Todos compareceremos ante el tribunal de Dios, pues está escrito:
«¡Por mi vida!, dice el Señor,
ante mí se doblará toda rodilla,
y toda lengua alabará a Dios».
Así pues, cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Leccionario V, págs. 482-489.
IX   Sal 129, 1b-2. 3-4. 5-6. 7. 8 (R.: 1b; cf. 5)

R. Desde lo hondo a ti grito, Señor.

V. Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi suplica. R.

V. Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quien podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R.

V. Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora. R.

V. Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa. R.

V. Y el redimirá a Israel
de todos sus delitos. R.

VII   Jn 11, 25a. 26
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy la resurrección y la vida —dice el Señor—;

el que cree en mi no morirá para siempre. R.

EVANGELIO
Leccionario V, págs. 543.
IV   Jn 11, 32-38. 40
Si crees verás la gloria de Dios
+ Lectura del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, cuando llegó María, la hermana de Lázaro, adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano».
Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó:
«¿Dónde lo habéis enterrado?».
Le contestaron:
«Señor, ven a verlo».
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
«¡Cómo lo quería!».
Pero algunos dijeron:
«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?».
Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llega a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa.
Jesús le dijo:
«¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?».


Palabra del Señor.

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