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lunes, 24 de abril de 2017

Ritual del Matrimonio entre parte católica y parte no cristiana.

Ritual del Matrimonio (2ª edición)

Capítulo III. RITUAL DE LA CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIO ENTRE PARTE CATÓLICA Y PARTE CATECÚMENA O NO CRISTIANA

315. Siempre que contraen Matrimonio una parte católica con una parte catecúmena o no cristiana, o dos catecúmenos entre sí, o un catecúmeno con una parte no cristiana, la celebración tiene lugar en la iglesia o en otro lugar conveniente, según el rito siguiente:

El ritual que aquí se ofrece han de observarlo el sacerdote o el diácono que hayan recibido del Ordinario del lugar o del párroco la delegación para asistir y bendecir en nombre de la Iglesia los Matrimonios que se celebren.

Si, de acuerdo con la norma de que se habla en el número 25, el Matrimonio se celebra ante un asistente laico, delegado para ello por el Obispo diocesano, se observará el mismo ritual, con las debidas modificaciones en cuanto a la bendición nupcial. El asistente usará una vestidura que no desdiga de este ministerio o la que esté aprobada por el Obispo.

RITO DE ACOGIDA

316. A la hora convenida, el que preside, revestido, si es sacerdote o diácono, de alba y estola, o también de pluvial (o de dalmática el diácono), de color blanco o festivo, acompañado de los ayudantes, se dirige a la puerta de la iglesia o al lugar escogido, donde recibe a los novios y los saluda afablemente.

Después él, junto con los ayudantes, los novios, los testigos y todos los presentes, se dirige a los asientos preparados para cada uno. Respecto al lugar preparado para los novios, conviene tener en cuenta, a ser posible, que queden situados de tal modo que no den la espalda a la asamblea.

317. Luego el que preside les dirige la palabra, con el fin de preparar sus mentes para la celebración del Matrimonio, con estas palabras u otras semejantes:

N. y N., la Iglesia participa de vuestra alegría y os recibe cordialmente junto a vuestros padres y amigos, en el día en que os disponéis a unir para siempre vuestras vidas. Para los creyentes, Dios es la fuente del amor y de la fidelidad, porque Dios es amor. Escuchemos, pues, su palabra con atención y pidámosle humildemente que atienda vuestros deseos y todas vuestras peticiones.

O bien:

Hermanos y hermanas todos:
La Iglesia, sacramento del amor de Cristo, os acompaña y se encama en esta comunidad celebrante y festiva. Para estos novios hoy es día grande y quedará grabado siempre en sus corazones. Ante el testigo cualificado de la Iglesia, van a rubricar su amor y el propósito firme de entregarse mutuamente para toda la vida. De aquí brotará un nuevo hogar en el que compartirán adversidades y gozos.

Quienes tienen fe saben que Dios, creador del varón y la mujer a su imagen, pensó en su unión amorosa y fecunda. De ella, como fruto precioso y santo, nacen los hijos. El Dios Amor y fuente del amor ha engendrado en el corazón de estos novios la corriente de afecto que los atrae y los mueve a fundar un nuevo hogar.

O bien:

Hermanos:
El Matrimonio, por su naturaleza, se ordena a la vivencia armónica del amor entre los esposos, a la procreación y educación integral de los hijos.

La alianza de amor, expresada por los novios en su Matrimonio, genera una nueva comunidad de vida y de amor. Esa comunidad se concreta en todo el cariño y calor de un nuevo hogar.

Para los creyentes este pacto no nace sólo de la libre voluntad humana, sino ante todo de Dios, fuente del amor y de la vida. Para aquellos que tienen fe, el Bautismo los ha incorporado a Cristo haciéndolos miembros suyos. Por el Matrimonio el varón y la mujer se insertan, de una vez y para siempre, en la alianza de amor de Cristo con la Iglesia. De este modo su comunidad conyugal se convierte en signo del amor fiel y fecundo de Cristo con su Iglesia. Los nuevos esposos, asumidos en el amor de Cristo, se enriquecen de su sacrificio. Oremos para que el Espíritu Santo los llene de su gracia.

318. Si las circunstancias lo aconsejan, se omite el rito de recepción, y la celebración del Matrimonio empieza por la liturgia de la palabra.

LITURGIA DE LA PALABRA

319. Sigue, en la forma acostumbrada, la liturgia de la palabra, tomando los textos de los números 374-419: Antiguo TestamentoNuevo TestamentoSalmos y AleluyasEvangelios. Se puede hacer una o dos lecturas. Si por razón de las circunstancias resulta más oportuno, puede hacerse una sola lectura.

Se elegirá siempre por lo menos una de las lecturas que hablen explícitamente del Matrimonio, las cuales están señaladas con un asterisco (*).

Faltando sacerdote o diácono, la lectura evangélica se introduce de este modo:

Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san N.

320. Después se hará la homilía sobre el texto sagrado, adaptándola a la situación y condiciones de los cónyuges y a las demás circunstancias. (Conviene que si el asistente es un laico haga una exhortación o lea una homilía preparada por el Obispo o el párroco.)

CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIO

321. Luego, puestos en pie todos, incluso los novios, y situados los testigos a uno y otro lado, el que preside se dirige a los novios, con estas palabras u otras semejantes:

Habéis venido aquí, queridos hermanos, para que Dios garantice con su sello vuestra voluntad de contraer Matrimonio ante el ministro de la Iglesia (ante mí como delegado del Obispo para este acto) y ante la comunidad, y fortalezca vuestro amor con su bendición, para que os guardéis siempre mutua fidelidad y podáis cumplir con las demás obligaciones del Matrimonio. Por tanto, ante la comunidad eclesial, os pregunto sobre vuestra intención.

ESCRUTINIO

322. Entonces el que preside los interroga acerca de la libertad, la fidelidad y la aceptación y educación de la prole, y cada uno de ellos responde.

V. N. y N., ¿venís a contraer Matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?
R. Sí, venimos libremente.

V. ¿Estáis decididos a amaros y respetaros mutuamente, siguiendo el modo de vida propio del Matrimonio, durante toda la vida?
R. Sí, estamos decididos.

La siguiente pregunta se puede omitir si las circunstancias lo aconsejan, por ejemplo, si los novios son de edad avanzada:
V. ¿Estáis dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?
R. Sí, estamos dispuestos.

CONSENTIMIENTO

323. El que preside los invita a expresar el consentimiento:

Así, pues, ya que queréis contraer santo Matrimonio, unid vuestras manos, y manifestad vuestro consentimiento ante Dios y su Iglesia.

Se dan la mano derecha.

324. El varón dice:
Yo, N., te recibo a ti, N., como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.

La mujer dice:
Yo, N., te recibo a ti, N., como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.

O bien:

El varón dice:
N., ¿quieres ser mi mujer?
La mujer responde:
Sí, quiero.

La mujer dice:
N., ¿quieres ser mi marido?
El varón responde:
Sí, quiero.

El varón dice:
N., yo te recibo como esposa y prometo amarte fielmente durante toda mi vida.

La mujer dice:
N., yo te recibo como esposo y prometo amarte fielmente durante toda mi vida.

O bien:

El varón dice:
Yo, N., te recibo a ti, N., como legítima mujer mía y me entrego a ti como legítimo marido tuyo, según lo manda la santa Madre Iglesia católica.

La mujer dice:
Yo, N., te recibo a ti, N., como legítimo marido mío, y me entrego a ti como legítima mujer tuya, según lo manda la santa Madre Iglesia católica.
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325. Si parece más oportuno, el que preside puede solicitar el consentimiento de los contrayentes por medio de un interrogatorio.

En primer lugar interroga al varón:
N., ¿quieres recibir a N. como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarla y respetarla todos los días de tu vida?
El varón responde:
Sí, quiero.

A continuación el que preside interroga a la mujer:
N., ¿quieres recibir a N. como esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?
La mujer responde:
Sí, quiero.
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CONFIRMACIÓN DEL CONSENTIMIENTO

326. Luego el que preside el consentimiento dice a los esposos:

El Señor confirme con su bondad
este consentimiento vuestro
que habéis manifestado ante la Iglesia
y os otorgue su copiosa bendición.
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

O bien:

El Dios de Abrahán,
el Dios de Isaac,
el Dios de Jacob,
el Dios que unió a nuestros primeros padres en el paraíso
confirme este consentimiento mutuo
que os habéis manifestado ante la Iglesia
y, en Cristo, os dé su bendición,
de forma que lo que Dios ha unido,
no lo separe el hombre.

327. El que preside invita a los presentes a alabar a Dios:
Bendigamos al Señor.
Todos responden:
Demos gracias a Dios.

Puede proferirse otra aclamación.

328. En este momento, según las costumbres locales, el esposo levanta el velo con que la esposa cubre su rostro.

BENDICIÓN Y ENTREGA DE LOS ANILLOS

329. Si las circunstancias lo aconsejan, puede omitirse la bendición y entrega de anillos. Si no se omiten, el sacerdote (o el diácono) dice:
El Señor bendiga + estos anillos
que vais a entregaros el uno al otro
en señal de amor y de fidelidad.
R. Amén.

Otras fórmulas de bendición de los anillos, números 102 y 132.
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330. El laico asistente, con las manos juntas, dice las mismas palabras, omitiendo la señal de la cruz.
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Según la oportunidad, asperja los anillos y los entrega a los esposos.

331. El esposo introduce en el dedo anular de la esposa el anillo a ella destinado, diciendo, según la oportunidad:
N., recibe esta alianza,
en señal de mi amor y fidelidad a ti.
Si es cristiano puede añadir:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Asimismo la esposa introduce en el dedo anular del esposo el anillo a él destinado, diciendo, según la oportunidad:
N., recibe esta alianza,
en señal de mi amor y fidelidad a ti.
Si es cristiana puede añadir:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

332. Entonces toda la comunidad puede entonar un himno o un canto de alabanza.

ORACIÓN DE LOS FIELES

333. Después se hace la oración universal (de la cual se proponen algunos modelos más en los números 106, 136 y 172).

Oremos, hermanos, por las necesidades de la santa Iglesia y de todo el mundo, y encomendemos especialmente a nuestros hermanos N. y N., que acaban de celebrar con gozo su Matrimonio.

Por la santa Iglesia: para que Dios le conceda ser siempre la esposa fiel de Jesucristo. Roguemos al Señor.

Por la paz de todo el mundo: para que cesen las ambiciones, desaparezcan las injusticias y enemistades, y broten por todas partes el amor y la paz. Roguemos al Señor.

Por los nuevos esposos N. y N.: para que el Espíritu Santo los llene con su gracia y haga de su unión un signo vivo del amor de Jesucristo a su Iglesia. Roguemos al Señor.

Por nuestro hermano N.: para que sea siempre fiel al Señor como Abrahán y admirable por su piedad y honradez como Tobías. Roguemos al Señor.

Por nuestra hermana N.: para que sea siempre irreprensible en su conducta, brille por su dulzura y pureza, humildad y prudencia. Roguemos al Señor.

Por todos los Matrimonios: para que, en el amor mutuo y en la fidelidad constante, sean en nuestra sociedad fermento de paz y unidad. Roguemos al Señor.

Por los miembros de nuestras familias que han muerto en la esperanza de la resurrección: para que Cristo los acoja en su reino y los revista de gloria y de inmortalidad. Roguemos al Señor.

334. Después de las invocaciones, el que preside prosigue con estas palabras u otras semejantes:

Dios, que es Padre,
quiere que sus hijos estén unidos en el amor.
Nosotros, los cristianos,
lo invocamos ahora con la oración de la familia de Dios
que Cristo nos enseñó:

Y todos los cristianos continúan diciendo el Padre Nuestro.

BENDICIÓN NUPCIAL

335. Normalmente se dice la bendición nupcial sobre los esposos. No obstante, si las circunstancias lo aconsejan, puede omitirse y, en vez de la bendición nupcial, se dice la oración que se indica más adelante, en el núm. 338.

Los esposos, según la oportunidad, se arrodillan en su lugar.

Entonces el sacerdote (o el diácono) continúa, con las manos juntas:

Invoquemos, hermanos, sobre estos esposos la bendición de Dios, para que proteja con su auxilio a quienes ha unido en el sacramento del Matrimonio.

Todos, durante un espacio de tiempo, oran en silencio.

336. Luego el sacerdote (o diácono), con las manos extendidas sobre los esposos, prosigue:

Padre santo, autor del universo,
que creaste al hombre y la mujer a tu imagen,
y has bendecido la unión matrimonial.
Te rogamos humildemente por estos hijos tuyos
que hoy se unen en alianza de bodas.

Descienda, Señor, sobre esta esposa N.
y sobre su esposo N.
tu abundante bendición,
y que la gracia de tu Espíritu Santo
inflame desde el cielo sus corazones,
para que en el gozo de su mutua entrega
se vean rodeados de hijos,
riqueza de la Iglesia.

Que en la alegría te alaben, Señor,
y en la tristeza te busquen;
en el trabajo encuentren el gozo de tu ayuda
y en la necesidad sientan cercano tu consuelo;
que participen en la oración de tu Iglesia,
y den testimonio de ti entre los hombres;
y después de una feliz ancianidad
lleguen al reino de los cielos con estos amigos,
que hoy los acompañan.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.
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337. Si dirige la celebración un laico asistente, dice, con las manos juntas:

Bendito seas, Dios y Señor,
creador y conservador del género humano,
que has dejado una imagen de tu propio amor
en la unión del hombre y de la mujer.

Descienda, Señor, sobre esta esposa N.
y sobre su esposo N.
tu abundante bendición,
y que la gracia de tu Espíritu Santo
inflame desde el cielo sus corazones,
para que en el gozo de su mutua entrega
se vean rodeados de hijos,
riqueza de la Iglesia.

Que en la alegría te alaben, Señor,
y en la tristeza te busquen;
en el trabajo encuentren el gozo de tu ayuda
y en la necesidad sientan cercano tu consuelo;
que participen en la oración de tu Iglesia,
y den testimonio de ti entre los hombres;
y después de una feliz ancianidad
lleguen al reino de los cielos con estos amigos,
que hoy los acompañan.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.
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338. Si por razón de las circunstancias se omite la Bendición nupcial, se dice esta oración sobre los esposos:

Escucha nuestras súplicas, Señor,
y asiste benignamente
el Matrimonio ordenado
a la propagación del género humano,
para que lo que tú has unido
se mantenga siempre con tu ayuda.

CONCLUSIÓN DE LA CELEBRACIÓN

339. Entonces el sacerdote (o el diácono) bendice al pueblo, diciendo:

La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.

R. Amén.
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340. Si dirige la celebración un laico asistente, puede concluir el rito santiguándose y diciendo:

Que Dios colme nuestra fe de alegría y de paz.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en nuestro corazón.
Que el Espíritu Santo derrame en nosotros sus dones.

R. Amén.
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341. Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado.

342. Terminada la celebración, los testigos y el que preside firman el acta de Matrimonio. El acto de firmar puede hacerse en la sacristía o en presencia del pueblo; pero no debe hacerse sobre el altar.

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