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martes, 20 de septiembre de 2016

Escrutinios y entregas: Segundo escrutinio (RICA).

Ritual de la Iniciación cristiana de adultos, 6-enero-1972 (ed. CEE 2022)

Capítulo I
RITUAL DEL CATECUMENADO DISTRIBUIDO EN SUS GRADOS O ETAPAS

EL TIEMPO DE LA PURIFICACIÓN Y DE LA ILUMINACIÓN

Ritos propio de este periodo

ESCRUTINIOS Y ENTREGAS

I. Escrutinios

154. La finalidad de los escrutinios es primordialmente espiritual, y se completa con ayuda de los exorcismos. Porque el objeto de los escrutinios es purificar las almas y los corazones, proteger contra las tentaciones, rectificar la intención y mover la voluntad, para que los catecúmenos se unan más estrechamente a Cristo y prosigan con mayor decisión en su esfuerzo por amar a Dios.

155. De los postulantes se espera la voluntad de llegar al sentimiento íntimo de Cristo y de la Iglesia, y muy en especial el progreso en el sincero conocimiento de sí mismos, la reflexión seria de la conciencia y la verdadera penitencia.

156. En el rito del exorcismo, celebrado por los sacerdotes o por los diáconos, los elegidos, instruidos por la santa madre Iglesia acerca del misterio de Cristo que nos libra del pecado, se desprenden de las consecuencias del pecado y del influjo diabólico, consiguen fuerzas para su itinerario espiritual y se les abre el corazón para recibir los dones del Salvador.

157. A fin de excitar el deseo de la purificación y de la redención de Cristo, se celebran tres escrutinios, ya para que los catecúmenos conozcan gradualmente el misterio del pecado, del cual todo el universo, y cada hombre en particular anhela redimirse para verse libre de sus consecuencias actuales y futuras; ya para que se impregnen sus mentes del sentido de Cristo Redentor, que es agua viva (cf. Evangelio de la samaritana), luz (cf. Evangelio del ciego de nacimiento), resurrección y vida (cf. Evangelio de la resurrección de Lázaro). Es necesario que haya algún progreso en el conocimiento del pecado y en el deseo de la salvación desde el primer escrutinio al último.

158. Los escrutinios son celebrados por un sacerdote o por un diácono, al frente de la comunidad, para que de la liturgia de los escrutinios también se aprovechen espiritualmente los fieles, y para que intercedan en las súplicas por los «elegidos».

159. Los escrutinios se hacen en las misas de los escrutinios, que se celebran los domingos tercero, cuarto y quinto de Cuaresma; léanse las lecturas del ciclo «A» con sus cantos, según están asignadas en el Leccionario de la Misa (Apéndice II). Pero si en estos domingos, por razones pastorales, no se pueden hacer, elíjanse otros domingos de Cuaresma, o de los días de entre semana más convenientes. Sin embargo, la primera misa de los escrutinios debe ser siempre la misa de la samaritana; la segunda, la del ciego de nacimiento; y la tercera, la de Lázaro.

SEGUNDO ESCRUTINIO

167. El segundo escrutinio se celebra el cuarto domingo de Cuaresma, empleando las fórmulas señaladas en el Misal y en el Leccionario (cf. también nn. 380-381).

Homilía

168. En la homilía el celebrante, basándose en las lecturas de la Sagrada Escritura, expone el objeto del segundo escrutinio, fijándose tanto en la liturgia cuaresmal como en el itinerario espiritual de los elegidos.

Oración en silencio

169. Después de la homilía, los elegidos con sus padrinos y madrinas se ponen de pie delante del celebrante.

Este, vuelto primero hacia los fieles, los invita a orar en silencio por los elegidos, pidiendo el espíritu de penitencia y el sentido del pecado y la verdadera libertad de los hijos de Dios.

Después, vuelto hacia los catecúmenos, los invita igualmente a orar en silencio, y los exhorta a mostrar su disposición de penitencia aun con su postura corporal, ya sea inclinados o arrodillados. Finalmente concluye con éstas o parecidas palabras:

Elegidos de Dios, inclinad la cabeza (arrodillaos) y orad.

Entonces los elegidos se inclinan o se arrodillan. Y todos oran en silencio durante unos momentos. Después, si se juzga oportuno, todos se levantan.

Súplicas por los elegidos

170. Mientras se hacen las súplicas por los elegidos, los padrinos y madrinas apoyan su mano derecha sobre el hombro de su elegido.

El celebrante:

Oremos por estos elegidos, a los que llamó el Señor para que permanezcan santos en él y den testimonio vigoroso de las palabras de vida eterna.

El lector:

Para que ellos, fiándose de la verdad de Cristo, consigan la libertad de la mente y del corazón y la conserven para siempre. Roguemos al Señor.

R. Escúchanos, Señor.

- Para que, contemplando la sabiduría de la cruz, puedan gloriarse en Dios, que confunde la sabiduría de este mundo. Roguemos al Señor.

R. Escúchanos, Señor.

- Para que, liberados con la virtud del Espíritu Santo, pasen del temor a la confianza. Roguemos al Señor.

R. Escúchanos, Señor.

- Para que, transformados en hombres espirituales, traten de gustar lo que es justo y santo. Roguemos al Señor.

R. Escúchanos, Señor.

- Para que todos los que sufren persecución por el nombre de Cristo sean ayudados por el mismo Cristo. Roguemos al Señor.

R. Escúchanos, Señor.

- Para que las familias y los pueblos que encuentran trabas para abrazar la fe alcancen la libertad de creer en el Evangelio. Roguemos al Señor.

R. Escúchanos, Señor.

- Para que nosotros, experimentados en el conocimiento del mundo, permanezcamos fieles al espíritu evangélico. Roguemos al Señor.

R. Escúchanos, Señor.

- Para que el mundo entero, amado por el Padre, pueda acercarse, en la Iglesia, a la plena libertad espiritual. Roguemos al Señor.

R. Escúchanos, Señor.

Variando las circunstancias se pueden acomodar a ellas la monición del celebrante y las invocaciones de las súplicas. Añádase la acostumbrada petición por las necesidades de la Iglesia y de todo el mundo si, después de despedidos los elegidos, se omitiera la oración universal en la eucaristía (cf. n. 173).

Otras fórmulas de las súplicas ad libitum en el n. 382.

Exorcismo

171. Después de las súplicas, el celebrante, vuelto a los elegidos, dice con las manos juntas:

Oremos.

Padre clementísimo,
que concediste al ciego de nacimiento
que creyera en tu Hijo,
y que por esta fe alcanzara la luz de tu reino,
haz que tus elegidos, aquí presentes,
se vean libres de los engaños que les ciegan,
y concédeles que,
firmemente arraigados en la verdad,
se transformen en hijos de la luz,
y así pervivan por los siglos.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.

A continuación, si se puede hacer con comodidad, el celebrante impone la mano en silencio a cada uno de los elegidos.

Después, con las manos extendidas sobre los elegidos, el celebrante prosigue:

Señor Jesús, luz verdadera,
que iluminas a todo hombre,
libra por el Espíritu de la verdad
a todos los tiranizados bajo el yugo del padre de la mentira,
y a los que has elegido
para recibir tus sacramentos,
llénalos de buena voluntad,
a fin de que disfrutando con el gozo de tu luz,
como el ciego que recobró de tu mano la claridad,
lleguen a ser testigos firmes y valientes de la fe.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.


R. Amén.

Otra fórmula para el exorcismo ad libitum, en el n. 383.

Si parece oportuno se puede entonar algún canto a propósito, elegido, por ejemplo, entre los salmos 6, 25, 31, 37, 38, 50, 114, 129, 138, 141.

Despedida de los elegidos

172. Después el celebrante despide a los elegidos, diciendo:

Podéis ir en paz, y no faltéis al próximo escrutinio. 
Y que el Señor esté siempre con vosotros.

Los elegidos:

Amén.

Salen los elegidos. Pero, si por graves razones no pudieran salir de la iglesia, hágase como se dijo en el rito de entrada en el catecumenado, n. 96.

Pero si no se celebrara seguidamente la eucaristía, añádase, si pareciere oportuno, algún canto apropiado, y despídase a los fieles juntamente con los elegidos.

Celebración de la Eucaristía

173. Después de que hayan salido del templo los elegidos, se celebra la eucaristía, que comienza seguidamente con la oración universal por las necesidades de la Iglesia y de todo el mundo. A continuación se dice el Credo y se hace la preparación de los dones; sin embargo, por razones pastorales, se puede omitir la oración universal y el Credo. En la Plegaria eucarística hágase mención de los elegidos y sus padrinos (cf. nn. 377).

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