FORMULARIO SEGUNDO: TEXTOS ALTERNATIVOS
Modelo B
RITOS INICIALES
251. Ver números 186-192 (a continuación).
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186. Cuando por necesidad, o porque se estima oportuno, no se celebra Misa, se emplea el ritual aquí descrito; lo emplea también el diácono.
RITOS INICIALES
PRIMER MODO
187. A la hora convenida, el ministro, revestido de alba, o de sobrepelliz, y de estola blanca o festiva, o también de pluvial (o de dalmática el diácono) del mismo color, acompañado de los ayudantes, se dirige a la puerta de la iglesia, recibe a los novios y los saluda afablemente, haciéndoles saber que la Iglesia comparte su alegría.
188. Luego se hace la procesión hacia el altar: preceden los ayudantes, sigue el ministro, después los novios, a los que, según las costumbres locales, pueden acompañar honoríficamente, por lo menos los padres y dos testigos, hasta el lugar que tienen preparado. Mientras, se entona el canto de entrada o se toca festivamente el órgano u otro instrumento.
189. El ministro se acerca al altar, lo saluda con una inclinación profunda y lo venera con un beso. Después va a la sede.
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SEGUNDO MODO
190. A la hora convenida, el ministro, revestido de alba, o de sobrepelliz, y de estola blanca o festiva, o también de pluvial (o de dalmática el diácono) del mismo color, se dirige, junto con los ayudantes, al lugar preparado para los novios.
191. Cuando los novios han llegado a su lugar, el ministro los recibe y los saluda afablemente, haciéndoles saber que la Iglesia comparte su alegría.
192. Luego el ministro saluda al altar con una inclinación profunda y va a la sede.
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252. Entonces, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
Luego el ministro saluda a los presentes, diciendo:
La gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo,
que nos amó hasta entregarse por nosotros,
estén con vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O bien:
Bendito seas por siempre, Señor.
O de otro modo adecuado.
253. Luego saluda brevemente a los novios y a los presentes, para disponerlos a la celebración del Matrimonio, con estas palabras u otras semejantes:
Queridos hermanos y hermanas, que hoy acompañáis a N. y N. en la celebración de su Matrimonio en el Señor, sed bienvenidos.
La Iglesia, Esposa fiel de Jesucristo, invita hoy a estos novios a significar y participar en el misterio pascual del Señor, que dio su vida en amor y fidelidad por ella.
El Espíritu Santo, fuente de vida, ayuda desde hoy a estos novios a entregarse mutuamente y con amor indiviso a su proyecto esponsal y de paternidad. Con su gracia les será más llevadero el pacto de amor que hoy rubrican, manteniéndose unidos y fieles en los gozos y adversidades. El mismo Espíritu les ayudará a descubrir también su papel de colaboradores con el amor del Creador y Salvador, recibiendo responsablemente los hijos que Dios les quiera dar.
Dispongámonos, pues, a vivir este acontecimiento con fe y profundo gozo.
Otras moniciones alternativas (núms. 343-345).
ORACIÓN
254. Luego, con las manos extendidas, dice esta oración:
Oremos.
Señor Dios nuestro,
que, al crear el género humano,
estableciste la unión entre el hombre y la mujer,
une en la fidelidad del amor
a estos hijos tuyos que celebran su boda,
para que, amándose sin egoísmo,
den testimonio de tu amor.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
R. Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
255. Ver números 59-61.
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196. Sigue la liturgia de la palabra, en la forma acostumbrada, tomando los textos antes propuestos en los números 59-61, o bien otros de entre las lecturas indicadas más adelante (núms. 374-419: Antiguo Testamento, Nuevo Testamento, Salmos y Aleluyas, Evangelios).
Se elegirá siempre por lo menos una de las lecturas que hablen explícitamente del Matrimonio, las cuales están señaladas con un asterisco (*).
197. Luego el ministro, en la homilía, explica, partiendo del texto sagrado, el misterio del Matrimonio cristiano, la dignidad del amor conyugal, la gracia del sacramento y las obligaciones de los cónyuges, atendiendo, sin embargo, a las diversas circunstancias de las personas.
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(textos nn. 59-61)
PRIMERA LECTURA
Hombre y mujer los creó
Lectura del libro del Génesis. 1, 26-28. 31a
Dijo Dios:
«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.»
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo:
«Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.»
Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Sal 127(128), 1-2. 3. 4-5ac y 6a (R.: 4)
R. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R.
Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R.
Ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sion,
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos. R.
SEGUNDA LECTURA
Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios. 5, 2a. 25-32
Hermanos:
Vivid en el amor como Cristo nos amó y se entregó por nosotros
a Dios.
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia.
Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son.
Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.
«Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.»
Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Palabra de Dios.
ALELUYA Y VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO Cf. Sal 133 (134), 3
R. Aleluya.
El Señor os bendiga desde Sion,
el que hizo cielo y tierra.
R. Aleluya.
En Tiempo de Cuaresma: Cf. 1Jn 4, 16b. 12. 11
R. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
Dios es amor;
amémonos unos a otros como Dios nos amó.
R. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
EVANGELIO
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre
+ Lectura del santo evangelio según san Mateo. 19, 3-6
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba:
«¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo?»
Él les respondió:
«¿No habéis leído que el Creador, en el principio, "los creó hombre y mujer", y dijo: "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne"? De modo que ya no son dos, sino una sola carne.
Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
Palabra del Señor.
O bien:
En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos
+ Lectura del santo evangelio según san Juan. 2, 1-11
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo:
«No les queda vino.»
Jesús le contestó:
«Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.»
Su madre dijo a los sirvientes:
«Haced lo que él diga.»
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
«Llenad las tinajas de agua.»
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les mandó:
«Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.»
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
«Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.»
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
Palabra del Señor.
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Se elegirá siempre por lo menos una de las lecturas que hablen explícitamente del Matrimonio, las cuales están señaladas con un asterisco (*).
197. Luego el ministro, en la homilía, explica, partiendo del texto sagrado, el misterio del Matrimonio cristiano, la dignidad del amor conyugal, la gracia del sacramento y las obligaciones de los cónyuges, atendiendo, sin embargo, a las diversas circunstancias de las personas.
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(textos nn. 59-61)
PRIMERA LECTURA
Hombre y mujer los creó
Lectura del libro del Génesis. 1, 26-28. 31a
Dijo Dios:
«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.»
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo:
«Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.»
Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Sal 127(128), 1-2. 3. 4-5ac y 6a (R.: 4)
R. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R.
Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R.
Ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sion,
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos. R.
SEGUNDA LECTURA
Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios. 5, 2a. 25-32
Hermanos:
Vivid en el amor como Cristo nos amó y se entregó por nosotros
a Dios.
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia.
Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son.
Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.
«Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.»
Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Palabra de Dios.
ALELUYA Y VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO Cf. Sal 133 (134), 3
R. Aleluya.
El Señor os bendiga desde Sion,
el que hizo cielo y tierra.
R. Aleluya.
En Tiempo de Cuaresma: Cf. 1Jn 4, 16b. 12. 11
R. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
Dios es amor;
amémonos unos a otros como Dios nos amó.
R. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
EVANGELIO
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre
+ Lectura del santo evangelio según san Mateo. 19, 3-6
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba:
«¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo?»
Él les respondió:
«¿No habéis leído que el Creador, en el principio, "los creó hombre y mujer", y dijo: "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne"? De modo que ya no son dos, sino una sola carne.
Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
Palabra del Señor.
O bien:
En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos
+ Lectura del santo evangelio según san Juan. 2, 1-11
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo:
«No les queda vino.»
Jesús le contestó:
«Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.»
Su madre dijo a los sirvientes:
«Haced lo que él diga.»
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
«Llenad las tinajas de agua.»
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les mandó:
«Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.»
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
«Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.»
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
Palabra del Señor.
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CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIO
MONICIÓN
256. Puestos en pie todos, incluso los novios, y situados los testigos a uno y otro lado, el ministro se dirige a los novios, con estas palabras u otras semejantes:
Queridos hermanos:
Estamos aquí, junto al altar, para que Dios garantice con su gracia vuestra voluntad de contraer Matrimonio ante el ministro de la Iglesia y la comunidad cristiana ahora reunida. Cristo bendice copiosamente vuestro amor conyugal, y él, que os consagró un día con el santo Bautismo, os enriquece hoy y os da fuerza con un Sacramento peculiar para que os guardéis mutua y perpetua fidelidad y podáis cumplir las demás obligaciones del Matrimonio. Por tanto, ante esta asamblea, os pregunto sobre vuestra intención.
ESCRUTINIO
257. Entonces el ministro los interroga acerca de la libertad, la fidelidad y la aceptación y educación de la prole, y a cada pregunta ellos responden.
V. N. y N., ¿venís a contraer Matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?
R. Sí, venimos libremente.
V. ¿Estáis decididos a amaros y respetaros mutuamente, siguiendo el modo de vida propio del Matrimonio, durante toda la vida?
R. Sí, estamos decididos.
La siguiente pregunta se puede omitir si las circunstancias lo aconsejan, por ejemplo, si los novios son de edad avanzada.
V. ¿Estáis dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?
R. Sí, estamos dispuestos.
CONSENTIMIENTO
258. El ministro los invita a expresar el consentimiento:
Así, pues, ya que queréis contraer santo Matrimonio, unid vuestras manos, y manifestad vuestro consentimiento ante Dios y su Iglesia.
Se dan la mano derecha.
259. En primer lugar interroga al varón:
N., ¿quieres recibir a N. como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarla y respetarla todos los días de tu vida?
El varón responde:
Sí, quiero.
A continuación el ministro interroga a la mujer:
N., ¿quieres recibir a N. como esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?
La mujer responde:
Sí, quiero.
CONFIRMACIÓN DEL CONSENTIMIENTO
260. Luego el ministro que recibe el consentimiento dice a los esposos:
El Señor confirme con su bondad
este consentimiento vuestro
que habéis manifestado ante la Iglesia
y os otorgue su copiosa bendición.
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
O bien:
El Dios de Abrahán,
el Dios de Isaac,
el Dios de Jacob,
el Dios que unió a nuestros primeros padres en el paraíso
confirme este consentimiento mutuo
que os habéis manifestado ante la Iglesia
y, en Cristo, os dé su bendición,
de forma que lo que Dios ha unido,
no lo separe el hombre.
261. El ministro invita a los presentes a alabar a Dios:
Bendigamos al Señor.
Todos responden:
Demos gracias a Dios.
262. En este momento, según las costumbres locales, el esposo levanta el velo con que la esposa cubre su rostro.
BENDICIÓN Y ENTREGA DE LOS ANILLOS
263. El ministro dice:
Bendice + y santifica, Señor,
el amor de N. y N.,
y que estos anillos, signo de fidelidad,
les recuerden su promesa de amor mutuo.
Según la oportunidad, asperja los anillos y los entrega a los esposos.
264. El esposo introduce en el dedo anular de la esposa el anillo a ella destinado, diciendo, según la oportunidad:
N., recibe esta alianza,
en señal de mi amor y fidelidad a ti.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Asimismo la esposa introduce en el dedo anular del esposo el anillo a él destinado, diciendo, según la oportunidad:
N., recibe esta alianza,
en señal de mi amor y fidelidad a ti.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
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BENDICIÓN Y ENTREGA DE LAS ARRAS
265. Según las costumbres locales se puede realizar a continuación el rito de la bendición y entrega de las arras.
El ministro dice:
Bendice +, Señor, estas arras,
que N. y N. se entregan,
y derrama sobre ellos la abundancia de tus bienes.
El esposo toma las arras y las entrega a la esposa, diciendo:
N., recibe estas arras
como prenda de la bendición de Dios
y signo de los bienes que vamos a compartir.
La esposa igualmente las entrega al esposo, diciendo:
N., recibe estas arras
como prenda de la bendición de Dios
y signo de los bienes que vamos a compartir.
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266. Entonces toda la comunidad puede entonar un himno o un canto de alabanza:
Cantemos al Señor, que ha creado y bendecido vuestro amor.
Cantemos al Señor, que ha creado y bendecido vuestro amor.
ORACIÓN DE LOS FIELES
267. Ver número 211 (a continuación).
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211. Luego se hace la oración universal (de la cual se proponen algunos modelos en los números 106, 136 y 172).
a) En primer lugar el ministro invita a orar;
b) siguen las invocaciones de la oración universal con la respuesta de los fieles, pero teniendo en cuenta que cada invocación se armonice con la bendición nupcial y no la duplique;
c) si no se distribuye la sagrada comunión, sigue el Padre nuestro;
d) finalmente, omitiendo la oración conclusiva, el ministro invoca la bendición de Dios sobre la esposa y el esposo, lo cual nunca se omite.
a) En primer lugar el ministro invita a orar;
b) siguen las invocaciones de la oración universal con la respuesta de los fieles, pero teniendo en cuenta que cada invocación se armonice con la bendición nupcial y no la duplique;
c) si no se distribuye la sagrada comunión, sigue el Padre nuestro;
d) finalmente, omitiendo la oración conclusiva, el ministro invoca la bendición de Dios sobre la esposa y el esposo, lo cual nunca se omite.
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Oremos, hermanos, a Dios Padre, de quien viene toda bendición, para que colme de gozo y paz a los nuevos esposos, a cuantos estamos aquí reunidos, a la Iglesia universal y a todos los hombres de la tierra.
— Para que todo el pueblo cristiano progrese en santidad. Roguemos al Señor.
— Para que nuestros hermanos N. y N., que se han unido en Matrimonio, vivan con salud y prosperidad. Roguemos al Señor.
— Para que su Matrimonio sea santificado como el de Caná de Galilea. Roguemos al Señor.
La siguiente petición se puede omitir si las circunstancias lo aconsejan, por ejemplo, si los esposos son de edad avanzada:
— Para que Dios les dé hijos que sean siempre su gozo y su corona. Roguemos al Señor.
— Para que tengan un amor perfecto y una paz y felicidad estables. Roguemos al Señor.
— Para que todos los que se preparan al Matrimonio tengan conciencia de las exigencias de la fidelidad y del amor. Roguemos al Señor.
— Para que todos los Matrimonios, en el amor mutuo y en la fidelidad constante, sean en nuestra sociedad fermento de paz y unidad. Roguemos al Señor.
Si no se distribuye la sagrada comunión, sigue el Padre nuestro.
BENDICIÓN NUPCIAL
268. Los esposos permanecen en su lugar, y se arrodillan.
Entonces el ministro continúa, con las manos juntas:
Invoquemos, hermanos, sobre estos esposos la bendición de Dios, para que proteja con su auxilio a quienes ha unido en el sacramento del Matrimonio.
Todos, durante un espacio de tiempo, oran en silencio.
269. Luego el ministro, con las manos extendidas sobre los esposos, continúa:
Padre santo, que has creado al hombre y a la mujer
para que, siendo los dos una sola carne
y un solo corazón,
sean imagen tuya
y realicen su misión en el mundo.
Padre santo,
que para revelar tus designios
quisiste que el amor del hombre y la mujer
fuera signo de la alianza
que estableciste con tu pueblo,
y que la unión de los esposos
en el sacramento del Matrimonio
manifestara las bodas de Cristo con la Iglesia.
Extiende tu mano protectora
sobre estos hijos tuyos N. y N.
y derrama en sus corazones
la gracia del Espíritu Santo.
Que a lo largo de su nueva vida común,
santificada por este sacramento,
se comuniquen los dones de tu amor;
y que, siendo el uno para el otro signo de tu presencia,
sean en verdad un solo corazón y un solo espíritu.
Concédeles, Señor,
mantener con su trabajo la vida de su hogar,
y educar a sus hijos según el Evangelio,
para que formen parte de tu familia santa.
Colma de bendiciones a tu hija N.,
para que pueda cumplir sus deberes de esposa y madre,
y sea el alma y la alegría del hogar.
Bendice también a tu hijo N.,
para que cumpla su misión de esposo fiel
y padre solícito.
Concede, Padre santo,
a quienes se han unido ante ti
[y desean acercarse a tu mesa]
participar un día en la alegría del banquete eterno.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
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270. Luego, si no se distribuye la sagrada comunión, el ministro, a continuación, bendice al pueblo, diciendo:
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes,
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo.
R. Amén.
Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado.
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SAGRADA COMUNIÓN
271. Ver números 215-220 (a continuación).
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215. Si se distribuye la sagrada comunión, acabada la Bendición nupcial, el ministro se dirige al lugar donde se reserva la Eucaristía, toma el copón con el Cuerpo del Señor, lo deposita sobre el altar y hace genuflexión.
216. Luego introduce la oración dominical con estas palabras u otras semejantes:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
Y todos a la vez continúan diciendo el Padre Nuestro.
217. Después el ministro, según la oportunidad, invita a los fieles con estas palabras u otras semejantes:
Daos fraternalmente la paz.
Entonces los esposos y todos se intercambian una señal de paz y de caridad.
218. Después de esto, el ministro hace genuflexión, toma la hostia y, manteniéndola un poco elevada sobre el copón, vuelto hacia los que van a comulgar, dice:
Éste es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y todos los que van a comulgar añaden:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.
219. Después se acerca a los que van a comulgar y muestra a cada uno de ellos la hostia un poco elevada, diciendo:
El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
Amén.
Y recibe la comunión.
220. Mientras se hace la distribución de la sagrada comunión, se puede entonar, según la oportunidad, un canto adecuado (ver núms. 538-541).
273. Luego el ministro dice esta oración:
Oremos.
Te pedimos, Dios todopoderoso,
que aumente en estos hijos tuyos
la gracia del sacramento recibido;
y los frutos de esta celebración
lleguen a todos nosotros.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
CONCLUSIÓN DE LA CELEBRACIÓN
274. El rito concluye con la bendición de los esposos y del pueblo, ya sea con la forma sencilla La bendición de Dios, ya sea con la siguiente fórmula u otras semejantes, números 354 y 356.
V. Dios, Padre todopoderoso, os conceda su gozo
y os bendiga en los hijos.
R. Amén.
V. El Unigénito Hijo de Dios os asista
en las alegrías y en las tristezas.
R. Amén.
V. El Espíritu Santo
alimente vuestras vidas con su amor.
R. Amén.
V. Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes,
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre, + Hijo y Espíritu Santo.
R. Amén.
275. Terminada la celebración, los testigos y el ministro firman el acta de Matrimonio. El acto de firmar puede hacerse en la sacristía o en presencia del pueblo; pero no debe hacerse sobre el altar.
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