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miércoles, 16 de enero de 2019

Miércoles 20 febrero 2019, Lecturas Miércoles VI semana del Tiempo Ordinario, año impar.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Miércoles de la VI semana del Tiempo Ordinario, año impar (Lec. III-impar)

PRIMERA LECTURA Gén 8, 6-13. 20-22
Miró y vio que la superficie del suelo estaba seca
Lectura del libro del Génesis.

Pasados cuarenta días, Noé abrió la claraboya que había hecho en el arca y soltó el cuervo, que estuvo saliendo y retornando hasta que se secó el agua en la tierra.
Después soltó la paloma, para ver si había menguado el agua sobre la superficie del suelo. Pero la paloma no encontró donde posarse y volvió al arca, porque todavía había agua sobre la superficie de toda la tierra. Él alargó su mano, la agarró y la metió consigo en el arca.
Esperó otros siete días y de nuevo soltó la paloma desde el arca. Al atardecer, la paloma volvió con una hoja verde de olivo en el pico.
Noé comprendió que el agua había menguado sobre la tierra. Esperó todavía otros siete días y soltó la paloma, que ya no volvió.
El año seiscientos uno, el día primero del mes primero se secó el agua en la tierra. Noé abrió la claraboya del arca, miró y vio que la superficie del suelo estaba seca.
Noé construyó un altar al Señor, tomó animales y aves de toda especie pura y los ofreció en holocausto sobre el altar.
El Señor olió el aroma que aplaca y se dijo:
«No volveré a maldecir el suelo a causa del hombre, porque la tendencia del corazón humano es mala desde la juventud. No volveré a destruir a los vivientes como acabo de hacerlo. Mientras dure la tierra no han de faltar siembra y cosecha, frío y calor, verano e invierno, día y noche».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 115, 12-13. 14-15. 18-19 (R.: 17a)
R.
Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza.
Tibi, Dómine, sacrificábo hóstiam laudis.
O bien: Aleluya.

V. ¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor. R.
Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza.
Tibi, Dómine, sacrificábo hóstiam laudis.

V. Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R.
Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza.
Tibi, Dómine, sacrificábo hóstiam laudis.

V. Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.
R.
Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza.
Tibi, Dómine, sacrificábo hóstiam laudis.

Aleluya Cf. Ef 1, 17-18
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón, para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama. R. Pater Dómini nostri Iesu Christi illúminet óculos cordis nostri, ut sciámus quæ sit spes vocatiónis nostræ.

EVANGELIO 8, 22-26
El ciego estaba curado y veía todo con claridad
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida.
Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase.
Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó:
«Ves algo?».
Levantando los ojos dijo:
«Veo hombres, me parecen árboles, pero andan».
Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad.
Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Jerónimo, Comentario al Evangelio de san Marcos V
La saliva de Cristo es medicina. Poniéndole saliva en los ojos y habiéndole impuesto las manos, le preguntó si veía algo. En la ciencia siempre hay progresos. No puede uno en una hora alcanzar la perfecta sabiduría, por capaz que sea. Nadie puede llegar a la perfecta ciencia, sino después de mucho tiempo y de un largo periodo de instrucción. Primero se quitan las manchas, se quita también la ceguera, y de este modo llega la luz. La saliva del Señor es la perfecta doctrina, la que, para enseñar perfectamente, procede de la boca del Señor. La saliva del Señor, por así decir, es ciencia que procede de la sustancia del Señor. Así como la palabra, que procede de la boca, es medicina, del mismo modo la saliva parece que sale como de algo de Dios, es decir, de su misma sustancia. Aquí, por tanto, lo que dice el Evangelio es esto: que el Señor, con una doctrina más secreta, lava el error de los ojos del ciego.

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