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jueves, 17 de diciembre de 2015

Rito para recibir en la Iglesia a un niño ya bautizado.

Ritual del Bautismo de los niños

PARA RECIBIR EN LA IGLESIA A UN NIÑO YA BAUTIZADO

RITO DE ACOGIDA

169. Mientras los fieles cantan un salmo o himno apropiado para este momento, el sacerdote o el diácono celebrante, vestido con alba y estola, o incluso con capa pluvial de color festivo, se dirigirá con los ministros a la puerta de la iglesia o al lugar donde se encuentren los padres y padrinos con el bautizado.

El celebrante saluda a los presentes, principalmente a los padres y padrinos, y les alaba la prontitud con que han bautizado al niño, y da gracias a Dios y se congratula con los padres porque el niño ha recobrado la salud.

El celebrante, en primer lugar, pregunta a los padres:

¿Qué nombre habéis elegido para este niño?
Padres:
N.

Celebrante:
¿Qué pedís a la Iglesia de Dios para N., que ya ha sido bautizado?
Padres:
Queremos que conste ante la comunidad que nuestro hijo ya es miembro de la Iglesia.

La primera respuesta la puede dar otra persona si, según las costumbres del lugar tiene el derecho de imponer el nombre.

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En la segunda respuesta los padres pueden decir también:
Queremos que conste ante la comunidad que nuestro hijo es ya cristiano (ya ha recibido el Bautismo).
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170. Entonces el celebrante se dirige a los padres con estas palabras u otras semejantes:

Al traer a la Iglesia este niño que ya ha sido bautizado, ¿sabéis que os obligáis a educarlo en la fe, para que guardando los mandamientos de Dios, ame al Señor y al prójimo, como Cristo nos enseña en el Evangelio?
Padres:
Sí, lo sabemos.

171. Dirigiéndose después a los padrinos les pregunta con estas u otras palabras:

Y vosotros, padrinos, ¿estáis dispuestos a ayudar a sus padres en esa tarea?
Padrinos:
Sí, estamos dispuestos.

172. Prosigue el celebrante diciendo:

N., la Iglesia te recibe con gran alegría, y con tus padres da gracias y testimonia públicamente que has sido ya incorporado a la Iglesia. Yo, en su nombre, te signo con la señal de Cristo, que te ha comunicado su vida en el Bautismo y te ha hecho miembro de su Iglesia.

Y, en silencio, signa al niño en la frente.

Después invita a los padres, y si parece oportuno a los padrinos, para que hagan lo mismo.

Y ahora vosotros, padres (y padrinos), haced también sobre él la señal de la cruz.

LITURGIA DE LA PALABRA

173. El celebrante invita a los padres, a los padrinos y demás asistentes a participar en la celebración de la Palabra de Dios. Si las circunstancias lo permiten, hágase una procesión con cantos, v. gr.: Sal 84, 7-8-9, hasta el lugar previsto.

Lecturas bíblicas y homilía

174. Estando todos sentados, se lee una o algunas de las siguientes perícopas, según la oportunidad:

  • Jn 3, l-6: El que no nazca de nuevo, no puede entrar en el Reino de Dios (n. 203).
  • Mt 28, 18-20: "Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (n. 199).
  • Mc 1,9-11: Jesús fue bautizado por Juan, en el Jordán (n. 200).
  • Mc 10, 13-16: "Dejad que los niños se acerquen a mí" (n. 201).

Pueden elegirse también las lecturas que se encuentran en el apéndice, números 184-209, u otras más adaptadas al deseo o utilidad de los padres (v. gr.:1 R 17, 17-24; 2 R 4, 8-37).

Entre las lecturas pueden cantarse los salmos responsoriales con sus respuestas, tal como se proponen en los números 194-197.

Después de la lectura, el celebrante hace una breve homilía, para ilustrar a los oyentes sobre lo que han oído, haciéndoles penetrar más profundamente en el misterio del Bautismo e invitándoles a abrazar con entusiasmo la misión que les concierne, especialmente como padres y padrinos.

Después de la homilía o de la letanía, o durante la misma letanía, es muy conveniente que el celebrante invite a la asamblea a orar en silencio, y que los fieles oren al Señor en su interior. Después, si se puede, se entona un canto apropiado.

Oración de los fieles

175. Seguidamente se tiene la oración de los fieles.

Celebrante:
Invoquemos la misericordia de Cristo por este niño, por sus padres y padrinos, por todos los bautizados.

Lector:
Para que se muestre agradecido por haber recibido el Bautismo y recobrado la salud. Roguemos al Señor.
Todos:
Te rogamos, óyenos (u otra respuesta habitual).

Lector:
Para que sea siempre miembro vivo de la santa Iglesia. Roguemos al Señor.
Todos:
Te rogamos, óyenos.

Lector:
Para que sea capaz de oír, guardar y testimoniar el Evangelio. Roguemos al Señor.
Todos:
Te rogamos, óyenos.

Lector:
Para que un día pueda participar con gozo en la mesa de la Eucaristía. Roguemos al Señor.
Todos:
Te rogamos, óyenos.

Lector:
Para que ame siempre a Dios y al prójimo. Roguemos al Señor.
Todos:
Te rogamos, óyenos.

Lector:
Para que, ayudado con la palabra y el ejemplo de los cristianos, crezca en sabiduría y gracia. Roguemos al Señor.
Todos:
Te rogamos, óyenos.

Lector:
Para que todos los cristianos vivan siempre unidos en la fe y la caridad. Roguemos al Señor.
Todos:
Te rogamos, óyenos.

176. Después el celebrante invita a los presentes a invocar a los santos:

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.
San losé, esposo de la Virgen, ruega por nosotros.
San Juan Bautista, ruega por nosotros.
Santos apóstoles Pedro y Pablo, rogad por nosotros.

Pueden añadirse los nombres de otros santos, sobre todo de los que sean patronos del niño, de la iglesia o del lugar.
San N.
San N.

Se termina así:
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

177. Acabadas las invocaciones el celebrante dice:

Dios, fuente de vida y amor,
Padre de nuestro Señor Jesucristo:
Te muestras Padre en la solicitud de los padres,
te manifiestas providente cuando sus hijos están en peligro
y te revelas Salvador en su Bautismo.
La Iglesia te da gracias y te pide por N.:
Tú que le has llevado del reino de las tinieblas a tu luz admirable,
haciéndole, por el sacramento del Bautismo,
hijo de adopción y templo del Espíritu Santo;
ayúdale siempre en los peligros de la vida
y protégele con la fuerza de Cristo Salvador
en el combate por la conquista de tu Reino.
Por Cristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.

RITOS EXPLICATIVOS

Unción con el Santo Crisma

178. Después el celebrante dice:

Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que te ha liberado del pecado y dado nueva vida
por el agua y el Espíritu Santo,
te consagre con el Crisma de la salvación,
para que entres a formar parte de su pueblo
y seas para siempre miembro de Cristo,
sacerdote, profeta y rey.
Todos:
Amén.

Y, en silencio, unge al niño en la coronilla con el Santo Crisma.

Imposición de la vestidura blanca

179. El celebrante dice:

N., eres ya nueva criatura y has sido revestido de Cristo. Esta vestidura blanca sea signo de tu dignidad de cristiano. Ayudado por la palabra y el ejemplo de los tuyos, consérvala sin mancha hasta la vida eterna.
Todos:
Amén.

Entrega del cirio

180. Después el celebrante muestra el cirio pascual y dice:

Recibid la luz de Cristo.

Uno de la familia (v. gr.: el padre o el padrino) enciende la vela del niño en el cirio pascual.

Seguidamente el celebrante dice:

A vosotros, padres y padrinos, se os confía acrecentar esta luz.
Que vuestro hijo, iluminado por Cristo, camine siempre como hijo de la luz.
Y, perseverando en la fe, pueda salir con todos los santos al encuentro del Señor.

Oportunamente se canta un cántico bautismal, por ejemplo, Los que en Cristo (n. 133) u otro de los que se encuentran en los números 221-222.

CONCLUSIÓN DEL RITO

Recitación de la oración dominical

181. El celebrante, de pie ante el altar, dice a los padres y padrinos y a todos los presentes estas palabras u otras semejantes:

Hermanos:
Este niño nacido de nuevo por el Bautismo se llama y es hijo de Dios. Un día recibirá por la Confirmación la plenitud del Espíritu Santo. Se acercará al altar del Señor, participará en la mesa de su sacrificio y lo invocará como Padre en medio de su Iglesia. Ahora nosotros, en nombre de este niño, que es ya hijo por el espíritu de adopción que todos hemos recibido, oremos juntos como Cristo nos enseñó.

Y todos juntamente con el celebrante dicen:

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Bendición

182. Seguidamente el celebrante bendice a la madre, que tiene en sus brazos al niño, y al padre y a todos los presentes, diciendo:

El Señor todopoderoso, por su Hijo nacido de María la Virgen, bendiga a esta madre y alegre su corazón con la esperanza de la vida eterna, alumbrada por el Bautismo en su hijo, para que del mismo modo que le agradece el fruto de sus entrañas y la salud que el niño ha recobrado, persevere con él en constante acción de gracias, por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.

Celebrante:
El Señor todopoderoso, dispensador de la vida temporal y la eterna, bendiga a este padre, para que junto con su esposa sean los primeros que, de palabra y obra, den testimonio de la fe ante su hijo, en Jesucristo nuestro
Señor.
Todos:
Amén.

Celebrante:
El Señor todopoderoso, que nos ha hecho renacer a la vida eterna por el agua y el Espíritu Santo, bendiga a estos fieles, para que, siempre y en todo lugar, sean miembros vivos de su pueblo; y conceda la abundancia de su paz a todos los aquí presentes, en Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.

Celebrante:
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros.
Todos:
Amén.

Otras fórmulas de bendición en los números 223-226.

183. Después de la bendición, oportunamente todos cantan un cántico apropiado que exprese la alegría pascual y la acción de gracias, o el canto de la Virgen, el Magníficat.

Puede conservarse oportunamente la costumbre de llevar al niño bautizado a un altar de la Virgen.

Este rito se emplea también cuando se lleva a la Iglesia a un niño que ya ha sido bautizado, después de ciertas dificultades (por ejemplo, una persecución, disensiones entre los padres, etc.), que impedían celebrar el Bautismo en la Iglesia. En estos casos el celebrante debe acomodar a las circunstancias las moniciones, las lecturas, las intenciones de la oración de los fieles, etc.

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