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viernes, 27 de mayo de 2016

Misas de Difuntos: Segunda lectura del Nuevo Testamento.

Difuntos y Exequias

MISAS DE DIFUNTOS

1. EN LAS EXEQUIAS

SEGUNDA LECTURA 
DEL NUEVO TESTAMENTO

1
Leccionario V, pág. 490.
I   Rom 5, 5-11
Justificados por su sangre, seremos por él salvados del castigo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando nosotros estábamos aún sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir; pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvados del castigo!
Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvados por su vida!
Y no solo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

Palabra de Dios.

2
Leccionario V, pág. 491.
II   Rom 5, 17-21
Donde abundó el pecado, sobreabundó fue la gracia
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
Si por el delito de uno solo la muerte inauguró su reinado a través de uno solo, con cuánta más razón los que reciben a raudales el don gratuito de la justificación reinarán en la vida gracias a uno solo, Jesucristo.
En resumen, lo mismo que por un solo delito resultó condena para todos, así también por un acto de justicia resultó justificación y vida para todos.
Pues, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos.
Ahora bien, la ley ha intervenido para que abundara el delito; pero, donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, para que, lo mismo que reinó el pecado a través de la muerte, así también reinara la gracia por la justicia para la vida eterna,por Jesucristo, nuestro Señor.

Palabra de Dios.

3
Leccionario V, pág. 492.
III (forma larga)   Rom 6, 3-9
Andemos en una vida nueva
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
¿Sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con el en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado, y, de este modo, nosotros dejáramos de servir al pecado; porque quien muere ha quedado libre del pecado.
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre él.

Palabra de Dios.

Leccionario V, pág. 493.
III (forma breve)   Rom 6, 3-4. 8-9
Andemos en una vida nueva
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
¿Sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con el en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre él.

Palabra de Dios.

4
Leccionario V, pág. 494.
IV   Rom 8, 14-23
Aguardando la redención de nuestro cuerpo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.
Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba, Padre!».
Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él.
Pues considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará. Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto.
Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo.

Palabra de Dios.

5
Leccionario V, pág. 495.
V   Rom 8, 31b-35. 37-39
¿Quién nos separará del amor de Cristo?
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
El que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, que murió, más todavía, resucitó y está a la derecha de Dios y que además intercede
por nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?
Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Palabra de Dios.

6
Leccionario V, pág. 495.
VI   Rom 14, 7-9. 10b-12
Ya vivamos ya muramos, somos del Señor
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos-

Hermanos:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor.
Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos.
Todos compareceremos ante el tribunal de Dios, pues está escrito:
«¡Por mi vida!, dice el Señor,
ante mí se doblará toda rodilla,
y toda lengua alabará a Dios».
Así pues, cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.

Palabra de Dios.

7
Leccionario V, págs. 496-497.
VII (forma larga)   1 Cor 15, 20-24a. 25-28
En Cristo todos serán vivificados
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida; después el final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre.
Pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la muerte, porque lo ha sometido todo bajo sus pies.
Pero, cuando dice que ha sometido todo, es evidente que queda excluido el que le ha sometido todo.
Y, cuando le haya sometido todo, entonces también el mismo Hijo se someterá al que se lo había sometido todo.
Así Dios será todo en todos.

Palabra de Dios.

Leccionario V, págs. 497.
VII (forma breve)   1 Cor 15, 20-23.
En Cristo todos serán vivificados
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida.

Palabra de Dios.

8
Leccionario V, pág. 498.
VIII   1 Cor 15, 51-57
La muerte ha sido absorbida en la victoria
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
Mirad, os voy a declarar un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos transformados.
En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la última trompeta; porque sonará, y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
Porque es preciso que esto que es corruptible se vista de incorrupción, y que esto que es mortal se vista de inmortalidad.
Y cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita:
«La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?».
El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley.
¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!

Palabra de Dios.

9
Leccionario V, pág. 499.
IX   2 Cor 4, 14 - 5, 1
Lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
Sabemos que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros ante él.
Pues todo esto es para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.
Por eso, no nos acobardamos, sino que, aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día.
Pues la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria, ya que no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.
Porque sabemos que si se destruye esta nuestra morada terrena, tenemos un sólido edificio que viene de Dios, una morada que no ha sido construida por manos humanas, es eterna y está en los cielos.

Palabra de Dios.

10
Leccionario V, pág. 500.
X   2 Cor 5, 1. 6-10
Tenemos una morada que es eterna y está en los cielos
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
Sabemos que si se destruye esta nuestra morada terrena, tenemos un solido edificio que viene de Dios, una morada que no ha sido construida por manos humanas, es eterna y esta en los cielos.
Así pues, siempre llenos de buen ánimo y sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, estamos desterrados lejos del Señor, caminamos en fe y no en visión.
Pero estamos de buen ánimo y preferimos ser desterrados del cuerpo y vivir junto al Señor.
Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarlo.
Porque todos tenemos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir cada cual por lo que haya hecho mientras tenía este cuerpo, sea el bien o el mal.

Palabra de Dios.

11
Leccionario V, pág. 500.
XI   Flp 3, 20-21
Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses.

Hermanos:
Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.
Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.

Palabra de Dios.

12
Leccionario V, pág. 501.
XII   1 Tes 4, 13-18
Estaremos siempre con el Señor
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses.

No queremos que ignoréis, hermanos, la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza.
Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto.
Esto es lo que os decimos apoyados en la palabra del Señor nosotros, los que quedemos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que hayan muerto; pues el mismo Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar, después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos entre nubes al encuentro del Señor, por los aires.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

Palabra de Dios.

13
Leccionario V, pág. 502
XIII   2 Tim 2, 8-13
Si morimos con él, viviremos con él
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo.

Querido hermano:
Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David, según mi evangelio, por el que padezco hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada.
Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación y la gloria eterna en Cristo Jesús.
Es palabra digna de crédito:
Pues si morimos con él, también viviremos con él;
si perseveramos, también reinaremos con él;
si lo negamos, también él nos negará.
Si somos infieles, él permanece fiel,
porque no puede negarse a sí mismo.

Palabra de Dios.

14
Leccionario V, pág. 502.
XIV   1 Jn 3, 1-2
Veremos a Dios tal cual es
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.

Queridos hermanos:
Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aun no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Palabra de Dios.

15
Leccionario V, pág. 503.
XV   1 Jn 3, 14-16
Hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.

Queridos hermanos:
Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte.
El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva permanentemente en sí vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos.

Palabra de Dios.

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