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lunes, 27 de marzo de 2017

Ritual de enfermos: Lecturas de la Pasión del Señor.

Ritual de la Unción y de la pastoral de enfermos (6ª ed. española 1996)

CAPÍTULO IX. LECCIONARIO PARA EL RITUAL DE ENFERMOS

LECTURAS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

También pueden leerse las lecturas de la Pasión del Señor, tal como se hallan en el domingo de Ramos, años A, B y C, y el Viernes santo, o en la Misa votiva del Misterio de la Santa Cruz.

I. Si este cáliz no puede pasar, hágase tu voluntad

331. Ni siquiera a Cristo se le ahorra la angustia del dolor y el temor a la muerte (vv. 38-39). Pero vence su angustia con una ora­ción insistente (v. 44) y continuada, que te lleva a identificarse con la voluntad deI Padre (v. 42) y a hacer que la voluntad de éste prive sobre la suya propia.

+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo 26, 36-46

En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:
—Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.
Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse.
Entonces dijo:
—Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.
Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
—Padre mío, si es posible que pase y se aleje de mí este cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos.
Dijo a Pedro:
—¿No habéis podido velar una hora conmigo? Ve­lad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil.
De nuevo se apartó por segunda vez y oraba di­ciendo:
—Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.
Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque estaban muertos de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras.
Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
—Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.

Palabra del Señor.


II. Muerte y resurrección del Señor

332. El ocultamiento y muerte de Dios le llega también a Je­sús, que se siente abandonado (v. 34). Pero a este NO aparente de Dios sucederá con la resurrección el SI de Dios a todo lo que Je­sús había realizado en su vida y con su muerte.

+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos 15, 33-39; 16, 1-6

Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
—Eloí, Eloí, lama sabactaní. (Que significa: Dios mío, Dios mío. ¿Por qué me has abandonado?)
Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
—Mira, está llamando a Elías.
Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
—Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.
Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
—Realmente este hombre era Hijo de Dios.
Pasado el sábado, María la Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embal­samar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:
—¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del se­pulcro?
Al mirar vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. El les dijo:
—No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado?
No está aquí.
Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.

Palabra del Señor.


III. Muerte y resurrección del Señor

333. La entrega consciente de Jesús en manos del Padre (v. 46) subraya en el último m omento de su vida lo que ésta había sido desde el comienzo: una aceptación de la voluntad del Padre que le pedía entregar la vida por sus hermanos. No merece la pena vivir la vida si no es para entregarla.

+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas 23, 44-49; 24, 1-6a

Era ya eso de mediodía cuando se oscureció el sol y toda la región quedó en tinieblas, hasta la media tarde.
El velo del templo se rasgó por medio.
Jesús gritó con fuerza:
—Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
Y dicho esto, expiró.
Viendo lo que sucedía, el centurión glorificaba a Dios diciendo:
—Realmente, este hombre era inocente.
La muchedumbre que había acudido al espectácu­lo, al ver lo ocurrido, se volvía a la ciudad dándose golpes de pecho.
Sus conocidos se mantenían a distancia, y también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.
El primer día de la semana, de madrugada, las muje­res fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro.
Y entrando no encontraron el cuerpo del Señor Jesús.
Mientras estaban desconcertadas por esto, se les pre­sentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron:
—¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado.

Palabra del Señor.


IV. ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?

334. El contacto con Jesús va haciendo descubrir a los dos dis­cípulos el sentido oculto de! dolor (v. 26), que hasta entonces les te­nía entristecidos (v. 17) y les había trastocado sus inmediatas espe­ranzas terrenas (v. 21). El contacto con Dios en la oración nos hará también a nosotros ir descubriendo lo esencial que está oculto a los ojos.

+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras con­versaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
El les dijo:
—¿Qué conversación es ésa que traéis, mientras vais de camino?
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
—¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sa­bes lo que ha pasado allí estos días?El les preguntó:
-¿Qué?
Ellos le contestaron:
—Lo de Jesús el Nazareno, que fue un Profeta pode­roso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nues­tros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el fu­turo libertador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e in­cluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo en­contraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le vieron.
Entonces Jesús le dijo:
—¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anun­ciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?
Y comenzando por Moisés y siguiendo por los pro­fetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron diciendo:
—Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída.
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.Ellos comentaron:
—¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
—Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha apare­cido a Simón.
Y ellos contaron lo que les había pasado por el ca­mino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.


V. Vio y creyó

335. Los apóstoles son fundamento de la Iglesia por ser los tes­tigos de la Resurrección. En ella está la base de nuestra fe y de nuestra esperanza. Con su victoria sobre la muerte ha librado Jesús a la humanidad de la angustiosa y pesada losa que nos oprimía.

+ Lectura del santo Evangelio según San Juan 20 , 1-10

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo:
—Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. .
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepul­cro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al se­pulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo: pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrolladas en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero el sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escri­tura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Los discípulos se fueron de nuevo a casa.

Palabra del Señor.

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