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jueves, 22 de septiembre de 2016

Escrutinios y entregas: Entrega del Símbolo (RICA).

Ritual de la Iniciación cristiana de adultos, 6-enero-1972 (ed. CEE 2022)

Capítulo I
RITUAL DEL CATECUMENADO DISTRIBUIDO EN SUS GRADOS O ETAPAS

EL TIEMPO DE LA PURIFICACIÓN Y DE LA ILUMINACIÓN

Ritos propio de este periodo

ESCRUTINIOS Y ENTREGAS

II. Entregas

181. Si las «entregas» no se hubieran hecho antes (cf. nn. 125-126), se celebrarán después de los «escrutinios». Con las «entregas», una vez completada la preparación doctrinal de los catecúmenos, o al menos, comenzada en el tiempo oportuno, la Iglesia les entrega con amor los documentos que desde la antigüedad constituyen un compendio de su fe y de su oración.

182. Es de desear que las «entregas» se hagan en presencia de la comunidad de los fieles, después de la liturgia de la Palabra de la misa ferial, con lecturas que sean apropiadas a la ceremonia de la «entrega».

ENTREGA DEL SÍMBOLO

183. La primera «entrega» que se hace es la «entrega del Símbolo», que los elegidos se aprenderán de memoria, y después pronunciarán públicamente (cf. nn. 194-199), antes de que según ese Símbolo proclamen su fe en el día del bautismo.

184. La entrega del Símbolo se hace durante la semana que sigue al primer escrutinio. Si se juzga oportuno, se puede celebrar también durante el tiempo del catecumenado (cf. nn. 125-126).

Lecturas y homilía

185. En lugar de las lecturas asignadas a la feria, léanse lecturas a propósito (Apéndice II), por ejemplo:

(cf. también Leccionario V, págs. 55-59).
 
PRIMERA LECTURA Dt 6, 1-7
Escucha, Israel: Amarás al Señor con todo el corazón.
Lectura del libro del Deuteronomio.

Moisés habló al pueblo diciendo:
«Estos son los preceptos, los mandatos y decretos que el Señor, vuestro Dios, me mandó enseñaros para que los cumpláis en la tierra en cuya posesión vais a entrar, a fin de que temas al Señor, tu Dios, tú, tus hijos y tus nietos, observando todos sus mandatos y preceptos, que yo te mando, todos los días de tu vida, a fin de que se prolonguen tus días.
Escucha, pues, Israel, y esmérate en practicarlos, a fin de que te vaya bien y te multipliques, como te prometió el Señor, Dios de tus padres, en la tierra que mana leche y miel.
Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 18, 8. 9. 10. 11. (R.: Jn 6, 68C)

R. Señor, en tus palabras hay vida eterna.

V. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R.

V. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.

V. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.

V. Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
mas dulces que la miel
de un panal que destila. R.

SEGUNDA LECTURA (opción 1) Rm 10, 8-13 
Profesión de fe del que cree en Dios.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
¿Qué dice la Escritura?
«La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón».
Se refiere a la palabra de la fe que anunciamos. Porque, si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación.
Pues dice la Escritura:
«Nadie que crea en él quedará confundido».
En efecto, no hay distinción entre judío y griego, porque uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan, pues «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo».

Palabra de Dios.

SEGUNDA LECTURA (opción 2, forma larga) 1 Cor 15, 1-8
El Evangelio que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados, y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano.
Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras y que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto, después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mi.

Palabra de Dios.

SEGUNDA LECTURA (opción 2, forma breve) 1 Cor 15, 1-4
El Evangelio que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados, y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano.
Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras.

Palabra de Dios.

Versículo antes del Evangelio Cf. Jn 3, 16
Tanto amó Dios al mundo,
que entregó a su Unigénito;
todo el que cree en él tiene vida eterna.

EVANGELIO (opción 1) Mt 16, 13-18
Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías  o uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».
Jesús le respondió:
«Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora yo te digo: tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará».

Palabra del Señor.

EVANGELIO (opción 2) Jn 12, 44-50
Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mi no quedará en tinieblas

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, Jesús gritó diciendo:
«El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas.
Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta
mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre».

Palabra del Señor.

Sigue la homilía, en la que el celebrante, basándose en los textos sagrados, explica el significado y la importancia del Símbolo, ya respecto de la catequesis recibida, ya para la profesión de fe que se ha de pronunciar en el bautismo, y que ha de observarse durante toda la vida.

Entrega del Símbolo

186. Después de la homilía, el diácono dice:

Acérquense los elegidos, para recibir de la Iglesia el Símbolo de la fe.

Entonces el celebrante les habla con éstas o parecidas palabras:

Queridos hermanos, escuchad las palabras de la fe, por la cual recibiréis la justificación. Las palabras son pocas, pero contienen grandes misterios. Recibidlas y guardadlas con sencillez de corazón.

A continuación el celebrante comienza el Símbolo, diciendo:

Creo en Dios,

y prosigue o bien él solo, o bien juntamente con la comunidad de fieles:

Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna. Amén.

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Si se juzga conveniente, también puede emplearse, en lugar del anterior, el Símbolo Niceno- constantinopolitano:

Creo en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación
bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro. Amén.

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Oración sobre los elegidos

187. Después el celebrante invita a los fieles a orar con éstas o parecidas palabras:

Oremos por nuestros elegidos, para que Dios nuestro Señor les ilumine interiormente, les abra con amor las puertas de la Iglesia, y así encuentren el bautismo, el perdón de sus pecados y la incorporación plena a Cristo, nuestro Señor.

Todos oran en silencio.

Seguidamente el celebrante, con las manos extendidas sobre los elegidos, dice:

Te suplicamos, Señor,
fuente de luz y de verdad,
que tu eterna y justísima piedad
descienda sobre estos siervos tuyos N. y N.:
purifícalos y santifícalos,
dales la verdadera ciencia,
firme esperanza y santa doctrina,
para que se hagan dignos de acercarse
a la gracia del bautismo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


R. Amén.

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