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miércoles, 30 de noviembre de 2016

El Viático fuera de la Misa.

Ritual de la Unción y de la pastoral de enfermos (6ª ed. española 1996)

CAPÍTULO III. EL VIÁTICO

EL VIÁTICO FUERA DE LA MISA

174. Si el enfermo quisiera confesarse (para lo que el sacer­dote debe estar siempre solícito) hágalo, a ser posible, antes de recibir el Viático. Si se confiesa dentro de la misma celebración, lo hará al comienzo del rito. De lo contrario, y también en el caso en que haya otros enfermos que quieran comulgar, hágase oportunamente el acto penitencial.

Ritos iniciales

Saludo

175. El sacerdote, vestido cual conviene al sagrado ministe­rio que va a realizar, llega al enfermo y, con sencillas y afectuo­sas palabras, saluda al enfermo y a cuantos están con él. Puede decir, si le parece, este saludo:

La paz del Señor a esta casa y a todos los aquí pre­sentes.
O bien:
La paz del Señor sea con vosotros (contigo).
________________________________________________________

176. Otras fórmulas de saludo:

V. La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros.
R. Y con tu espíritu.

177. O bien:

V. La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor, estén con todos vosotros.
R. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesu­cristo.
O bien:
R. Y con tu espíritu.
________________________________________________________

Una vez colocado el Sacramento sobre la mesa, lo adora junto con los presentes.

178. Luego, si es oportuno, rocía con agua bendita (si hay que bendecir el agua, se hace con la oración propuesta en el n. 259) al enfermo y a la habitación, diciendo esta fórmula:

Que esta agua nos recuerde nuestro bautismo en
Cristo, que nos redimió con su muerte y resurrección.

179. Luego, con esta monición o con otra más adaptada a la situación del enfermo, se dirige a los presentes:

Queridos hermanos, nuestro Señor Jesucristo, an­tes de pasar de este mundo al Padre, nos legó el sacra­mento de su Cuerpo y de su Sangre, para que, robustecidos con su Viático, prenda de resurrección, nos sintamos protegidos a la hora de pasar también nosotros de esta vida a Dios.
Unidos por la caridad con nuestro hermano, ore­mos por él.

Acto penitencial

180. Si fuera necesario, el sacerdote acoge la confesión sa­cramental del enfermo, la cual puede hacerse de modo genérico si no se puede hacer de otro modo.

181. Pero cuando no se celebra dentro del rito la confesión sacramental del enfermo, o hay otros enfermos que han de co­mulgar, el sacerdote invita a todos al acto penitencial.

182. Primera fórmula

El sacerdote invita a los fieles a la penitencia:

Hermanos: para participar con fruto en esta cele­bración, comencemos por reconocer nuestros peca­dos.

Se hace una breve pausa en silencio. Después, todos juntos, hacen la confesión:

Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Dándose golpes de pecho añaden:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Y a continuación:
Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que inter­cedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

El sacerdote concluye:

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén
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183. Segunda fórmula

El sacerdote invita a los fieles a la penitencia:

Hermanos: para participar con fruto en esta cele­bración, comencemos por reconocer nuestros pecados.

Se hace una breve pausa en silencio.

Después el sacerdote dice:

V.  Señor, ten misericordia de nosotros.
R. Porque hemos pecado contra ti.

V.  Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Y danos tu salvación.

El sacerdote concluye:

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

184. Tercera fórmula

El sacerdote invita a los fieles a la penitencia:

Hermanos: para participar con fruto en esta cele­bración, comencemos por reconocer nuestros peca­dos.

Se hace una breve pausa en silencio.

Después, el sacerdote, o uno de los presentes, hace las si­guientes u otras invocaciones con el Señor, ten piedad.

V. Tú que por el misterio pascual nos has obtenido la salvación: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

V. Tú que no cesas de actualizar entre nosotros las maravillas de tu pasión: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.

V. Tú que por la comunión de tu cuerpo nos haces participar del sacrificio pascual: Señor, ten pie­dad.
R. Señor, ten piedad.

El sacerdote concluye:

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.
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185. El sacramento de la Penitencia o el acto penitencial pueden concluirse con la indulgencia plenaria, en peligro de muerte, que el sacerdote otorgará al enfermo de esta manera:

En nombre de nuestro santo Padre el Papa N., te concedo indulgencia plenaria y el perdón de todos los pecados. En el nombre del Padre y del Hijo + y del Espíritu Santo.
R. Amén.

186. O bien:

Que Dios todopoderoso, por la muerte y resurrec­ción de Cristo, te perdone todas las penas de esta vida y de la otra, te abra las puertas del paraíso y te lleve a los gozos eternos.
R. Amén.
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Liturgia de la Palabra

Proclamación de la Palabra de Dios

187. Es muy conveniente que el sacerdote o uno de los pre­sentes lean un texto breve de la Sagrada Escritura, v. g.:

Jn 6, 54-55

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es ver­dadera bebida.

Jn 6, 54-58

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es ver­dadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.

Jn 14, 6

—Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.

Jn 14, 23

—El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.

Jn 15, 4

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sar­miento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

1 Co 11, 26

Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Puede seleccionarse otro texto adecuado entre los que se pro­ponen más adelante (nn. 260 ss.) o del Leccionario de Misas ri­tuales. Una explicación del mismo será muy oportuna, siempre que pueda hacerse.

Profesión de fe bautismal

188. Conviene también que, antes de recibir el Viático, el enfermo renueve la profesión de fe bautismal. Para ello, el sacerdote, después de crear con palabras adecuadas un ambiente propicio, preguntará al enfermo:

¿Crees en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
R. Sí, creo.

¿Crees en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Se­ñor, que nació de santa María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre?
R. Sí, creo.

¿Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de la carne y en la vida eterna?
R. Sí, creo.

Letanía

189. Luego, si las condiciones del enfermo lo permiten, se hace una breve letanía con éste o parecido formulario, respon­diendo el enfermo, si puede, y todos los presentes.

Invoquemos, queridos hermanos, con un solo cora­zón a nuestro Señor Jesucristo, y digámosle: Te rogamos por nuestro hermano.
R. Te rogamos por nuestro hermano.

A ti, Señor, que nos amaste hasta el extremo y te entregaste a la muerte para darnos la vida.
R. Te rogamos por nuestro hermano.

A ti, Señor, que dijiste: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna».
R. Te rogamos por nuestro hermano.

A ti, Señor, que nos invitas al banquete en que ya no habrá ni dolor, ni llanto, ni tristeza, ni separación.
R. Te rogamos por nuestro hermano.

Viático

190. El sacerdote introduce la oración dominical con estas o parecidas palabras:

Y ahora, todos juntos, invoquemos a Dios con la
oración que el mismo Cristo nos enseñó:

Y todos juntos dicen:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

191. El sacerdote muestra el Santísimo Sacramento, di­ciendo:

Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.

El enfermo, si puede, y los que van a comulgar dicen una sola vez:

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

192. El sacerdote se acerca al enfermo y, mostrándole el Sa­cramento, dice:

El Cuerpo de Cristo (o la Sangre de Cristo).

El enfermo responde:

Amén.

Y ahora, o después de dar la comunión, añade el sacerdote:

El mismo te guarde y te lleve a la vida eterna.

El enfermo responde:

Amén.

Los presentes que deseen comulgar reciben el Sacramento en la forma acostumbrada.

193. Una vez distribuida la comunión, el ministro purifica los vasos sagrados. Pueden seguir unos momentos de silencio.

Conclusión del rito

194. El sacerdote dice la oración final.

Oremos.
Dios todopoderoso, cuyo Hijo es para nosotros el camino, la verdad y la vida, mira con piedad a tu siervo N., y concédele que, confiando en tus promesas y fortalecido con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, lle­gue en paz a tu reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.
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Otras oraciones:

195. Señor, tú que eres la salvación eterna de los que creen en ti, concede a tu hijo N., que, fortalecido con el pan y el vino del Viático, llegue seguro a tu reino de luz y de vida.Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

196. Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, te suplicamos con fe viva que el Cuerpo (la Sangre) de nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que nuestro hermano (nuestra hermana) acaba de recibir, le conceda la salud corporal y la salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
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197. Y bendice al enfermo y a los presentes con algunas de estas fórmulas:

Que Dios Padre te bendiga.
R. Amén.

Que el Hijo de Dios te devuelva la salud.
R. Amén.

Que el Espíritu Santo te ilumine.
R. Amén.

Que el Señor proteja tu cuerpo y salve tu alma.
R. Amén.

Que haga brillar su rostro sobre ti y te lleve a la
vida eterna.
R. Amén.

(Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, os bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo.
R. Amén.)
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198. O bien:

Jesucristo, el Señor, esté siempre a tu lado para de­fenderte.
R . Amén.

Que él vaya delante de ti para guiarte y vaya tras de ti para guárdate.
R. Amén.

(Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, os bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
R . Amén.)

199. O bien:

La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo descienda sobre vosotros y os acom­pañe siempre.
R . Amén.

Puede emplearse también alguna de las fórmulas del Misal para el final de la Misa.
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200. Puede bendecir también con el Sacramento, si ha so­brado, haciendo con él la señal de la cruz sobre el enfermo.

Finalmente, tanto el sacerdote como los presentes pueden dar la paz al enfermo.

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