Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

jueves, 2 de junio de 2016

Exequias de un niño no bautizado celebradas en una iglesia.

Difuntos y exequias
Cf. Ritual de Exequias. Extracto (2017)

CELEBRACIÓN DE LAS EXEQUIAS DE UN PÁRVULO NO BAUTIZADO EN LA IGLESIA

El Ordinario del lugar puede permitir una celebración cristiana de las exequias cuando se trata de un niño a quien los padres querían bautizar, pero que murió antes del bautismo.
Esta celebración es más expresiva si se hace en la misma casa del niño fallecido, pues se trata de un difunto que aún no se ha incorporado a la Iglesia; no obstante, puede permitirsed también la celebración en la iglesia, e incluso puede ser recomendable hacerla allí si, de lo contrario, lo padres del niño pudieran pensar que su hijo era en cierta manera rechazado o discriminado.

En esta clase de exequias se hará normalmente una celebración de la liturgia de la palabra, como se especifica en el Ritual. Si alguna vez se considera conveniente la celebración de la misa, utilícese los textos que siguen.

En la catequesis se ha de tener muy en cuenta no oscurecer ante los fieles la doctrina de la necesidad del bautismo.

1. Recibimiento de los padres (familiares) del difunto

1. El ministro, junto a la puerta de la iglesia, saluda a los familiares del difunto con las siguientes palabras u otras parecidas:
Queridos amigos: Habéis venido aquí para pedir que Dios os fortalezca ante el dolor grande que sentís por la pérdida de vuestro pequeño hijo (vuestra pequeña hija) N. Resulta realmente difícil aunar el inicio de una vida que apenas había comenzado con este fin brusco que estamos contemplando. Pero, aunque no comprendamos los caminos de Dios, sabemos que él continúa amándonos; poneos, pues, en sus manos. Que él, el Dios de todo consuelo, os conforte en esta hora difícil; es lo que vuestros amigos van a pedirle en esta celebración.

A continuación, se puede introducir el cadáver en la iglesia, pero no se enciende junto a él el cirio pascual.

Situados los familiares del niño en sus lugares, el ministro saluda a la asamblea, diciendo:
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

Luego se dirige a los fieles reunidos en la iglesia con las siguientes palabras u otras parecidas:
Queridos hermanos: La celebración que hoy nos congrega aquí, junto a unos padres desolados por la muerte de su hijo (hija), nos sume a todos en una angustia casi indecible; por ello, debemos recurrir a la oración, El pequeño (la pequeña) N. no necesita ciertamente de nuestra plegaria, pues esperamos que Dios, en su inmensa misericordia, lo (la) habrá ya acogido en sus brazos, como acogía Jesús a los niños que se acercaban a él. Pero sus padres [y familiaressí que necesitan de nuestra plegaria. Oremos, pues, por ellos, y pidamos al Señor que él mismo sea su fuerza en esta hora difícil.

2. Misa exequial o liturgia de la Palabra

Antífona de entrada Ap 21, 4
Dios enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá más muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.

Terminadas estos ritos iniciales y, si se celebra la misa, omitido el acto penitencial y el Señor, ten piedad, se dice la oración colecta:

Oremos.
Recibe, Señor, las súplicas de tus fieles,
y concede a quienes están abatidos
por la nostalgia del hijo (de la hija)
que les ha sido arrebatado (arrebatada),
ser confortados con la esperanza de tu misericordia.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

O bien:
Oremos.
Oh, Dios, lleno de piedad,
que penetras los corazones y eres su mejor consuelo,
tú conoces la fe de estos padres;
hazles sentir que su hijo (hija), al (a la) que lloran
porque ha dejado esta vida,
está en manos de tu divina misericordia.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

La celebración prosigue, como habitualmente, con la liturgia de la Palabra, para la que se usan las lecturas del Leccionario para las exequias de un párvulo no bautizado.

LITURGIA DE LA PALABRA (opción 1)
Monición
La muerte de Cristo en la cruz, gesto supremo de solidaridad con todos los que mueren a causa del pecado por el que entró en el mundo la muerte, ampara verdaderamente a todos (Ev.). Su muerte supuso una victoria sobre el mayor enemigo de nuestra felicidad. Confiemos en su voluntad universal de sentar a todos los hombres a su mesa en el banquete eterno (1ª lect. y salmo).

PRIMERA LECTURA Is 25, 6a. 7-8b
Leccionario V, pág. 545.
El Señor aniquilará la muerte para siempre
Lectura de libro de Isaías.

En aquel día, preparará el Señor del universo para todos los pueblos,
en este monte, un festín de manjares suculentos.
Y arrancará en este monte
el velo que cubre a todos los pueblos,
el lienzo extendido sobre todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.
Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Sal 24, 4-5a. 6 y 7cd. 17 y 20 (R.: 1b)
R. A ti, Señor, levanto mi alma.

V. Señor, enséñame tus caminos, 
instrúyeme en tus sendas: 
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tu eres mi Dios y Salvador. R.

V. Recuerda, Señor, que tu ternura 
y tu misericordia son eternas; 
acuérdate de mí con misericordia, 
por tu bondad, Señor. R.

V. Ensancha mi corazón oprimido 
y sácame de mis tribulaciones. 
Guarda mi vida y líbrame, 
no quede yo defraudado de haber acudido a ti. R.

Aleluya o versículo antes del Evangelio

Ap 1, 5a. 6b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Jesucristo es el primogénito de entre los muertos;
a él, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. R.

EVANGELIO Mc 15, 33-46
Jesús, dando un grito, expiró
Lectura del santo Evangelio según san Marcos

Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente:
«Eloí Eloí, lemá sabaqtaní» (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por que me has abandonado?»).
Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
«Mira, llama a Elías».
Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
«Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».
Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo habla expirado, dijo:
«Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».
Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María la Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, las cuales, cuando estaba en Galilea, lo seguían y servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín, que también aguardaba el reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.
Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro.

Palabra del Señor.

LITURGIA DE LA PALABRA (opción 2)
Monición
En momentos como este, solo cabe esperar en silencio la salvación de Dios, es decir, meditando y recordando que la misericordia divina es inagotable (1ª lect.). Jesús, revelación del amor misericordioso del Padre, invita a acudir a él para encontrar la paz y el consuelo (Ev.). Los que confían en él no quedan defraudados (salmo).

PRIMERA LECTURA 
Leccionario V, pág. 546.
II   Lam 3, 17-26
Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor
Lectura del libro de las Lamentaciones.

He perdido la paz,
me he olvidado de la dicha;
me dije: «Ha sucumbido mi esplendor
y mi esperanza en el Señor».
Recordar mi aflicción y mi vida errante
es ajenjo y veneno;
no dejo de pensar en ello,
estoy desolado;
hay algo que traigo a la memoria,
por eso esperaré:
Que no se agota la bondad del Señor,
no se acaba su misericordia;
se renuevan cada mañana,
¡que grande es tu fidelidad!;
me digo: «Mi lote es el Señor,
por eso esperaré en él!».
El Señor es bueno para quien espera en él,
para quien lo busca;
es bueno esperar en silencio
la salvación del Señor.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Sal 24, 4bc-5ab. 6 y 7bc. 17 y 20 (R.: 3b)
R.
 Los que esperan en ti, Señor, no quedan defraudados.

V. Señor, enséñame tus caminos, 
instrúyeme en tus sendas: 
haz que camine con lealtad; enséñame, 
porque tu eres mi Dios y Salvador. R.

V. Recuerda, Señor, que tu ternura 
y tu misericordia son eternas; 
acuérdate de mí con misericordia, 
por tu bondad, Señor. R.

V. Ensancha mi corazón oprimido 
y sácame de mis tribulaciones. 
Guarda mi vida y líbrame, 
no quede yo defraudado de haber acudido a ti. R.

Aleluya o versículo antes del Evangelio
2 Cor 1, 3b-4a
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bendito sea el Padre de las misericordias
y Dios de todo consuelo,
que nos consuela en cualquier tribulación nuestra. R.

EVANGELIO Mt 11, 25-30
Has escondido estas cosas a los sabios, y se las has revelado a los pequeños
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

Después de la homilía, se hace, como habitualmente, la oración universal, con el siguiente formulario u otro parecido:

Oración universal
Elevemos ahora nuestras súplicas al Señor, implorando los bienes de su misericordia y de su bondad.
- Para que el Señor mitigue el dolor de los padres y familiares que lloran la muerte de este niño (esta niña). Roguemos al Señor.
Para que los ayude, a fin de que sepan hallar en la fe consuelo y esperanza. Roguemos al Señor.
Para que acreciente la fe de los fieles y libre al mundo de todo mal. Roguemos al Señor.
- Para que avive en todos nosotros la esperanza de la resurrección. Roguemos al Señor.

Si en las exequias se celebra la misa, la oración universal concluye con la siguiente colecta:
Oh, Dios, Padre bueno y justo, 
inclinándonos humildemente ante el misterio 
de unos designios que no comprendemos, 
te pedimos que escuches nuestras plegarias, 
ilumines las tinieblas en que nos sume nuestro dolor 
y nos concedas vivir eternamente contigo 
y con el niño (la niña) N. en la felicidad de tu reino. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

La misa prosigue como habitualmente, hasta la oración después de la comunión. Dicha esta oración y omitida la bendición y el Podéis ir en paz, se organiza la procesión hacia el cementerio.

Si las exequias se celebran sin misa, la oración universal concluye con la siguiente fórmula:
Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el mismo Jesucristo, pidiendo que se haga siempre la voluntad del Señor: Padre nuestro.
Terminada la oración de los fieles se hace inmediatamente la procesión al cementerio.

Oración sobre las ofrendas
Dígnate, Señor, recibir esta ofrenda como signo de nuestra entrega, y, a quienes nos sometemos confiadamente a los designios de tu providencia, confórtanos con la dulzura de tu bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

PREFACIO II DE DIFUNTOS
Cristo ha muerto para nuestra vida
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque él aceptó la muerte, uno por todos, para librarnos del morir eterno; es más, quiso entregar su vida para que todos tuviéramos vida eterna.
Por eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA II.

Antífona de la comunión Is 25, 8
El Señor aniquilará la muerte para siempre y Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros.

Oración después de la comunión
Señor, después de recibir la comunión del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, te rogamos con fe, que, en medio de las tristezas de esta vida, fortalezcas con la esperanza de la vida eterna a los que has alimentado en estos sagrados misterios. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén

3.- Último adiós al cuerpo del difunto

El que preside, colocado cerca del féretro, se dirige a los fieles con las siguientes palabras u otras parecidas:
Hermanos: Confiados en que este niño (esta niña) está en las manos de Dios, que ama infinitamente todo cuánto él mismo ha creado, en este momento, en que el cuerpo de este pequeño (esta pequeña) va a ser llevado al sepulcro, pidamos a Dios que conceda a sus padres [y familiares] la fortaleza necesaria para sobrellevar cristianamente su dolor.

Todos oran unos momentos en silencio. 

A continuación, omitida la aspersión del cuerpo, se añade la siguiente oración:
Te pedimos, Señor, 
que santa María, Madre de Dios, 
que estuvo al pie de la cruz del Hijo que moría, 
comunique su fe y su fortaleza 
a estos padres que están, como ella, afligidos, 
los socorra y les alcance el premio eterno. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Después, el que preside termina la celebración bendiciendo al pueblo con la bendición habitual:
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. La bendición de Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo + y Espíritu Santo, 
descienda cobre vosotros.
R. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No publico comentarios anónimos.