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domingo, 6 de noviembre de 2016

Otros textos para reconciliar a un solo penitente.

Ritual de la Penitencia (2 de diciembre de 1973)

Capítulo IV. Textos variados que pueden emplearse en la celebración de la reconciliación.

A. Para reconciliar a un solo penitente

I. INVITACIONES A LA CONFIANZA EN DIOS

157. La gracia del Espíritu Santo
ilumine tu corazón,
para que puedas confesar confiadamente tus pecados
y conocer la misericordia de Dios.

158. El Señor esté en tu corazón
para que te puedas arrepentir
y confesar humildemente tus pecados.

159. Si has pecado, no pierdas la confianza:
tenemos a uno que abogue ante el Padre,
a Jesucristo, el Justo.
Él es víctima de propiciación por nuestros pecados,
no sólo por los nuestros,
sino también por los del mundo entero.


II. LECTURAS BREVES DE LA SAGRADA ESCRITURA

160. Is 53, 4-6

Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su ca­mino, y el Señor cargó sobre él lodos nuestros crímenes.

161. Lc 6, 31-38

Escuchemos al Señor, que nos dice:
«Tratad a los demás como queréis que ellos os traten.
Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si ha­céis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis?
También los pecadores lo hacen.
Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores con intención de cobrárselo.
¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y pres­tad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hi­jos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desa­gradecidos.
Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, reme­cida, rebosante.
La medida que uséis la usarán con vosotros».

162. Lc 15,1-7

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publícanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
«Ése acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la des­carriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles:“¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».

163. Jn 20, 19-23

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerra­das por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así tam­bién os envío yo».
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los reten­gáis, les quedan retenidos».

164. Col 1, 12-14

Damos gracias a Dios Padre,
que os ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

165. Col 3, 8-10. 12-17

Deshaceos de todo eso: ira, coraje, maldad, calumnias y groserías, ¡fuera de vuestra boca!
No sigáis engañándoos unos a otros.
Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va renovando como imagen de su Crea­dor, hasta llegar a conocerlo.
Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión.
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro.
El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro cora­zón: a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente.
Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.
Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.


III. ORACIÓN DEL PENITENTE

166. Señor Jesús,
tú que devolviste la vista a los ciegos, sanaste a los enfermos,
perdonaste a la mujer pecadora,
y confirmaste a Pedro en tu amor después de su caída,
recibe ahora mi súplica.
Perdona todos mis pecados,
renuévame en tu amor,
concédeme vivir en fraterna unión con mis hermanos,
para que pueda anunciar tu salvación a todos los hombres.

167. Señor, Jesús,
tú que quisiste ser llamado amigo de los pecadores,
líbrame ahora de mis culpas,
por el misterio de tu muerte y resurrección.
Que tu paz florezca en mí
para que pueda dar frutos de amor, justicia y verdad.

168. Señor Jesucristo,
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
por la gracia del Espíritu Santo
reconcilíame con tu Padre;
lava con tu sangre todas mis culpas,
y haz de mí un hombre nuevo
para alabanza de tu gloria.

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