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sábado, 26 de enero de 2019

Sábado 2 marzo 2019, Lecturas Sábado VII semana del Tiempo Ordinario, año impar.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Sábado de la VII semana del Tiempo Ordinario, año impar (Lec. III-impar).

PRIMERA LECTURA Eclo 17, 1-15
Dios hizo al hombre a su propia imagen
Lectura del libro del Eclesiástico.

EL Señor creó al ser humano de la tierra,
y a ella lo hará volver de nuevo.
Concedió a los humanos días contados y un tiempo fijo,
y les dio autoridad sobre cuanto hay en la tierra.
Los revistió de una fuerza como la suya
y los hizo a su propia imagen.
Hizo que todo ser viviente los temiese,
para que dominaran sobre fieras y aves.
Discernimiento, lengua y ojos,
oídos y corazón les dio para pensar.
Los llenó de ciencia y entendimiento,
y les enseñó el bien y el mal.
Puso su mirada en sus corazones,
para mostrarles la grandeza de sus obras,
y les concedió gloriarse por siempre de sus maravillas.
Por eso alabarán su santo nombre,
para contár la grandeza de sus obras.
Puso delante de ellos la ciencia,
y les dejó en herencia una ley de vida.
Estableció con ellos una alianza eterna,
y les enseñó sus decretos.
Sus ojos vieron la grandeza de su gloria
y sus oídos oyeron su voz gloriosa.
Les dijo: «Guardaos de toda iniquidad»,
y les dio a cada uno preceptos acerca del prójimo.
La conducta humana está siempre ante Dios,
no puede ocultarse a sus ojos.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 102, 13-14. 15-16. 17-18a (R.: cf. 17)
R.
La misericordia del Señor dura por siempre, para aquellos que lo temen.
Misericórdia Dómini ab aetérno super timéntes eum.

V. Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por los que lo temen;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R.
La misericordia del Señor dura por siempre, para aquellos que lo temen.
Misericórdia Dómini ab aetérno super timéntes eum.

V. Los días del hombre duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla. R.
La misericordia del Señor dura por siempre, para aquellos que lo temen.
Misericórdia Dómini ab aetérno super timéntes eum.

V. Pero la misericordia del Señor
dura desde siempre y por siempre,
para aquellos que lo temen;
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza. R.
La misericordia del Señor dura por siempre, para aquellos que lo temen.
Misericórdia Dómini ab aetérno super timéntes eum.

Aleluya Cf. Mt 11, 25
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del reino a los pequeños. R.
Benedíctus es, Pater, Dómine cæli et terræ, quia mystéria regni párvulis revelásti.

EVANGELIO Mc 10, 13-16
Quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban.
Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:
«Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él».
Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Benedicto XVI, Ángelus 23-septiembre-2012
¿Qué nos dice todo esto? Nos recuerda que la lógica de Dios es siempre "otra" respecto a la nuestra, como reveló Dios mismo por boca del profeta Isaías: "Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos" (Is 55, 8). Por esto seguir al Señor requiere siempre al hombre una profunda conversión –de todos nosotros–, un cambio en el modo de pensar y de vivir; requiere abrir el corazón a la escucha para dejarse iluminar y transformar interiormente. Un punto clave en el que Dios y el hombre se diferencian es el orgullo: en Dios no hay orgullo porque Él es toda la plenitud y tiende todo a amar y donar vida; en nosotros los hombres, en cambio, el orgullo está enraizado en lo íntimo y requiere constante vigilancia y purificación. Nosotros, que somos pequeños, aspiramos a parecer grandes, a ser los primeros; mientras que Dios, que es realmente grande, no teme abajarse y hacerse el último. Y la Virgen María está perfectamente "sintonizada" con Dios. Invoquémosla con confianza para que nos enseñe a seguir fielmente a Jesús en el camino del amor y de la humildad.

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