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miércoles, 21 de septiembre de 2016

Escrutinios y entregas: Tercer escrutinio (RICA).

Ritual de la Iniciación cristiana de adultos, 6-enero-1972 (ed. CEE 2022)

Capítulo I
RITUAL DEL CATECUMENADO DISTRIBUIDO EN SUS GRADOS O ETAPAS

EL TIEMPO DE LA PURIFICACIÓN Y DE LA ILUMINACIÓN

Ritos propio de este periodo

ESCRUTINIOS Y ENTREGAS

I. Escrutinios

154. La finalidad de los escrutinios es primordialmente espiritual, y se completa con ayuda de los exorcismos. Porque el objeto de los escrutinios es purificar las almas y los corazones, proteger contra las tentaciones, rectificar la intención y mover la voluntad, para que los catecúmenos se unan más estrechamente a Cristo y prosigan con mayor decisión en su esfuerzo por amar a Dios.

155. De los postulantes se espera la voluntad de llegar al sentimiento íntimo de Cristo y de la Iglesia, y muy en especial el progreso en el sincero conocimiento de sí mismos, la reflexión seria de la conciencia y la verdadera penitencia.

156. En el rito del exorcismo, celebrado por los sacerdotes o por los diáconos, los elegidos, instruidos por la santa madre Iglesia acerca del misterio de Cristo que nos libra del pecado, se desprenden de las consecuencias del pecado y del influjo diabólico, consiguen fuerzas para su itinerario espiritual y se les abre el corazón para recibir los dones del Salvador.

157. A fin de excitar el deseo de la purificación y de la redención de Cristo, se celebran tres escrutinios, ya para que los catecúmenos conozcan gradualmente el misterio del pecado, del cual todo el universo, y cada hombre en particular anhela redimirse para verse libre de sus consecuencias actuales y futuras; ya para que se impregnen sus mentes del sentido de Cristo Redentor, que es agua viva (cf. Evangelio de la samaritana), luz (cf. Evangelio del ciego de nacimiento), resurrección y vida (cf. Evangelio de la resurrección de Lázaro). Es necesario que haya algún progreso en el conocimiento del pecado y en el deseo de la salvación desde el primer escrutinio al último.

158. Los escrutinios son celebrados por un sacerdote o por un diácono, al frente de la comunidad, para que de la liturgia de los escrutinios también se aprovechen espiritualmente los fieles, y para que intercedan en las súplicas por los «elegidos».

159. Los escrutinios se hacen en las misas de los escrutinios, que se celebran los domingos tercero, cuarto y quinto de Cuaresma; léanse las lecturas del ciclo «A» con sus cantos, según están asignadas en el Leccionario de la Misa (Apéndice II). Pero si en estos domingos, por razones pastorales, no se pueden hacer, elíjanse otros domingos de Cuaresma, o de los días de entre semana más convenientes. Sin embargo, la primera misa de los escrutinios debe ser siempre la misa de la samaritana; la segunda, la del ciego de nacimiento; y la tercera, la de Lázaro.

TERCER ESCRUTINIO

174.
El tercer escrutinio se celebra el quinto domingo de Cuaresma, empleando las fórmulas señaladas en el Misal y en el Leccionario (cf. también nn. 384-385).

Homilía


175. En la homilía el celebrante, basándose en las lecturas de la Sagrada Escritura, expone el objeto del tercer escrutinio, fijándose tanto en la liturgia cuaresmal como en el itinerario espiritual de los elegidos.

Oración en silencio

176. Después de la homilía, los elegidos con sus padrinos y madrinas se ponen de pie delante del celebrante.

Este, vuelto primero hacia los fieles, los invita a orar en silencio por los elegidos, pidiendo el espíritu de penitencia, el sentido del misterio del pecado y de la muerte, y la esperanza de la vida eterna propia de los hijos de Dios.

Después, vuelto hacia los catecúmenos, los invita igualmente a orar en silencio, y los exhorta a mostrar su disposición de penitencia aun con su postura corporal, ya sea inclinados o arrodillados. Finalmente concluye con éstas o parecidas palabras:

Elegidos de Dios, inclinad la cabeza (arrodillaos) y orad.

Entonces los elegidos se inclinan o se arrodillan. Y todos oran en silencio durante unos momentos. Después, si se juzga oportuno, todos se levantan.

Súplicas por los elegidos

177. Mientras se hacen las súplicas por los elegidos, los padrinos y madrinas apoyan su mano derecha sobre el hombro de su elegido.

El celebrante:

Oremos por estos siervos a los que Dios ha elegido, para que, unidos a la muerte y resurrección de Cristo, puedan superar con la gracia de los sacramentos la amarga condición mortal.

El lector:

- Para que se fortalezcan con la fe contra cualquier clase de engaños del mundo. Roguemos al Señor.

R. Escúchanos, Señor.

- Para que se muestren agradecidos a la elección divina por la que pasaron de ignorar la esperanza de la vida eterna a emprender el camino de la salvación. Roguemos al Señor.

R. Escúchanos, Señor.

- Para que con el ejemplo y la intercesión de los catecúmenos que derramaron su sangre por Cristo, se animen a esperar la vida eterna. Roguemos al Señor.

R. Escúchanos, Señor.

- Para que todos se aparten con aversión del pecado, que despoja de la vida. Roguemos al Señor.

R. Escúchanos, Señor.

- Para que los que se afligen con la muerte de los suyos encuentren en Cristo el consuelo. Roguemos al Señor.

R. Escúchanos, Señor.

- Para que nosotros mismos, al celebrar una vez más las solemnidades pascuales, nos afirmemos en la esperanza de resucitar con Cristo. Roguemos al Señor.

R. Escúchanos, Señor.

- Para que el mundo entero, creado por designio amoroso de Dios, alcance nueva vida con el progreso en la fe y en la caridad. Roguemos al Señor.

R. Escúchanos, Señor.

Variando las circunstancias, se pueden acomodar a ellas tanto la monición del celebrante como las invocaciones de las súplicas. Añádase además la acostumbrada petición por las necesidades de la Iglesia y de todo el mundo, si después de despedidos los elegidos, se omitiera la oración universal en la eucaristía (cf. n. 180).

Otra fórmula de las súplicas ad libitum en el n. 386.

Exorcismo

178. Después de las súplicas, el celebrante vuelto a los elegidos dice con las manos juntas:

Oremos.

Oh Padre de la vida eterna,
que no eres Dios de muertos sino de vivos,
y que enviaste a tu Hijo como mensajero de la vida,
para arrancar a los hombres del reino de la muerte
y conducirlos a la resurrección,
te rogamos que libres a estos elegidos
de la potestad del espíritu maligno,
que arrastra a la muerte,
para que puedan recibir
la nueva vida de Cristo resucitado
y dar testimonio de ella.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


R. Amén.

A continuación, si puede hacerse con comodidad, el celebrante impone la mano en silencio a cada uno de los elegidos.

Después, con las manos extendidas sobre los elegidos, el celebrante prosigue:

Señor Jesús,
que, resucitando a Lázaro de la muerte,
significaste que venías para que los hombres
tuvieran vida abundante,
libra de la muerte a éstos,
que anhelan la vida de tus sacramentos,
arráncalos del espíritu de la corrupción
y comunícales por tu Espíritu vivificante
la fe, la esperanza y la caridad,
para que viviendo siempre contigo,
participen de la gloria de tu resurrección.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R. Amén.

Otra formula para el exorcismo ad libitum en el n. 387.

Si parece oportuno se puede entonar algún canto a propósito, elegido, v. gr, entre los salmos 6, 25, 31, 37, 38, 39, 50, 114, 129, 138, 141.

Despedida de los elegidos

179. Después el celebrante despide a los elegidos, diciendo:

Podéis ir en paz, y que el Señor esté siempre con vosotros.

Los elegidos:

Amén.

Salen los elegidos. Pero, si por graves razones no pudieran salir de la iglesia, hágase como se dijo en el rito de entrada en el catecumenado, n. 96.

Pero si no se celebrara seguidamente la eucaristía, añádase, si parece oportuno, algún canto a propósito, y despídase a los fieles juntamente con los elegidos.

Celebración de la Eucaristía

180. Después de que hayan salido del templo los elegidos, se celebra la Eucaristía, que comienza seguidamente con la oración universal por las necesidades de la Iglesia y de todo el mundo. A continuación se dice el Credo y se hace la preparación de los dones; sin embargo, por razones pastorales, se pueden omitir la oración universal y el Credo. En la Plegaria eucarística hágase mención de los elegidos y sus padrinos (cf. nn. 377).

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