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viernes, 21 de junio de 2019

Viernes 26 julio 2019, Lecturas Viernes XVI semana del Tiempo Ordinario, año impar.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Viernes de la XVI semana del Tiempo Ordinario, año impar (Lec. III-impar).

PRIMERA LECTURA Éx 20, 1-17
La Ley se dio por medio de Moisés (Jn 1, 17)
Lectura del libro del Éxodo

En aquellos días, el Señor pronunció estas palabras:
«Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud.
No tendrás otros dioses frente a mí.
No te fabricarás ídolos, ni figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra, o en el agua debajo de la tierra.
No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo el pecado de los padres en los hijos, hasta la tercera y la cuarta generación de los que me odian.
Pero tengo misericordia por mil generaciones de los que me aman y guardan mis preceptos.
No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso.
Recuerda el día del sábado para santificarlo.
Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas, pero el día séptimo es día de descanso, consagrado al Señor, tu Dios. No harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el emigrante que reside en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra, el mar y lo que hay en ellos; y el séptimo día descansó. Por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días en la tierra, que el Señor, tu Dios, te va a dar.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás falso testimonio contra tu prójimo.
No codiciarás los bienes de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo».


Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 18, 8. 9. 10. 11 (R.: Jn 6, 68c)
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Dómine, verba vitæ ætérnæ habes.

V. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Dómine, verba vitæ ætérnæ habes.

V. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Dómine, verba vitæ ætérnæ habes.

V. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Dómine, verba vitæ ætérnæ habes.

V. Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Dómine, verba vitæ ætérnæ habes.

Aleluya Cf. 8, 15
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia. R.
Beáti qui in corde bono et óptimo verbum Dei rétinent, et fructum áfferunt in patiéntia.

EVANGELIO Mt 13, 18-23
El que escucha la palabra y la entiende, ése dará fruto
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros, pues, oíd lo que significa la parábola del sembrador: si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe.
Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1, 10-11
El número ciento es el fruto de los mártires, a causa de la santidad de su vida y el desprecio de su muerte; el sesenta, el de las vírgenes, por su tranquilidad interior, porque no combaten contra la costumbre de la carne; suele también concederse el descanso a los sexagenarios en la carrera militar y en otros empleos públicos; el número treinta es el de los casados, porque es la edad del combate, y ellos tienen que sostener rudos asaltos para no ser víctimas de sus pasiones. O de otra manera, tienen que luchar con el amor de los bienes temporales para no ser vencidos, y deben domarlo y sujetarlo a fin de reprimirlo con facilidad, o extinguirlo de tal manera que no pueda producir emoción alguna. De aquí proviene, el que unos afronten la muerte por la verdad con energía, otros con tranquilidad y otros con placer. A estos tres grados de virtud corresponden las tres clases de frutos que da la tierra: el treinta, el sesenta y el ciento. En alguno de estos tres grados debe encontrarse el hombre que piensa partir bien de esta vida.

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