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domingo, 27 de diciembre de 2015

Bautismo niños: Lecturas del Antiguo Testamento.

Ritual del Bautismo de los niños

EN LA CELEBRACIÓN DEL BAUTISMO DE LOS NIÑOS

LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO (Leccionario V, págs. 102-104)
SOLO FUERA DEL TIEMPO PASCUAL

I.
Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto

184. El paso del Mar Rojo, que prefigura la Pascua del Señor, es también figura del Bautismo cristiano (1 Co 10, 1-11).
El Bautismo es un misterio de liberación: nos libera de la esclavitud de Satanás y del pecado. Las fuerzas del mal, que Cristo venció en Ia cruz (Col 2, 15), simbolizadas por los ejércitos del Faraón, quedan aniquiladas en las aguas bautismales; el Bautismo destruye en nosotros el pecado (Rm 6, 6; Ef 1, 7). De las aguas bautismales surge una raza nueva, el nuevo Israel, el pueblo de la nueva Alianza.
El Bautismo es la Pascua del cristiano: paso de una situación de esclavitud a una existencia nueva de libertad y salvación.

Lectura del libro del Éxodo. 14, 15-15, 1

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:
-¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer eI corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del Faraón, de sus carros y de los guerreros.
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran trabar contacto. Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del Este que secó el mar y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos en medio del mar todos los caballos del Faraón y los carros con sus guerreros.
Mientras velaban al amanece¡ miró el Señor al campamento egipcio desde la columna de fuego y nube y sembró el pánico en el campamento egipcio. Trabó las ruedas de sus carros y las hizo avanzar pesadamente.
Y dijo Egipto:
-Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto.
Dijo el Señor a Moisés:
-Extiende tu mano sobre el mar y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes.
Y extendió Moisés su mano sobre el mar; y al amanecer volvía el mar a su curso de siempre. Los egipcios, huyendo, iban a su encuentro y el Señor derribó a los egipcios en medio del mar.
Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del Faraón, que lo había seguido por el mar. Ni uno solo se salvó.
Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda.
Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano grande del Señor obrando contra los egipcios, y el pueblo temió al Señor y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.
Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron un cántico al Señor.

Palabra de Dios.

II.
Danos agua de beber

185. El agua que brota de la roca de Horeb, figura del Bautismo (1 Co 10, 4-6).
Dios es fuente de aguas vivas (Is 12, 3; Jr 2, 13; Sal 35, 9). El agua es símbolo de la vida divina comunicada al hombre. "La profecía se cumplió en el Evangelio, cuando Cristo, que es la Roca, fue traspasado por la lanza en la pasión" (san Cipriano). De la pasión de Cristo brotaron las fuentes de la salvación (Jn 19, 31-35; 7, 37-39). El Bautismo se presenta como la realización de las aspiraciones (sed) de la humanidad por la redención (Is 48, 20-21; 43, 19-21). En contraposición al desierto sediento y estéril, las aguas en abundancia simbolizan una efusión de vida nueva y una fecundidad espiritual inagotable. El don de la vida divina supone en el hombre una confianza total en el poder de Dios; el Bautismo es sacramento de la fe.

Leccionario V, pág. 102
Éx 17, 3-7
Danos agua que beber (Éx 17, 2)
Lectura del libro del Éxodo.

En aquellos días, el pueblo, sediento, murmuró de Moisés diciendo:
«¿Por qué nos has sacado de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?».
Clamó Moisés al Señor y dijo:
«¿Qué puedo hacer con este pueblo? Por poco me apedrean».
Respondió el Señor a Moisés:
«Pasa al frente del pueblo y toma contigo algunos de los ancianos de Israel; empuña el bastón con el que golpeaste el Nilo y marcha. Yo estaré allí ante ti, junto a la roca de Horeb. Golpea la roca, y saldrá agua para que beba el pueblo».
Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y llamó a aquel lugar Masá y Meribá, a causa de la querella de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo:
«¿Está el Señor entre nosotros o no?».

Palabra de Dios.

III.
Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará de todas vuestras inmundicias

186. Se mencionan en este texto el agua y el Espíritu, los dos elementos fundamentales del Bautismo. El agua es símbolo de la efusión del Espíritu.
Tres efectos del Bautismo:
a) Nos purifica (36, 25). El agua disuelve toda inmundicia. El Espíritu borra todo pecado (1 P 3, 21; Hb 10, 21). Naamán, limpiado de la lepra (2 R 5, 1-15), es figura del Bautismo.
b) Nos hace criaturas nuevas (36, 26-27), a imagen de Cristo resucitado, primicias de la nueva creación (2 Co 5, 17; Ef 4, 24).
c) Nos introduce en el pueblo de la nueva Alianza (36, 24. 28) y nos capacita para ser fieles al pacto con Dios (Jr 31, 31-34; Hb 10, 15-17).
El vestido blanco simboliza estos tres efectos: purificación, vida nueva y pertenencia al pueblo de Dios.

Leccionario V, pág. 103
II  Ez 36, 24-28
Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará de todas vuestras inmundicias Lectura del profeta Ezequiel.

ESTO dice el Señor:
«Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países y os llevaré a vuestra tierra.
Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios».
Palabra de Dios.

IV.
Vi que manaba agua del lado derecho del templo, y habrá vida dondequiera que llegue la corriente

187. Las aguas del Bautismo brotan "del lado derecho del templo" (47, 1); es decir, del costado de Cristo traspasado en la pasión (ln 2, 21; 19, 31-35). Toda su fuerza le viene al Bautismo de la pasión:
a) Para purificar y sanear el mundo (47, 8-9. 11): las aguas de Maró (Ex 15, 12-25) y de Jericó (2 R 2, 19-22), milagrosamente endulzadas y saneadas, son figura de la fuerza sanadora del Bautismo; también lo fue el diluvio (1 P 3, 20-21), donde Dios purificó la tierra exterminando a los impíos.
b) Para transformar la Iglesia en Paraíso (47, 12), cumpliéndose así las profecías que anunciaban al desierto convertido en vergel (Is 35, 6-7; 41, 18-20; 44, 3-4; Jl 3, 18; Ir 17, 8; Za 14, 8). EI Bautismo nos introduce nuevamente en el Paraíso, cuyas Puertas abrió la muerte del nuevo Adán (Lc 23, 43). Los cuatro ríos del Paraíso (Gn 2, 10-14) prefiguraban las aguas fecundantes del Bautismo.

Leccionario V, págs. 103-104
III  Ez 47, 1-9. 12
Vi agua que manaba del templo, y habrá vida allí donde llegue el torrente (Ant. Vidi aquam)
Lectura del profeta Ezequiel.

En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor.
De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este -el templo miraba al este-. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar.
Me hizo salir por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho.
El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia el este midió quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta las rodillas.
Midió todavía otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta la cintura. Midió otros quinientos metros: era ya un torrente que no se podía vadear, sino cruzar a nado.
Entonces me dijo:
«¿Has visto, hijo de hombre?».
Después me condujo por la ribera del torrente.
Al volver vi en ambas riberas del torrente una gran arboleda.
Me dijo:
«Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal. Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente.
En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».

Palabra de Dios.

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